Venezuela, cáncer y política
Otto J. Reich y Jon Perdue
Hugo Chávez volvió a Venezuela después de varias semanas en Cuba donde estuvo sometido a un tratamiento contra el cáncer. Durante casi un mes sus compatriotas especulaban sobre su estado de salud, al tiempo que él recibía el tipo de cuidado médico que sólo los miembros del Partido Comunista de Cuba, los militares, y turistas extranjeros con divisa fuerte pueden conseguir en dicho país.
Normalmente, cuando un ser humano se encuentra cara a cara con su condición de mortal, tiende a enternecer, mostrando un lado más humano. Al parecer, Chávez es una excepción. En la Venezuela de hoy, la política oficial del gobierno no solamente consiste en perseguir a la oposición, sino que siguiendo los pasos que su mentor Fidel Castro ha llevado adelante en Cuba, el tratamiento de Chávez hacia los presos políticos es particularmente cruel.
Tenemos que rogar por que Chávez no haya llegado a los niveles de sadismo de Castro, quien regularmente niega asistencia medica a prisioneros que padecen de enfermedades terminales, y los suelta un poco antes de morir, como un gesto “humanitario”.
Por ejemplo, la situación de dos presos políticos venezolanos, que también tienen cáncer, sirve como ejemplo de la crueldad del chavismo. Alejandro Peña Esclusa, un ex periodista y político falsamente acusado de terrorismo, está sufriendo de cáncer de colon, a la espera de que comience su juicio, en una de las prisiones más notorias de Venezuela. El caso tuvo que llegar a los medios internacionales para que recién ahí el gobierno accediera a proporcionarle el tratamiento médico adecuado. Su difícil situación tomó aún más envergadura este mes, cuando el parlamento del Paraguay votó por unanimidad una moción para exigir su liberación.
Otro paciente con cáncer, la jueza María Lourdes Afiuni, encarcelada por orden personal de Chávez luego de haber cumplido con lo establecido en la Constitución venezolana y ordenado la liberación de un prisionero que había sido encarcelado durante casi tres años sin juicio, también ha atraído la atención internacional. El caso de la jueza es tan injusto que provocó la condena del propio Noam Chomsky, reconocido izquierdista americano, admirador de la Revolución Bolivariana, quien condenó la situación a la que Afiuni se encuentra sometida. Las protestas internacionales lograron que la jueza fuera puesta en “casa por cárcel”.
La diferencia en la condición de estos tres venezolanos –los dos presos y su carcelero– ponen de manifiesto que en el Socialismo del Siglo XXI, la "nueva clase" de gobernantes tiene acceso a la mejor atención médica, alimentos y a negocios con empresas controladas por el Estado, mientras que la gran mayoría de la población no hace más que sufrir.
Mientras Chávez vuela a sus hijas, su ex esposa, madre y otros parientes en aviones del gobierno, de Caracas a La Habana para acompañarlo mientras recibe la mejor atención que el dinero del pueblo venezolano puede comprar en un hospital cubano, sus presos políticos son llevados a los peores hospitales del país, para recibir una atención rutinaria, y solamente después de que la comunidad internacional se haya quejado.
Mientras Chávez contaba a su regreso de La Habana que había disfrutado de placenteros paseos con su mentor Fidel Castro, quien lo agasajó con platos exóticos especialmente preparados, Peña Esclusa y la jueza Afiuni quedaban a merced del chavismo.
Mientras Chávez era atendido en el hospital militar CIMEQ en La Habana, sus prisioneros en Caracas eran alimentados con comida de cárcel y con los restos de los obsequios que sus seres queridos les llevan, luego de pasar por el filtro de los oficiales de turno.
Y mientras a Chávez se le facilita una suite privada y las consultas de médicos traídos desde Europa sólo para su cuidado, la jueza Afiuni sufre la humillación de tener hombres militares presentes mientras es examinada por cáncer de mama.
Peña Esclusa y Afiuni son sólo dos de decenas de presos políticos que han sido encarcelados sin juicio en Venezuela. Tal vez la política, si no la misericordia, motive a Chávez a liberar a estos prisioneros para que puedan recibir la atención necesaria y el afecto de sus familias. Chávez se enfrenta a una elección el próximo año que promete ser todo un reto, ya que sus índices de aprobación han caído a la par con los signos vitales del país bajo su égida.
Los venezolanos comunes han estado sufriendo apagones de energía permanentes, el desmoronamiento de la infraestructura y la escasez de alimentos, más recientemente agravada por una huelga de médicos y por los disturbios mortales en la prisión El Rodeo. Bajo estas circunstancias y en ausencia de la simple decencia humana, aquellos que sufren en Venezuela tanto dentro como fuera de la cárcel pueden aún mantener la esperanza de que las próximas elecciones resulten su salvación.
Otto J. Reich fue embajador de Estados Unidos en Venezuela, Secretario Adjunto de Estado para Asuntos Hemisféricos y miembro del Consejo de Seguridad Nacional.
Jon Perdue es el director para América Latina del Fund For American Studies.
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