viernes, julio 29, 2011

¡Muchas gracias, Grecia!

¡Muchas gracias, Grecia! Es más, gracias Europa y Estados Unidos

No falta por ahí la declaración triunfalista del que afirma que “estamos blindados”. En no pocas ocasiones, algunos enfermos se sienten sanos...

Ángel Verdugo

En no pocas ocasiones, algunos enfermos se sienten sanos y no obstante las pruebas que les da su médico, echan a la basura sus recomendaciones y no siguen el tratamiento prescrito; en otras, una vez agravado el padecimiento, juega un papel central en la decisión del enfermo ver al que padece el mismo mal lo indecible y aproximarse inexorablemente a la tumba por no haber hecho caso al médico en el momento oportuno.

Si cambiáremos pacientes por países, eso es lo que pasaría hoy con algunos países europeos y Estados Unidos; México, a distancia, observa el deterioro acelerado de Grecia y Portugal y mañana el de España e Italia junto con la pérdida de imagen de Estados Unidos. Además, quizás veamos a otros enfermos europeos agravarse y presentar el cuadro típico de la metástasis cancerosa.

Padecemos, aún cuando lo neguemos dando como prueba signos superficiales de mejoría —reservas internacionales, deuda pública frente al y finanzas públicas dizque sólidas—, la misma enfermedad que aquellos a los que hoy vemos al borde de la tumba. La diferencia quizás estribe —entre ellos y nosotros—, en los muchos años que han padecido la enfermedad, y nosotros aún no hemos sufrido con la misma intensidad los estragos de la enfermedad común pero de que la tenemos, no hay la menor duda.

Desde hace muchos años, diversos “médicos” han intentado convencernos de la gravedad de nuestros males y la urgencia de atendernos; la medicina recetada, siempre amarga y dolorosa según nosotros, ha sido rechazada. Preferimos los cataplasmas del curandero y el “producto milagro”.

Sin embargo, de tiempo en tiempo, cuando cambia el clima o como dicen los viejos de mi pueblo, “tomamos las sodas muy heladas”, nos ponemos al borde de la tumba; al mejorar —aunque sea un poco—, volvemos a las andadas y decimos que los médicos son una bola de pesimistas y amargados que se niegan a ver el estado de salud que gozamos el cual, nos dicen los cuates, es inmejorable y capaz de resistir cualquier enfermedad.

Es tal nuestra irresponsabilidad, que no falta por ahí la declaración triunfalista del que afirma que “estamos blindados” y no hay virus o bacteria que pudiere afectarnos.

Hoy, los avances en las comunicaciones nos han permitido ver las consecuencias —casi en el instante mismo en que se registran— de no haber tomado los griegos la medicina correcta cuando lo recomendaron “los médicos”. Su deterioro y los esfuerzos de los galenos por salvarlos —enfermos ellos mismos del mismo mal que el paciente—, los pudimos seguir minuto a minuto.

Fue tal el impacto de lo visto en Europa y Estados Unidos, que hemos empezado a cambiar –así sea un ápice—
nuestra irracional conducta frente a la enfermedad y las recomendaciones del médico. Si bien no aceptamos aún tomar la amarga medicina, al menos ya concedimos que pudiere haber por ahí algún virus que podría dañarnos.

A pesar del avance de la enfermedad por nuestra renuencia a seguir los tratamientos médicos, algunos aún les creen a los aprendices de brujo que “curan con la izquierda” y envuelven los viejos cataplasmas para venderlos como “antibióticos de amplio espectro”. No sé si hoy les haremos caso y tomemos sus brebajes pero, de lo que estoy seguro es que debemos agradecer a Europa y a Estados Unidos por habernos mostrado un enfermo llagado y putrefacto por no haber tomado, a tiempo, la medicina recetada.

¿Bastará esa visión para decidirnos a tomarla? Yo lo dudo, ¿y usted?

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