lunes, julio 18, 2011

¿Ya estaba todo dicho?

Economía

¿Ya estaba todo dicho?

Nuestra grave situación actual deriva, tanto de que España no ha hecho sus deberes, como de que la realidad económica internacional se ha complicado

Nuestra grave situación actual deriva, tanto de que España no ha hecho sus deberes, como de que la realidad económica internacional se ha complicado. Esto último porque en torno a los Estados Unidos ha pasado a tener actualidad lo que Ronald Reagan escribió en un mensaje al jefe de entonces de la mayoría del Senado, Howard H Baker Jr, en noviembre de 1983: «Las consecuencias totales de una suspensión de pagos —o incluso, de una seria perspectiva de que eso pudiese suceder— por parte de los Estados Unidos, son imposibles de predecir y aterradoras de imaginar». He aquí que eso se comienza a contemplar. En Minesota, por falta de fondos, ese estado ha cerrado museos, parques, autovías, veintidós empleados estatales no han recibido sus pagas y quedan en suspenso; los permisos de conducir no se extienden y las becas y otras ayudas sociales se han esfumado. Los países que han emprendido en la zona del euro una carrera galopante en el terreno de la financiación del sector público ya no son únicamente Grecia, Irlanda y Portugal. Nadie duda que España e Italia se han incorporado y, por su notable peso económico, ponen en peligro no sólo la zona del euro, sino las posibilidades de una recuperación económica general. Gran Bretaña tiene el reto, planteado por George Osborne «de hacer cosas de nuevo», esto es, de impulsar la actividad industrial, que había ido disminuyendo en porcentaje del PIB, desde los años noventa. Pero, como se señala en el texto «economist.com/manufacturing» esto «es más fácil decirlo que hacerlo». La prueba estaba fechada el 5 de julio de 2011: Bombardier, un fabricante de material ferroviario, dio a conocer planes para reducir en 1.400 los puestos de trabajo de su planta industrial en Derby. Japón no levanta cabeza desde hace veinte años. En el mundo de los BRIC —Brasil, Rusia, India y China— se acentúa la perspectiva de que se contemplen muy pronto problemas muy serios. Finalmente, a finales de junio de 2011, en tasa anual mundial, los productos

agrarios alimenticios vieron crecer sus precios un 37%; los agrarios no alimenticios, un 46%; los metales, otro 37%; y el petróleo un 34%.

El desconcierto de los dirigentes de la política económica mundial es evidente. Porque eso muestra la despedida de Trichet subiendo un cuartillo los intereses básicos del Banco Central Europeo, en medio de un panorama que muestra que 2011 no va a ser el año del despegue económico que se esperaba en 2010. El conocido «poll of forescasters» de «The Economist» pronosticaba en julio de 2011 que en este año la Eurozona crecería un 1,9% y en 2012 un 1,7. Para España pronostican un 0,7% en 2011 y un 1,1% en 2012.

Todo esto obliga a un replanteamiento mundial de reacción ante esta realidad económica. Pero se observa que está muy lejos de producirse. Repasemos los que fueron estrepitosos fracasos las convocatorias de conferencias económicas mundiales a partir de la I Guerra Mundial y, sobre todo, tras la Gran Depresión. Sólo la II Guerra Mundial provocó realidades que fueron adecuadas como, por ejemplo, los acuerdos de Bretton Woods, a causa de que sólo mandaba, en realidad, una potencia: Estados Unidos, como en sus disgustos y dolencias cardiacas experimentó Keynes. Ahora, todo eso es inimaginable. Cada bloque, cada país, cada área monetaria, intentará salir de acuerdo con sus intereses y eso empeorará el conjunto. ¡Qué bien, con su «caracol constructivo», nos lo explico Kindleberger!

Todo parecía claro con las medidas adoptadas en 2010. Se ve que no estaba dicho todo lo que había que decir, que se hiciese y que lo que se dice ahora mismo no está sirviendo gran cosa.

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