sábado, agosto 06, 2011

Nuestra respuesta a las crisis ajenas

Nuestra respuesta a las crisis ajenas
Es más grave la reducción del ritmo de crecimiento de EU a sólo 1.2% anual y su desempleo estancado en 9 por ciento.
Julio Faesler

Lo que acabamos de presenciar en Washington fue el grotesco sainete que los más recalcitrantes del Partido Republicano armaron con la problemática presupuestal de su país con el descarado propósito de debilitar al presidente Obama y subvertir sus perspectivas de reelección.

Exhibieron al mundo la incapacidad de su país de cubrir su astronómicas deudas, sobrecargadas por dispendios militares y las quiebras de las grandes hipotecarias, herencias de las épocas Bush.
Nadie cree que el acuerdo de última hora aprobado por ambas cámaras del Congreso el lunes haya conjurado el peligro de que la tesorería norteamericana tenga que declarar su incapacidad para pagar sus deudas.


La degradación de las emisiones del Tesoro norteamericano que aplicarán las certificadoras como Moody’s o Standard & Poor’s, aumentará las primas de riesgo perjudicando los bonos norteamericanos lo que desviará inversiones a otras emisiones o al oro y plata.


El desplome en las bolsas de valores del mundo, incluso la nuestra, es un espejo, en que la colocación en el mercado financiero de nuestras emisiones podría afectarse.


Más grave para nosotros que los efectos bursátiles-financieros, es la reducción del ritmo de crecimiento de EU a sólo 1.2% anual y su desempleo estancado en 9% que arrastra a la baja su nivel de consumo y desalienta importaciones. Nosotros les destinamos 80% de nuestras ventas al exterior.


Los quebrantos de la economía estadunidense no son, sin embargo, simples problemas presupuestales. En el fondo anida la incapacidad neta de su aparato productivo nacional para soportar los altos niveles de consumo, endeudamientos e inmensos programas oficiales. Ahora les tocará aplicar los impopulares reajustes en gastos y alza de impuestos, que en Europa se decretan para rescatar las economías de Grecia, Irlanda, Italia, Portugal, Bélgica o España.


En las ciudades estadunidenses se repetirán las protestas que se alzan en las plazas de Madrid, Barcelona o Roma, exigiendo, de paso, que los funcionarios y agentes financieros regresen las desorbitadas gratificaciones que todavía reciben por haber desencadenado las crisis que esfumaron las fortunas de millones de ahorradores.


Lo que está sucediendo en EU y otros países occidentales demuestra que la fuerza económica y financiera no se mide en inflados niveles de consumo sino en el respaldo físico y tangible de su musculatura productora rural e industrial.


México será tan fuerte como lo sean su agricultura y sus manufacturas. Pero todavía estamos atorados en la etapa preindustrial de la maquila: más de 70% de lo que hacemos depende de importación temporal. Si consolidamos nuestra producción cultivando y fabricando esos insumos, para incluso exportarlos a los mercados globalizados, alcanzaremos madurez y empleo para toda nuestra mano de obra.


Pero es penoso ver todas nuestras calles repletas de comercio informal, puestos de comida y venta de piratería, únicas salidas para una excelente mano de obra con capacidad e ingenio que en mucho rebasan esas actividades, y que no logra incorporarse a la producción del campo o de los talleres y unirse a los otros millones de trabajadores cuya eficiencia y laboriosidad explican los éxitos que ya estamos alcanzado.


La gradual elevación de salarios y costos de otros insumos en países competidores asiáticos, están emparejando condiciones económicas mundiales y va abriendo espacios a nuestra producción, que si cuenta con inteligentes apoyos oficiales, surtirá nuestro mercado de 112 millones de consumidores, base primaria que, con exportaciones, dará capacitación y ocupación a todos. Nuestro progreso no puede ni debe seguir siendo dependiente.


En los problemas de otros hallemos respuestas.

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