¿CÓMO SERÁ EL ORDEN MUNDIAL EN 2050?
Hay que rediseñar el capitalismo, en los países en vías de desarrollo, ampliar la clase media, y en los desarrollados, mantenerla e implementar las prácticas sostenibles.
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Desde la Segunda Guerra Mundial, es fácil ver que se ha producido en todo el mundo una gran convergencia en torno a las instituciones y las prácticas de la democracia y la economía políticas. Unos países tras otros han seguido el ejemplo de Estados Unidos, que ofrecía al mundo un modelo de desarrollo basado en el ascenso de la clase media. Esta convergencia no nace de un triunfalismo sobre el “fin de la historia”, sino que es parte de un avance constante, desde hace siglos, hacia los tipos de instituciones y políticas que mejor permiten alcanzar “la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad” para las modernas sociedades de masas. Incluso China, a su manera, se ve arrastrada de forma inexorable a este torbellino convergente. Y no hay motivos para pensar que esa convergencia vaya a interrumpirse en el futuro.
Estados Unidos inventó la clase media, la atractiva idea de que la gran mayoría de la población puede –y debe—disfrutar de un nivel de vida aceptable y una calidad de vida elevada. Cada país ha tratado de incorporar este principio. Europa –en otro tiempo, tierra de monarcas y dictadores— adoptó plenamente esa sociedad de clase media originada en EE UU y avanzó un paso más. El capitalismo social europeo dio a la clase media una base más sólida al crear una prosperidad más repartida y proporcionar más apoyo y seguridad a las familias y los trabajadores que el “capitalismo de Wall Street” estadounidense.
Hoy vemos que China, India, Brasil, Rusia y otros países de todo el mundo intentan construir sus propias versiones de este modelo de desarrollo basado en la clase media. Pekín ha aumentado su clase media en 200 millones de personas, una hazaña extraordinaria, pero sigue siendo un país pobre y en desarrollo, porque la mayor parte de sus 1.300 millones de habitantes viven aún en condiciones difíciles. Viajar de las zonas rurales a las ciudades es como hacer un recorrido a través del tiempo: los campesinos siguen arando la tierra con búfalos y la mayoría de los hogares en el campo carecen de comodidades modernas.
Las economías de India y Brasil están en pleno desarrollo y siguen el camino conocido que conduce a la sociedad de clases medias: creación de riqueza gracias al espíritu emprendedor y la industria privada, seguida de acumulación de recursos y de una lenta pero constante redistribución de éstos. Algunos países están recorriendo esta vía más deprisa y con más acierto que otros, algunos han adoptado mejores instituciones, que fomentan tanto la creación de empleo y el espíritu emprendedor como una prosperidad muy repartida de tal forma que, poco a poco, estimulan la macroeconomía e impulsan el consumo, los estabilizadores automáticos y los niveles de vida. En este proceso, la eficacia del gobierno es un ingrediente esencial; en muchos aspectos, la condición indispensable que determina el éxito o el fracaso. Pero este proceso dura decenios y, en realidad, éstos se miden a posteriori, no en el mismo momento.
Por eso, la pregunta respecto a 2050 es: ¿conseguirán estos países promover el modelo de sociedad basada en las clases medias? ¿Y puede el entorno planetario soportar esa explosión que añadirá aproximadamente 5.000 millones de personas a la clase media?
Creo que la respuesta a la primera pregunta es un rotundo sí. El modo de vida de la clase media, en gran medida, responde a los impulsos más básicos del ser humano: la pasión por la vida, la libertad, las oportunidades y la búsqueda de la felicidad, incluidas las diversiones y los placeres. Es una afirmación que vale tanto para la gente en China, India, Brasil, Egipto e Irán como para los habitantes de Francia, Alemania, Suecia, Grecia, República Checa, Polonia, Canadá, Japón y Estados Unidos. La lección de la primavera árabe, como la de la Revolución de Terciopelo en su día, es que los países de todo el mundo, en su mayoría, aspiran a su propia versión del sueño de la clase media y siempre van a intentar materializarlo para su pueblo. La gente seguirá reclamándolo, a pesar de los obstáculos políticos, porque esa demanda es tan persistente como la hierba que crece entre las grietas de las aceras.
El reto para Europa, EE UU, Japón, Canadá, Australia y otras naciones desarrolladas, es cómo mantener su nivel de vida sin ahogarse en deuda pública y privada | ||||||
Esta convergencia, por supuesto, tendrá distinto aspecto según los países, pero contará con ciertos rasgos comunes. Para los más pobres, el reto será alimentar una economía política que no sólo permita la creación de riqueza sino también cierto grado de democracia representativa, porque esta última es un factor necesario para la redistribución, reduce la corrupción y aumenta las filas de la clase media. Algunos dicen que China está creando un modelo de desarrollo nuevo, crecimiento económico sin democracia política y lo llaman despotismo ilustrado o dictadura consultiva. En mi opinión, es una valoración equivocada y prematura, porque, a la hora de la verdad, los Estados que tienen fe en el individuo son los únicos que pueden ofrecer verdaderamente a sus ciudadanos la búsqueda de la vida, la libertad y la felicidad, que es lo que anhelan casi todas las personas. Los individuos prácticamente en todas partes desean la libertad, y la expresión política de ésta es cierto grado de democracia representativa.
Incluso en la China actual, existe más actividad democrática de la que se suele pensar. Pekín celebra más elecciones que ningún otro país; son sufragios locales, y no todos son legítimos, puesto que, en muchos casos, el Partido Comunista escoge a todos los candidatos. Pero cada vez hay más candidatos independientes y las investigaciones demuestran que están haciendo que haya menos corrupción y un poco más de soberanía popular en las instancias locales.
Además, el presidente y el primer ministro chinos han hecho recientes declaraciones en favor de la democracia. En septiembre de 2010, el presidente Hu Jintao pronunció en Hong Kong un discurso en el que hizo un llamamiento a plantear nuevas ideas sobre la democracia en su país. Dijo: “Es necesario... celebrar elecciones democráticas con arreglo a la ley; tener una toma de decisiones, una gestión y una supervisión democráticas; proteger el derecho del pueblo a saber, a participar, a expresarse y a supervisar”. Sus palabras desarrollaban unos comentarios similares a las del primer ministro chino Wen Jiabao, pronunciados el mes anterior en Shenzhen, el puerto franco que encabeza la revolución económica del gigante asiático. Asimismo, el país está haciendo experimentos de ejercer lo que se denomina democracia deliberativa y practicando la democracia interna en el Partido. El venerado líder chino Deng Xiaoping dijo en una ocasión que China tendría elecciones nacionales 50 años después, es decir, en 2037, y es posible que el calendario vaya por delante de lo previsto. Pero lo más probable es que la democracia china no sea una copia exacta de la versión occidental, sino un híbrido particular; por ejemplo, algunos especialistas influyentes han propuesto una combinación de elementos de la democracia representativa con una meritocracia de estilo confuciano.
Europa seguirá avanzando por su propia vía de convergencia y armonización interna, aunque en estos momentos no se sabe bien hasta dónde. El reto para los europeos, igual que para Estados Unidos, Japón, Canadá, Australia y otras naciones desarrolladas, es cómo mantener su nivel de vida sin ahogarse en deuda pública y privada. Los países más ricos están tratando de averiguar cómo fomentar un nuevo modelo de desarrollo que no necesite tanto unas burbujas de activos que estallan, un consumismo descontrolado y una deuda pública y privada excesiva como estímulos para la macroeconomía (y, en el caso de EE UU, cómo dejar de depender de forma tan crucial de un gasto militar descontrolado como programa de empleo y estímulo fiscal para la economía, ya que el gasto militar es un método muy ineficaz de estimular la economía).
Ante estos desafíos económicos, y como reacción al hecho de que los economistas ortodoxos no previeran la caída de 2008, la canciller alemana, Angela Merkel, hizo una declaración en la reunión del G20 del pasado otoño que cambió las reglas del juego. “Es fundamental que regresemos a una vía de crecimiento sostenible”, dijo. Propuso su teoría sobre la crisis económica, que iba más allá de los desequilibrios en las balanzas comerciales y aseguró que una de las principales causas había sido que “no teníamos un crecimiento sostenible. En muchos países, el desarrollo se apoyó en la deuda y las burbujas [especulativas]”.
Lo que estaba diciendo Merkel era que la etapa de la economía de efecto cascada a lo estadounidense se había acabado. El mundo necesita descubrir cómo pueden mantener las economías desarrolladas a sus ciudadanos sin recurrir a tasas de crecimiento muy elevadas, burbujas de activos ni un consumo desatado y cómo tener un avance que sea ecológicamente sostenible (a diferencia del Gobierno de Obama, los dirigentes europeos no han abandonado por completo las actuaciones contra el calentamiento global en medio de esta crisis económica). Los líderes europeos parecen creer que están empezando de cero en este modelo de desarrollo capitalista de Wall Street y ofreciendo un correctivo necesario para que haya un capitalismo renovado, propio del siglo XXI. Ya han avanzado mucho más que la Administración de EE UU en el rediseño de su sistema regulador financiero, con la creación de cuatro organismos nuevos encargados de intervenir, en caso necesario, para evitar otro derrumbe (por otra parte, los bancos europeos siguen siendo inestables y los fondos de inversión libre y los derivados están poco regulados).
El proceso de rediseñar el capitalismo con arreglo al modelo de capitalismo social tardará muchos años, pero tengo un optimismo precavido al respecto y pienso que saldrá bien. Creo que los esfuerzos producirán resultado porque no hay más remedio. ¿Qué alternativas hay? Europa ya ha probado con siglos de guerras enconadas y destructivas, y no consiguió nada. No, la forma de avanzar es, en los países en vías de desarrollo, ampliar la clase media, y en los desarrollados, mantener esa clase media e implementar las prácticas sostenibles desde el punto de vista ecológico y económico. En la sociedad inteligente derivada de todo ello, el proceso de convergencia resultante de la globalización estimulará las mejores prácticas en materia de instituciones y políticas de apalancamiento.
CARISMAS, INSTITUCIONES Y ENFERMEDADES
El futuro escenario de los países latinoamericanos gobernados por líderes fuertes es incierto, complejo y muy arriesgado.
JUAN BARRETO/AFP//Getty Images |
En 1922 Max Weber definía el carisma como algo extraordinario. Esta cualidad, afirmaba Weber en su obra Economía y Sociedad, debería medirse de acuerdo al valor que le adjudican los seguidores, ya que no hay carisma sin el reconocimiento por parte de los dominados de esa habilidad extraordinaria del líder. Esta forma de posesión presenta dos problemas: su rutina y sucesión. Si la dominación carismática se prolonga en el tiempo, ésta debe transformarse porque la cotidianeidad le quita lo extraordinario. Por otra parte, el carisma no se trasmite ni se enseña por lo que la sucesión se desvanece.
La dominación carismática abunda en la historia latinoamericana. Militares y civiles trataron de serlo o parecerlo para justificar su autoridad y legitimar su permanencia. Más que una cualidad extraordinaria, los líderes de esta región han intentado perpetuarse aprovechándose de ésta. La combinación de carisma y populismo ha dado muy buenos resultados a aquellos que quisieron, y quieren, morir con el poder en sus manos. Los costos de esta ambición individual desmedida son muy altos, pero no inmediatos, lo que favorece su perpetuación.
La dominación carismática-populista se ha caracterizado por un discurso político polarizante y una identificación entre el pueblo y el líder. La cultura política se inunda de conflictos entre un ellos y un nosotros diseñado por el dirigente. En este contexto, este tipo de posesión simula la redistribución de la riqueza, como solución para resolver la injusticia social, económica y política que prevalece en la región. De la mano de estos guías carismáticos y populistas, las clases trabajadoras, los pobres y marginales y, más recientemente, grupos étnicos o sociales históricamente ignorados, parecen integrarse al juego político.
Pero la historia de la región muestra que estos proyectos no han logrado, hasta ahora, modificar la injusta distribución de la riqueza. Por el contrario, el legado ha sido, en la mayoría de los casos, una profunda polarización política que, lejos de resolver, perpetúa los conflictos distributivos.
Hay otro aspecto negativo en esta combinación de carisma y populismo: todo el juego político se concentra en el líder, anulando las mediaciones partidarias, minimizando la división de poderes, avasallando las instituciones democráticas.
Una vez más, un país latinoamericano se encuentra en una encrucijada política como consecuencia de esta dominación carismática. Hugo Chávez, un efectivo aglutinador de carisma y populismo, encontró una barrera diferente a su expansión: su salud.
El Caracazo de 1989 y la incapacidad de la clase política surgida del acuerdo del Punto Fijo para interpretarlo, empujaron a los partidos políticos tradicionales al abismo creando un vacío de poder que Chávez supo llenar. Más de dos décadas después, es probable que Venezuela se enfrente a una situación similar. La enfermedad del mandatario y sus viajes a Cuba para tratarla muestran los riesgos de la dominación carismática ya puntualizados por Weber en 1922.
La enfermedad del líder no es sólo un problema privado sino nacional que pone en peligro el proyecto personal de seguir en el gobierno indefinidamente. Chávez no tiene herederos políticos. No hay una estructura partidaria que retome sus postulados para continuar su proyecto. No hay una superestructura jurídica y simbólica que fije las reglas políticas. Todo lo que se ve, es un acompañamiento de su familia. Pero como decía Weber, el carisma es intransferible y ni su hermano, ni sus hijas pueden dar continuidad a un proceso cuyo vértice se sostiene en una sola persona. Este enemigo surgió inesperadamente y quebró sus deseos de eternidad en el poder. Chávez no estaba preparado para un final clínico, sus seguidores no se prepararon para esta lucha que no pasa por las guerras asimétricas ni los males perpetrados por el imperio. Sus opositores tampoco pensaron en las debilidades del régimen ni vislumbraron caminos para convertirse en los sucesores.
La foto que muestra reunidos a Fidel y Raúl Castro con Chávez en Cuba inspira preguntarse si han tomado conciencia de su mortalidad y de la fragilidad de sus legados. El escenario futuro de sus países es incierto, complejo y arriesgado. Todavía parecen estar a tiempo de transformar su herencia, abrir el diálogo político con la oposición, construir consensos dejando atrás las polarizaciones y ayudar a conducir una transición hacia regímenes que contemplan el disenso y la tolerancia política.
La irrupción de la enfermedad en el escenario político venezolano enfrenta a las autoridades, los partidos y los ciudadanos con las fragilidades de la dominación carismática y las limitaciones del populismo. Esta es una enseñanza que ya deberíamos haber aprendido en la región. Pero nunca es tarde para entender que detrás de los líderes fuertes no crece el pasto.
Un día de furia en Santiago de Chile
Con las manifestaciones estudiantiles, la capital chilena registró una de las jornadas más violentas desde el retorno a la democracia en 1990. Mientras, la popularidad del presidente Piñera registró un mínimo histórico.
"Manifestaciones de estudiantes en Chile"
Una de las jornadas más violentas desde el retorno a la democracia en 1990 es la que se vivió este jueves en Santiago de Chile, donde dos manifestaciones de los estudiantes que piden mejoras en el sistema educacional, que no estaban autorizadas, fueron impedidas con un gran despliegue policial.
La Plaza Italia es el sector céntrico donde los chilenos se reúnen para festejar los grandes hitos deportivos o políticos y los estudiantes secundarios, universitarios y profesores definieron ese punto para iniciar dos marchas por la Alameda rumbo al palacio de La Moneda.
Sin embargo, el gobierno de Sebastián Piñera no autorizó estas manifestaciones por considerar que se alteraba el orden público al ocupar la principal avenida de Santiago, además de explicar que el permiso no fue oficialmente solicitado.
Y para algunos, esa actitud oficial habría fomentado la participación juvenil.
Pero los estudiantes, que llevan 83 días movilizados, decidieron expresarse de todas formas y desde primera hora intentaron reunirse en las inmediaciones de la Plaza Italia. Un gran operativo policial los fue dispersando desde antes que intentaran empezar a marchar, generándose incidentes que se extendieron durante toda la mañana.
"Error gubernamental"
"Manifestaciones de estudiantes en Chile"
La actividad en el centro de Santiago permaneció prácticamente detenida durante los enfrentamientos matutinos, caracterizados por el uso intensivo de gases lacrimógenos por parte de los carabineros que colmaron las calles con su presencia.
Pero lo que se vivió hasta el mediodía fue menor en comparación con lo que ocurrió al anochecer cuando estaba programado el inicio de la segunda marcha, ya que aunque el operativo policial se repitió, quienes intentaban expresarse fueron constantemente reagrupándose y el tránsito de vehículos se vio cortado en puntos clave de la ciudad.
El gas lacrimógeno inundó las calles céntricas y se levantaron barricadas en diversos sectores, en una situación que a juicio del psicólogo social Sergio González responde a una intervención policial que tuvo dimensiones exageradas.
"Es un error del gobierno, que ha apelado al principio de autoridad y a no permitir la manifestación de los ciudadanos, pero eso significa un retroceso porque al final la imagen internacional y nacional del control o el principio de la autoridad queda totalmente en cuestión", le dijo González a BBC Mundo.
La figura del presidente
La decisión de prohibir la realización de las marchas llegó el mismo día en que se daba a conocer la encuesta semestral del Centro de Estudios Públicos (CEP) -la más importante del país- que arrojó que el presidente Sebastián Piñera obtuvo un 26% de aprobación y un 53% de rechazo.
"Manifestaciones de estudiantes en Chile"
Se trata del peor nivel de aprobación de un mandatario desde 1990, resultado que según el politólogo de la Universidad Central Marco Moreno responde en cierta parte a que "hay una idea instalada de que el gobierno no está enfrentando de manera adecuada el conflicto estudiantil" y eso es rechazado.
En ese sentido, cree que se cometió "un error estratégico", ya que los estudiantes debían responder en estos días a una propuesta de 21 puntos que les entregó el Ministerio de Educación y esto dejó las negociaciones en punto muerto.
"Es muy inadecuado hoy día prohibir estas manifestaciones cuando se sabía que los estudiantes iban a entregar sus respuestas", expresó, agregando que "hay un desacierto serio en términos de la manera en que se enfrentan los problemas, y esa es la sensación que se ha ido instalando entre los ciudadanos".
Analistas y políticos contrarios a Sebastián Piñera señalaron que para el gobierno lo único positivo de esta jornada de enfrentamientos es que esta baja aprobación pasó casi desapercibida en los medios de comunicación, que transmitieron en directo y durante gran parte del día los incidentes.
Una de las últimas cifras entregadas por la policía habla de 527 detenidos, mientras que el ministro portavoz de La Moneda, Andrés Chadwick, enfatizó que lo que pasó este jueves "es culpa de quienes quieren quebrantar el orden público y quieren quebrantar las normas que rigen para todos los chilenos y chilenas".
Wall Street cierra la peor semana del año: el Dow Jones cede el 5,8%
ÚLTIMA HORA
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La Bolsa de Nueva York ha cerrado con tendencia mixta en sus índices esta última jornada de una semana para olvidar. Con la mirada puesta en Europa, los inversores no han mostrado un rumbo fijo y el Dow Jones ha acabado la sesión con un avance del 0,54%, hasta los 11.445 puntos, mientras que en toda la semana se ha dejado el 5,8%. Por su parte, el tecnológico Nasdaq ha bajado hoy el 0,94%, frente al 0,06% que ha cedido el S&P 500.
¿Puede caer la bolsa un 30%? La corrección del último ciclo alcista está en juego
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Hemos vuelto a asistir a una jornada de alto voltaje en las bolsas europeas, lo que nos recuerda la época de gran volatilidad del 2008, cuando tuvimos el último mercado bajista. ¿Hasta dónde pueden llegar las caídas si se confirma un cambio de tendencia? La importancia de los momentos que estamos viviendo es capital para el futuro del mercado.
"Es posible que tengamos que dar por concluida la tendencia alcista iniciada en 2009 y que los máximos marcados en abril hayan sido el punto más alto de todo el ciclo", comenta Joan Cabrero en Ecotrader, el portal de estrategias de inversión de elEconomista.es
Así las cosas, nos encontramos con que el EuroStoxx 50 dibuja un patrón bajista de gran amplitud al perder la zona de los 2.300/2.333 puntos. La proyección de esa figura tendría un objetivo situado por debajo de la zona de mínimos de 2009 en los 1.570 puntos, cerca de un 30% por debajo de los actuales niveles.
En cuanto a EEUU, las figuras de vuelta bajista que hoy podrían verse confirmadas a cierre semanal, según Cabrero, "son lo suficientemente amplias y distributivas como para pensar en que el mercado se va a conformar con alcanzar los objetivos mínimos".
En probable que podamos asistir a un rebote que alivie la sobreventa, que es altísima, pero visto lo visto todo apunta a que una eventual reacción alcista no sería más que una oportunidad para vender. Cualquier rebote puede ser altamente vulnerable.
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