Al borde de un infarto por temor a una recaída
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Todo se les volvió en contra: rumores de rescates, recesión en EEUU e intervenciones monetarias
Agosto ha dejado de ser un mes tranquilo. Lleva ya tres años sin serlo, ya que fue precisamente en agosto de 2007 cuando el mundo se daba cuenta de que existían unas tales hipotecas subprime. Se cumple el cuarto aniversario la semana que viene, pero la que ayer terminó, al menos para el mercado, ha sido una de esas de infarto. De mareo de cifras y de volatilidad extrema. ¿Quién dijo que los mercados eran aburridos?
Sorprende que haya sido precisamente ésta la peor semana que ha vivido Wall Street desde hace un año (ha retrocedido cerca de un 5 por ciento). Sobre todo si se tiene en cuenta que la sensación de los inversores al comienzo de la semana podía definirse como de cierta tranquilidad. No en vano, EEUU había conseguido, aunque fuera in extremis, alcanzar un acuerdo para elevar el techo de deuda e impedir, por tanto, que la principal economía del mundo entrara en suspensión de pagos. Pero se interpretó que el acuerdo fue de mínimos, lo que llevó a que cada vez fuesen más los analistas que considerasen que ese acuerdo no impedirá que la triple A de EEUU siga en riesgo. La razón, sencilla: ese acuerdo no sólo no favorece una recuperación económica, sino que, además, la obstaculiza ya que imposibilita que la Administración de Obama lance los tan necesarios planes de estímulos que permitan que su economía no entre en recesión.
La recesión amenaza a EEUU
Una posibilidad que crece exponencialmente con cada nueva estadística que se conoce en EEUU. De hecho, fue un mal dato de ISM manufacturero, que cayó hasta los 50,9 puntos (por debajo de 50 indica recesión) lo que hundió a las bolsas el lunes, que cayeron más del 3 por ciento. Caídas así suelen traducirse en un contexto normal de mercado en rebotes al día siguiente. Pero, claro, el contexto actual es de todo menos normal.
No hay que olvidar que el renovado miedo a la recesión en EEUU llega en medio de una crisis de deuda europea sin precedentes, que ya dura más de un año. Sí, es cierto, que la UE alcanzó un acuerdo hace ya dos semanas para impedir una reestructuración de la deuda griega pero también lo es que no se concretarán los términos hasta septiembre. Y eso, como es lógico, genera aún más incertidumbre. Ya no tanto para Grecia, Irlanda o Portugal, que ya han sido rescatados, sino sobre todo para España e Italia. El resultado, el esperado: sobreventa de bonos públicos con el consiguiente repunte de las primas de riesgo, que conquistaron nuevos máximos históricos. El hecho de que la española superara los 400 puntos básicos o que el bono a 10 años marcara un nuevo máximo en el 6,45 por ciento llevó incluso a José Luis Rodríguez Zapatero a aplazar sus vacaciones al tiempo que el mismísimo Silvio Berlusconi rompía su silencio para anunciar un plan de estabilidad... Para septiembre. Otra vez septiembre.
Ninguno de ambos mandatarios parecieron convencer al mercado, que ya empezaba a descontar un rescate en alguna de estas economías, aunque la Comisión Europea se reafirmase en su idea que "no hay plan de rescate para España". Dio igual. Las principales plazas europeas siguieron registrando números rojos y renovando mínimos anuales y si bien las mayores ventas se vieron en el Ibex 35 y en el italiano Ftse Mibtel, que han despedido la semana con caídas del 9,9 y 13 por ciento, la sombra de un rescate también pasó factura en uno de los pocos bastiones bursátiles que habían aguantado en positivo hasta ahora, el Dax, que ha pasado al terreno negativo en el año, al que se castigó por un temor a una frenazo económico.
Y es que hay que tener en cuenta que el hecho de que los inversores cada vez demanden más intereses para comprar deuda pública de la periferia no hace sino encarecer el coste de financiación de estas economías, ya de por sí muy endeudadas -se calcula que sólo a España se le ha encarecido un 54 por ciento en el último año-. Un encarecimiento que daña su capacidad de recuperación económica y sin crecimiento de la economía es imposible salir a flote.
Esta necesidad de crecimiento económico justifica, por ejemplo, que bancos centrales como el de Suiza o el de Japón hayan optado por intervenir para debilitar la fuerte apreciación de sus divisas, el franco suizo y el yen, que encarece sus exportaciones y por tanto amenaza su crecimiento y que se habían convertido en las últimas semanas en los refugios fetiche de los inversores.
Trichet no ayuda
Pero el protagonismo no sólo recayó en los bancos centrales suizo y japonés. Dicen que siempre queda la esperanza, y esta semana la esperanza se concentraba en el Banco Central Europeo (BCE), que celebró su reunión mensual el jueves. Hasta que en septiembre se concreten las condiciones para que el Fondo de Rescate de la UE adquiera bonos públicos, el BCE es el único que puede intervenir para comprar deuda y frenar su rendimiento. Y eso es lo que esperaba el mercado.
Al optimismo porque Trichet anunciara que sí, que el BCE, adquiriría deuda pública, se unió el buen resultado de la subasta de bonos a tres años del Tesoro español, que colocó deuda por debajo del precio de mercado. Sin embargo, la alegría duró poco. La ambigüedad de las palabras de Trichet en cuanto a si el BCE compró o no deuda pública no gustó. Nueva decepción para el mercado, nuevas ventas de bonos públicos de la periferia y nuevas caídas en los mercados de renta variable, que tampoco encontraron en Wall Street una razón para cambiar las ventas por compras. Y las consecuencias, otra vez nefastas, con retrocesos el jueves que rondaron el 4 por ciento.
Demasiadas malas noticias, que ni siquiera consiguió borrar el buen dato de empleo que se conoció ayer en EEUU -la tasa de paro cayó hasta el 9,1 por ciento-. La estadística dice que las bolsas siempre reaccionan bien ante un buena cifra de este tipo, pero siempre hay excepciones. Y la de ayer fue otra. Al menos para el mercado europeo, que cerró con pérdidas. Wall Street, sin embargo, consiguió cambiarlas por ganancias al calor de los rumores de que el BCE está dispuesto a comprar bonos españoles e italianos.
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