Las agencias de calificación confirman la 'Triple A' de Francia
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Los trece países que mantienen la 'Triple A'
Las agencias de calificación Standard's and Poor, Moody's y Fitch han ratificado hoy el rating de 'AAA' de Francia, con una perspectiva "estable". El ministerio de Finanzas francés ha desmentido "formalmente" los rumores sobre una eventual degradación de la nota de la deuda. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, se ha reunido hoy con los ministros económicos franceses, a los que ha pedido nuevas medidas para cumplir con el objetivo de reducción de déficit.
S&P ha dicho que tal como están las cosas, las previsiones de Francia son estables, pero los mercados siguen preocupados porque los bancos franceses están entre los más expuestos a un empeoramiento de la crisis de deuda soberana europea.
Francia, el más endeudado de los seis estados de la Eurozona con nota AAA, ha prometido recortar su déficit al 4,6 por ciento de su Producto Interior Bruto (PIB) el año que viene y un 3% en 2013, frente al 7,1% de 2010 y el 5,7% que se estima para este año.
Sin embargo, la deuda pública está en el 85% del PIB este año, muy por encima de la recomendación en la eurozona del 60%, y las turbulencias en los mercados han asestado un golpe a las esperanzas de que crezca la inversión, mientras el país se prepara para recibir el viernes unos sombríos datos de crecimiento del segundo trimestre.
Reunión del Gobierno
El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, ha solicitado a sus ministros de Finanzas y de Presupuestos que presenten nuevas propuestas, en el marco de la preparación de los Presupuestos Generales para 2012, para garantizar que se cumplen los objetivos de déficit y que serán adoptadas antes de que finalice el mes de agosto.
El presidente francés Nicolas Sarkozy interrumpió este miércoles sus vacaciones y regresó a París para analizar la crisis de la deuda. En un comunicado tras reunirse con parte de su gobierno y el Banco Central de Francia, Sarkozy incidió en que el compromiso de reducción del déficit de las cuentas públicas es "inviolable" y aseguró que se mantendrá "sea cual sea la evolución de la situación económica".
El oro alcanza los 1.800 dólares la onza
El oro continuaba hoy con la impresionante escalada de las últimas dos jornadas, en las que anotó máximos históricos, y este miércoles superaba por primera vez la simbólica cota de los 1.800 dólares la onza en la Bolsa Mercantil de Nueva York.
Los contratos de oro más negociados, los de vencimiento en diciembre, lograron tocar un récord de 1.801 dólares la onza tras sumar unos contundentes 58 dólares al precio de cierre del martes.
El metal precioso cerró el lunes en un récord histórico de 1.713,2 dólares la onza, que revalidó el martes al cerrar en los 1.743 dólares.
En esta jornada el oro se encaminaba a cerrar con un nuevo máximo tras superar la importante barrera psicológica de los 1.800 dólares, que ha logrado conquistar por su posición como valor refugio en estos días de inestabilidad y nerviosismo en los principales mercados bursátiles del mundo.
Las cinco razones del pánico en los mercados
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El pánico de los inversores
La extrema ansiedad que agita actualmente a los mercados se debe a una conjunción de factores macroeconómicos que espantan a los inversores y crean un clima de pánico en los parqués mundiales.
Estos son los principales motivos:
1. La deuda colosal de Estados Unidos, cuya nota fue degradada por S&P
- La primera economía mundial acumula una deuda colosal de 14,3 billones de dólares y un déficit anual de 1,6 billones de dólares.
- El presidente Barack Obama logró arrancar un acuerdo in extremis con sus adversarios republicanos el 2 de agosto que evitó la suspensión de pagos y por lo tanto la bancarrota del país.
- Pero el compromiso fue juzgado insuficiente por la agencia de calificación Standard and Poor's (S&P) debido sobre todo a las concesiones hechas a los republicanos, opuestos a toda subida de impuestos.
- S&P degradó en consecuencia el 5 de agosto la nota de Estados Unidos, juzgado hasta entonces un prestatario de primera clase (AAA).
- Las bolsas mundiales se desplomaron, aunque paradójicamente, la confianza de los inversores en la capacidad de Washington de devolver su deuda se mantuvo intacta: los intereses de sus bonos permanecieron estables.
2. Eurozona: tras Grecia, Irlanda y Portugal, Italia y España en el punto de mira
- Los mercados temen un contagio de la crisis de la deuda soberana a Italia y España, que representan el 30% del Producto Interior Bruto (PIB) de la zona euro. Los bonos de ambos países marcaron récords históricos la semana pasada.
- La inquietud está alimentada por la complejidad de los últimos acuerdos alcanzados por la Eurozona para frenar la crisis y por la demora en aplicarlos, ya que deben ser ratificados a nivel nacional por los 17 países miembros.
- Principalmente, el plan prevé dotar al fondo de rescate de la Eurozona de la facultad de comprar bonos de los países en apuros en los mercados secundarios.
3. Una respuesta política insatisfactoria
- Las divisiones y los enfrentamientos entre demócratas y republicanos, a poco más de un año de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, alimentaron el escepticismo de los inversores en cuanto a la capacidad de los dirigentes para tomar las decisiones necesarias frente a la crisis.
- En la Eurozona, resulta inquietante para los mercados la falta de unidad entre los gobiernos y la resistencia de Alemania a dar su brazo a torcer a la hora de poner más dinero sobre la mesa para ayudar a sus socios.
4. El miedo a una recesión
- Los gobiernos occidentales se comprometieron a aplicar importantes programas de austeridad para reducir su deuda, lo que, según muchos economistas, impedirá mantener y potenciar la senda del crecimiento.
- Las últimas previsiones económicas para Estados Unidos y Europa contribuyen a agitar los ánimos y los mercados temen una nueva recesión mundial, pese a que algunos expertos hablan de una "ralentización", gracias a la buena marcha de China e India.
5. Las perspectivas de las empresas, revisadas a la baja
- Aunque los resultados del primer semestre son más bien positivos, los grandes grupos mundiales se mantienen muy prudentes sobre las perspectivas para la segunda mitad del año.
- Muchas empresas industriales exportadoras y las sociedades de materias primas están revisando sus previsiones a la baja, provocando la caída de sus acciones en las bolsas.
El Ibex 35 se desploma un 5,49% y pierde los 8.000 puntos
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Nuevo "revolcón" para las bolsas europeas, que no sólo no levantan cabeza sino que sigue sin encontrar un suelo a su caída libre. La banca ha sido el sector más castigado. El Ibex 35 ha terminado perdiendo los 8.000 puntos después de desplomarse hoy un 5,49% y cerrar en 7.966 puntos, el nivel de cierre más bajo desde abril de 2009. El índice ha perdido el 17,5% de su valor en lo que va de agosto.
El índice selectivo de la bolsa española ha terminado el día muy cerca de los 7.933 de mínimos del día. La volatilidad y los bandazos han sido la tónica general como indica el hecho de que el máximo de la jornada se situara en los 8.646 enteros. El volumen de negociación fue de 3.664 millones de euros, muy por debajo de las cifras del lunes y el martes.
"La jornada ha vuelto a ser de altísimo voltaje y los bajistas han vuelto a echar al traste con el intento de rebote matinal. El contraataque vendedor ha echado al traste con el rebote y ha provocado nuevos mínimos anuales en muchos de los principales índices europeos, sufriendo especialmente los que tienen una exposición mayor a la banca", destacan los analistas de Ecotrader.
"Técnicamente la situación no ha cambiado. Se mantiene bajista y la sobreventa y las zonas alcanzadas esta semana por numerosos índices mundiales siguen marcando la posibilidad de que se forme un rebote. Lo visto hasta ahora no se puede calificar como tal", añadieron estos expertos.
La excusa del día
Las principales bolsas europeas se desplomaron arrastradas por el hundimiento del sector bancario. Los mercados parecen mirar ahora hacia Francia como otro de los países europeos que pudiera tener problemas. La excusa para los descensos de de hoy han sido los rumores de que el país galo pudieran sufrir una rebaja de rating, algo que han negado las principales agencias de calificación.
El Footsie 100 de Londres cerró con una caída de 3,05%. El Dax de Fráncfort terminó con un nuevo descalabro del 5,13%, con lo que acumula unas pérdidas del 19% en una semana. El CAC 40 de París, cerró con una caída del 5,45%.
Santander y BBVA por debajo de los 6 euros
Santander y BBVA han liderado las pérdidas del Ibex 35 con descensos del 8,33% y el 7,83%, respectivamente. Ambas entidades han situado el precio de sus acciones por debajo de los 6 euros, nivel que no alcanzaban desde marzo de 2009.
A continuación se situaron Gamesa (-8,09%) y ArcelorMittal (-7,58%). Banco Popular se dejó un 6,74%, Telefónica, un 5,69%, Bankinter, un 5,53% y Banco Sabadell, un 4,5%.
Francia lucha para mantener su calificación AAA
PARÍS (EFE Dow Jones)--Francia está preparando nuevas medidas para asegurarse de que cumple los objetivos de reducción del déficit, indicó el miércoles el presidente del país Nicolas Sarkozy, en un intento por mantener a toda costa su calificación crediticia de triple A.
Sarkozy, que volvió inesperadamente a París desde su retiro vacacional en la Costa Azul para convocar una reunión con sus principales ministros y con el gobernador del Banco de Francia, Christian Noyer, dijo que los objetivos de reducción del déficit son "imperativos" y encargó a los ministros de Finanzas y Presupuesto que hagan propuestas para salvaguardarlos.
Un remedio para el mal de EE.UU.
Las salidas de una trampa de liquidez no son fáciles: más deuda fiscal, devaluación o un poco de inflación
DAVID WESSELLos acontecimientos que acapararon la atención de la prensa en los últimos días fueron los desplomes del Promedio Industrial Dow Jones de 512,76 y 634,76 puntos. Pero lo más significativo fue la decisión de Bank of New York Mellon de cobrar a sus grandes clientes corporativos por depositar dinero en lugar de pagarles interés.
Es un síntoma de una enfermedad económica que John Maynard Keynes bautizó como "la trampa de la liquidez", y es una de las razones de qué la economía estadounidense tenga tantos problemas para salir del agujero en el que se encuentra.
Una trampa de liquidez es una rara condición que apareció durante la Gran Depresión y se creyó desaparecida hasta que reapareció en Japón en los años 90. Estados Unidos ha contraído un caso de los graves.
El mal se caracteriza por una economía en la que las tasas de interés son tan bajas que los consumidores, empresas e inversionistas no se preocupan si el dinero es en efectivo o inversiones con intereses.
Keynes lo llamó "trampa" por dos razones.
La primera es que mientras los consumidores y las empresas preserven el efectivo en vez de gastarlo o invertirlo porque esperan que la economía permanezca débil, entonces la economía seguirá postrada. Las compañías del S&P 500 tienen la friolera de US$963.000 millones en efectivo.
En segundo lugar, convierte en impotente la habitual política monetaria de la Reserva Federal. Reducir las tasas de interés a menos de cero es (casi) imposible. Imprimir dinero para comprar bonos genera reservas estériles para los bancos, y no mucho préstamo o gasto adicional.
La noción de trampa de liquidez fue materia de un acalorado debate entre Keynes y sus contemporáneos a mediados del siglo XX y fue resucitada en un seminario de 1998 por el economista de la Universidad de Princeton Paul Krugman. "Nadie pensó que una trampa de liquidez podría ocurrir en Japón", escribió. "Ahora que ha ocurrido, deberíamos preguntarnos si podría pasar en otro lugar". (En ese momento, Krugman pensaba en Europa).
No todos quedaron muy convencidos. "La relativamente discutible reputación de la trampa de la liquidez es bien merecida", opinó el economista de Bentley College Scott Sumner.
Si estuviésemos en una trampa de liquidez, ¿cómo podríamos escapar? Los expertos tienen tres remedios, todos con efectos secundarios de tal magnitud que hay bastante reticencia a probarlos.
La clásica receta keynesiana es que el gobierno se endeude y gaste para estimular la demanda y crear empleo. Eso significaría que EE.UU. tendría que pedir prestado y gastar en la actualidad mientras adopta políticas creíbles para reducir el déficit que entren en vigor más adelante. El gobierno, por ejemplo, podría realizar en los próximos dos años todos los proyectos en infraestructura previstos para la siguiente década.
Pero muchos estadounidenses y la mayoría de los republicanos están convencidos de que el primer intento de estímulo fiscal del presidente Barack Obama fue un fracaso y generó un endeudamiento demasiado oneroso. Una segunda ronda de estímulo fiscal parece imposible desde el punto de vista político, al menor por ahora.
Lars Svensson, actual vicepresidente del banco central de Suecia, asegura que hay un método "infalible" para salir de una trampa de liquidez: devaluar la moneda. Aunque el gobierno de EE.UU. y la Fed no miran con malos ojos la caída del dólar, que ha apuntalado las exportaciones estadounidenses, es improbable que emprendan una campaña explícita para debilitar el dólar, lo que no sería aconsejable si se toma en cuenta el papel del dólar como ancla del sistema financiero global.
La tercera alternativa tiene que ver con la inflación. La tasa de interés que verdaderamente cuenta para la economía es la real, es decir la que incorpora la inflación. Algunos economistas señalan que una salida de una trampa de liquidez es que la Fed convenza a todo el mundo de que va a generar más inflación. Si la inflación se acelerea y las tasas se mantienen, entonces la tasa real cae y pasa a ser negativa. Eso les daría a las personas una razón para endeudarse y gastar.
Uno de los defensores de esta propuesta es el economista de la Universidad de Harvard Kenneth Rogoff, quien sostiene que incrementar el ya elevado nivel de endeudamiento de EE.UU. constituye un error. "La única manera práctica de reducir el siguiente período de doloroso desendeudamiento y bajo crecimiento sería un brote sostenido de inflación moderada, digamos de entre 4% y 6% durante varios años".
Los ingresos aumentarían con la inflación, las deudas se mantendrían y serían más fáciles de pagar.
Ben Bernanke, el presidente de la Fed, quien no ha dudado en poner en práctica remedios poco tradicionales, no está muy convencido de que esta receta vaya a funcionar.
No está seguro que el banco central genere un brote inflacionario moderado y teme las consecuencias si la entidad deja de lado su compromiso con la estabilidad de precios.
En la economía, al igual que en la medicina, un diagnóstico equivocado prolonga la enfermedad; al igual que negarse a tomar el medicamento. Ese es uno de los motivos por los que la Gran Depresión de los años 30 duró más de 10 años.
Pese a las críticas, Standard & Poor's acertó sobre EE.UU.
NEAL LIPSCHUTZNUEVA YORK (Dow Jones)--La ironía probablemente no se ha perdido entre los detractores o los partidarios de las principales agencias calificadoras de crédito luego que una de las decisiones más controversiales del grupo, la rebaja de la calificación de deuda de largo plazo de Estados Unidos de "AAA" a "AA+" por parte de Standard & Poor's, no reportara ni 10 centavos en ingresos.
Eso se debe a que la rebaja de la calificación fue, en palabras de S&P, "no solicitada" por el emisor de deuda, en este caso, el gobierno de Estados Unidos. Dada la reacción negativa del gobierno del presidente Barack Obama, uno se pregunta cuándo se pagará la cuenta si el país realmente tenía que pagar por la calificación.
[Un portavoz de S&P confirmó el domingo al periodista de Dow Jones Newswires Stephen Bernard que Estados Unidos no paga a S&P por calificaciones no solicitadas].
La mayoría de los emisores de deuda pagan a S&P y a Moody's Investors Service, la otra gigante calificadora de riesgo, por el placer de que evalúen públicamente la solvencia de su deuda. La vasta mayoría de esos emisores son empresas.
Durante los años posteriores a los escándalos contables corporativos de fines de los 90, las grandes agencias calificadoras a veces se vieron en situaciones difíciles con los participantes del mercado y el Congreso. El modelo de recibir dinero de los emisores de deuda ha sido considerado por algunos como un conflicto de intereses. La defensa de las agencias ha sido que saben cómo manejar potenciales conflictos y la amplia base de aquellos a quienes califican y a quienes cobran, lo que elimina el conflicto ya que no dependen enteramente de ningún emisor en particular. Algunas agencias calificadoras más pequeñas obtienen ingresos de inversionistas institucionales, y no de emisores de deuda.
En los últimos años, esta columna expresó simpatía hacia las grandes calificadoras después que fueran criticadas por no darse cuenta lo suficientemente rápido de los fraudes contables de Enron y otras empresas estadounidenses. La defensa de las agencias calificadoras tenía sentido. En esencia, dijeron, no éramos auditores y basamos nuestras calificaciones en los mismos datos fraudulentos que atrajeron a los inversionistas en primer término.
Los críticos de las grandes calificadoras se endurecieron más después que el colapso de los derivados hipotecarios [todos con calificación AAA] condujera a una crisis crediticia más grande. El Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado encontró problemas en el trabajo de las grandes calificadoras a medida que crecía la burbuja inmobiliaria. El presidente del subcomité, el senador Carl Levin, demócrata por Michigan, dijo en abril de 2010 que la "confianza" de los inversionistas en las calificaciones se "rompió en la última crisis financiera". Algunos argumentaron que las equivocaciones de las calificadoras sobre los derivados hipotecarios ayudaron a crear una serie de eventos que causaron los déficits presupuestarios cada vez más grandes que ahora están siendo mencionados por S&P.
Ahora hay intentos para que los grandes inversionistas sean menos dependientes de las calificaciones y las regulaciones que se basan en las calificaciones que se están analizando. El hecho simple es que las calificadoras son exitosas debido a que en la jerga de los negocios tienen una "solución" para un "problema" de los inversionistas institucionales como es juzgar y valorar por su cuenta a una serie de emisores de deuda.
Después de rebajar la calificación del gobierno de Estados Unidos, S&P es objeto de un tipo distinto de crítica, aunque las supuestas manchas del pasado ciertamente han sido sacadas a la luz para alentar el descontento. Esta vez, debido especialmente a que quienes no pertenecen a las finanzas luchan por entender exactamente qué es una agencia calificadora de crédito, las críticas se reducen a una pregunta retórica: ¿quién eres tú y qué te da el derecho?.
¿Quién eres tú para juzgar a nuestras instituciones democráticas? ¿Quién eres tú para decir a nuestros representantes electos y, por lo tanto, a la gente, cómo asignar nuestros recursos y dónde gastar nuestro dinero, si lo gastamos? Las agencias calificadoras han escuchado injurias similares en Europa cuando se ha tratado de las calificaciones soberanas.
Sin embargo, los hechos son los hechos. Es difícil rebatir la crítica esencial de S&P respecto de la posición fiscal de Estados Unidos. Se debe hacer más para reducir los déficits de Estados Unidos con el tiempo, y permítanme decir sin exagerar que es difícil que eso vaya a suceder pronto. Tal vez en las elecciones presidenciales del 2012 se presente un camino políticamente alcanzable. Tal vez no.
Por ahora, se supone que S&P y Moody's están acostumbrados a estar bajo la lupa. No hay que culpar a su modelo de negocio en esta oportunidad. S&P está recibiendo los golpes sin cobrar nada.
Esta crisis es diferente a la de 2008
Esta crisis es diferente a la de 2008
FRANCESCO GUERRERAEs un paralelismo que está seduciendo a banqueros e inversionistas de Wall Street: 2011 es una repetición de 2008, la historia de la agitación financiera repitiéndose en un círculo interminable.
Como murmuró sombríamente el gestor de un gran fondo este fin de semana mientras iba a su oficina para prepararse para un lunes tumultuoso: "La sensación de deja vu casi hace que uno se sienta enfermo".
Aquellos que piensan en 2011 como "2008, la continuación" ahora tienen su propio "momento Lehman". Simplemente sustituya la histórica rebaja de la calificación de deuda estadounidense por parte de Standard & Poor's el 5 de agosto por el colapso del banco de inversiones en septiembre de 2008, y, voilá, obtiene una copia al carbón de un hecho que hizo que sucediera lo impensable y que asustó a los mercados en todo el mundo.
En la segunda parte tienen razón. Los inversionistas se veían decididamente asustados este lunes cuando cayeron las bolsas asiáticas y europeas y el Dow Jones se desplomó 643,76 puntos, o más de 5%.
Pero la turbulencia del mercado por sí sola no es suficiente para probar que la historia se repite a sí misma.
Tomando prestada una frase que suele ser utilizada para explicar las burbujas de inversión, esta vez es diferente, y los banqueros, inversionistas y ejecutivos de las empresas que miran los problemas de hoy a través del prisma de 2008 se arriesgan a evaluar incorrectamente los asuntos que enfrenta la economía global.
Hay tres diferencias fundamentales entre la crisis financiera de hace tres años y los acontecimientos de hoy.
Comenzando por lo más obvio: las dos crisis tuvieron orígenes completamente distintos.
La primera comenzó abajo y fue subiendo. Comenzó entre los compradores de casas excesivamente optimistas, subió por la máquina de titularización de Wall Street, con algo más que una pequeña ayuda de las empresas de calificación de riesgo, y terminó infectando la economía global. Fue el quiebre del sector financiero lo que causó la recesión.
La situación actual, en cambio, es un asunto que va desde arriba hacia abajo. Gobiernos de todo el mundo, incapaces de estimular sus economías y poner sus casas en orden, han perdido gradualmente la confianza de las empresas y las comunidades financieras.
Eso, a su vez, ha causado una fuerte reducción en el gasto y la inversión del sector privado, lo que provoca un círculo vicioso que lleva a un desempleo alto y un crecimiento débil. Los mercados y los bancos, en este caso, son víctimas, no culpables.
La segunda diferencia es quizás la más importante: las compañías financieras y los hogares vivieron una fiesta con el crédito barato antes de la crisis de 2007-2008.
Cuando la burbuja reventó, la dieta de choque de desendeudamiento causó un enorme shock recesivo.
Esta vez, el problema es el opuesto. El estancamiento económico está llevando a empresas e individuos a guardar su dinero y no endeudarse, lo que resulta en un consumo y un crecimiento de la inversión anémicos.
La diferencia final es una consecuencia directa de las primeras dos. Dado su origen, la catástrofe financiera de 2008 tenía una solución simple, aunque dolorosa: los gobiernos debían intervenir para proveer una gran cantidad de liquidez a través de tasas de interés bajas, rescates a bancos e inyecciones de dinero en la economía.
Un funcionario de la Reserva Federal en su momento lo llamó "shock y asombro". Y otro lo resumió así: "Vamos a respaldar todo".
Esta política no resultó barata y los gobiernos de todo el mundo volcaron alrededor de US$1 billón (millones de millones) al sistema. Tampoco fue justa para los contribuyentes que tuvieron que hacerse cargo de la factura por los pecados de otras personas. Pero al final tuvo éxito en evitar una depresión global.
Hoy, una respuesta así no está en el menú. Los problemas actuales no son causados por una falta de liquidez —las empresas estadounidenses, por ejemplo, tienen acumulados montones de efectivo— o por demasiado apalancamiento. Tanto los balances de las empresas como los de los individuos ya no están inflados de deudas.
El problema real es una falta de confianza crónica de los actores financieros en sus pares y en la capacidad de sus gobiernos para impulsar el crecimiento económico.
Si necesita una prueba, simplemente observe los problemas en las "cañerías" del sistema financiero —desde el mercado de acuerdos de recompra a los préstamos entre bancos— o pregúntele a Standard & Poor's o a los compradores de bonos italianos y españoles, cuánta confianza tienen en que los políticos solucionarán este lío.
La naturaleza peculiar de esta crisis implica que recurrir a las armas utilizadas en la anterior simplemente no dará resultado.
Considere el actual clamor en Wall Street para que las autoridades monetarias intervengan, ya sea en la forma de mayores inyecciones de liquidez (o "alivio cuantitativo 3") por parte de la Reserva Federal o del Banco Central Europeo.
Es algo tan de 2008.
Incluso si los bancos centrales se inclinaran a hacerlo, bombear más dinero a una economía ya repleta de efectivo no aliviará mucho. En estos días, las grandes empresas están yendo a los bancos, depositando su exceso de fondos en cuentas seguras pero ociosas, como queda demostrado por la decisión sin precedentes del Bank of New York de la semana pasada de cobrar a las empresas que dejen su dinero en sus bóvedas.
En cuanto a los inversionistas inquietos, no es probable que unos pocos miles de millones de dólares más que emita el Tío Sam o su primo de Frankfurt sean suficientes para persuadirlos de volver al mercado.
En 2011, el mundo financiero no puede ir con la gorra en la mano a las capitales políticas, esperando que les den algo. Para salir del actual impasse, los mercados deberán depender de su fortaleza interna o esperar que los políticos tomen medidas radicales para impulsar el crecimiento económico.
Una solución impulsada por el mercado no es imposible. En algún momento, los precios de los activos serán tan baratos que volverán a despertar los "instintos animales" tanto de inversionistas como de empresas.
Como Warren Buffett una vez les escribió a sus accionistas: "Usualmente hemos realizado nuestras mejores compras cuando la percepción de algún acontecimiento macroeconómico estaba en su nivel máximo".
La alternativa es esperar que los políticos en EE.UU. y Europa aprueben las reformas fiscales y laborales necesarias para volver a despertar la demanda y el crecimiento de la inversión. Pero eso va a llevar tiempo.
Como ocurre frecuentemente, el pasado se ve mucho más simple que el presente. Pero la realidad es que, a diferencia de 2008, el dinero de los gobiernos no sirve de nada en el ambiente estresado de hoy.
—Francesco Guerrera es el editor de la sección Money & Investing de The Wall Street Journal.
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