Una economía presa del pánico
Fundación Heritage
No hay forma de vender positivamente las noticias que se desprenden del informe mensual de empleo en Estados Unidos. La economía generó solo un total de 18.000 nuevos empleos, el índice de desempleo aumentó al 9,2% y el número de americanos sin trabajo ha aumentado en 445.000. En otras palabras, la recuperación parece haberse ralentizado de forma marcada. La "recuperación" imbuida de estímulo se niega a arrancar – algo que no sorprende a nadie salvo a Obama–.
Y para empeorar las cosas, las insignificantes cifras de crecimiento de empleo de mayo fueron revisadas y las mandaron aún más hacia abajo, de la estimación inicial de 54.000 a 25.000. Tristemente, el récord continúa – la recuperación Obama sigue siendo la más débil de la era post-Segunda Guerra Mundial–. En pasadas recesiones, el empleo se recuperó plenamente en dos o tres años. Hoy, el crecimiento del empleo en Estados Unidos está totalmente parado.
Si quiere una comparación de lo que podría parecer un crecimiento del empleo, vaya a la recuperación Reagan de los años 80. A los 20 meses, el índice de desempleo había bajado del 10,8% al 7,5% –una caída de 3,3 puntos porcentuales–. Por el contrario, con Obama el índice de desempleo ha subido todo un punto completo hasta el 9,2% de hoy.
James Sherk, de la Fundación Heritage, pone el ritmo de recuperación en perspectiva, observando que: "La economía necesita añadir entre 100.000 y 125.000 empleos por mes para mantenerse a la par con el crecimiento de población. El desempleo aumentará si los empresarios sistemáticamente crean menos empleos que eso". Desafortunadamente, es ahí donde estamos hoy. Y si la economía se mantiene en esta tendencia, los americanos pueden esperarse un desempleo permanentemente alto.
Y eso se lo puede agradecer el pueblo americano a la política económica de gran gasto del presidente Obama que ha ralentizado el ritmo de la recuperación. El presidente del Comité de Presupuestos de la Cámara de Representantes, Paul Ryan (R-WI), explica cómo la dependencia de las intervenciones keynesianas en la economía a base de deuda pública por obra y gracia del presidente Obama ha ayudado a poner la economía de Estados Unidos en el estado actual:
Los inversionistas y empresas toman decisiones sobre estimaciones de futuro. Ellos saben que los grandes niveles de deuda de hoy simplemente constituyen los aumentos de impuestos o la subida de los tipos de interés o la inflación del mañana... y actúan en consecuencia.
Eso se llama "sobreendeudamiento" y si a eso le añadimos los aumentos de impuestos con que amenaza el presidente, su Obamacare, su incesante entrometimiento en los negocios [ya sea a través de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) o de la Junta Nacional de Relaciones del Trabajo (NLRB)] y la incertidumbre que estas iniciativas generan, todo eso está lastrando el crecimiento, la inversión y la creación de empleos hoy en Estados Unidos.
Con esto como trasfondo, el presidente y los líderes del Congreso continúan reuniéndose en negociaciones secretas sobre propuestas para incrementar más el límite de la deuda de la nación que es de 14,3 billones de dólares, propuestas para aumentar los impuestos por tanto como 1 billón, y hacen llamamientos para incluso más gasto en paquetes de estímulo (como si no fuera suficiente con los $666,000 millones que nos han metido en este lío). Lo que se necesita para tener empleos y para arreglar nuestra crisis presupuestaria y de deuda –además de inmediatos recortes del gasto– es una agenda de crecimiento. Por el contrario, subir los impuestos es una agenda para la escasez y la mejor manera de conseguir más "ingresos" es a través de la reforma fiscal de recaudación neutral. En las negociaciones sobre el límite de la deuda que continuarán todo el fin de semana, cualquier discusión sobre subidas de impuestos debería dejarse fuera de la mesa de negociación ante el informe de empleos de hoy.
En vez de más gastar y cargar más impuestos, es hora de un enfoque diferente.
El Congreso y la Casa Blanca deberían actuar inmediatamente para poner en orden las finanzas de América y promover un entorno que motive la creación de empleo. Estas medidas incluyen la derogación de Obamacare, sus mandatos para las empresas y los aumentos de impuestos que genera; impedir que la EPA regule el dióxido de carbono; aprobar la reforma de la responsabilidad civil para reducir el costo de las demandas judiciales frívolas; ampliar acuerdos comerciales; permitir más producción nacional de energía; y recortar el gasto para evitar subidas masivas de impuestos.
El presidente Obama se refiere habitualmente a las fracasadas políticas económicas del pasado. El ritmo de la recuperación económica de América es inaceptable y lo está empeorando la adhesión de la administración Obama a la fallida filosofía de confiar en el gobierno para hacer el trabajo del sector privado. Obama debería estar más preocupado con las fracasadas políticas económicas de hoy... las suyas propias. Lo pertinente es una nueva dirección.
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