La economía cava la fosa de Obama con la pala de la desconfianza en su liderazgo
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Una serie de malas noticias -las oscilaciones en los mercados, los temores de una nueva recesión, un desempleo persistente y problemas con un acuerdo de deuda- ha sacudido la confianza en el liderazgo del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y podría perjudicar sus oportunidades de lograr la reelección.
Obama busca un segundo período presidencial en las elecciones de noviembre de 2012, y pese a que aún falta más de un año, una economía que se mantiene débil, junto con una creciente percepción del mal funcionamiento político en Washington podrían complicar su suerte política.
El espectáculo político que precedió al pacto bipartidista de este mes para aumentar el techo de endeudamiento y la posterior rebaja de la calificación de la deuda estadounidense por parte de una importante agencia crediticia han desatado numerosas historias en medios locales sobre el declive de Estados Unidos como potencia mundial bajo el mando de Obama.
Además, los sondeos muestran que los índices de aprobación de la gestión de Obama están bajando, cuando además miembros de su Partido Demócrata se quejan sobre su liderazgo y critican su disposición para hacer concesiones ante los republicanos en el Congreso.
Un sondeo Reuters/Ipsos reveló el miércoles que un 73% de los estadounidenses cree que el país va por mal camino. Es la cifra más alta de descontento desde octubre de 2008, en plena crisis financiera y apenas semanas antes de que los votantes estadounidenses se alejaran del Partido Republicano del entonces presidente George W. Bush para poner a Obama en la Casa Blanca.
"Es difícil imaginar al optimismo público aún más negativo sobre la economía de lo que es ahora. (...) En términos de opinión pública, (Obama) tiene un largo camino cuesta arriba", dijo Karlyn Bowman, miembro del grupo de expertos American Enterprise Institute.
"Creo que a los estadounidenses les gustaría reelegir al primer presidente afroamericano, pero en última instancia la elección presidencial es un referendo sobre la gestión", señaló.
Obama también afronta críticas diarias por parte de los distintos republicanos que quieren optar a la candidatura de su partido. Está previsto que el gobernador de Texas Rick Perry, considerado un potencial rival fuerte, se una a la carrera el sábado.
Agitación en los mercados
Esta semana ha habido enormes oscilaciones en los mercados. El promedio industrial Dow Jones osciló cientos de puntos en ambas direcciones en medio de las preocupaciones por la economía estadounidense y la rebaja de su calificación, además de la crisis de deuda en Europa.
"El fiasco del límite de endeudamiento y la rebaja, salpicados por (...) altibajos en el mercado de valores, hicieron que algo sonara en mi interior", dijo Matt Miller, miembro del Centro para el Progreso Estadounidense. "Es el sonido de la confianza en el liderazgo de Obama rompiéndose", escribió en el periódico Washington Post del viernes.
"Hasta ahora, el presidente ha fallado a la hora de dar una explicación coherente sobre dónde estamos y qué tenemos que hacer que entiendan los americanos", dijo William Galston, socio del centro de análisis Brookings Institution.
A la espera de un golpe de timón
Obama ha prometido ofrecer una serie de buenas ideas para impulsar la creación de empleos y el lunes parte en una gira en autobús de tres días a la región central de Estados Unidos para hablar sobre su visión. Pero hasta ahora, solamente ha reiterado los llamamientos para actuar sobre una serie de medidas de las que ha hablado durante meses, incluyendo la extensión de los recortes de impuestos a las nóminas y ayuda a los desempleados.
Mientras tanto, a los estadounidenses les preocupa la reciente agitación que les recuerda a la crisis financiera de 2008, y temen una nueva recesión.
Christina Romer, ex asesora de Obama en economía, dijo que el riesgo de una recesión ha aumentado e instó al presidente a pensar en un programa que genere los cientos de miles de empleos que dice que la economía necesita.
"Ahora tiene una oportunidad única de realmente defender al pueblo estadounidense. El Congreso es casa y es una oportunidad de intentar crear consenso en torno a una alternativa audaz", dijo Romer, profesora de economía en la Universidad de California, en Berkeley. El Congreso estadounidense se encuentra en su receso de verano.
Críticas republicanas
Por su parte, los republicanos insisten en criticar el elevado gasto gubernamental.
"Lo que tenemos que afrontar es una reforma estructural, no un estímulo", dijo Glen Hubbard, antiguo asesor económico de Bush. "Hacer mejoras creíbles a largo plazo sobre la posición fiscal del país puede tener efectos poderosos a corto plazo, al reducir la incertidumbre sobre futuras cargas fiscales".
La economía global y sus dirigentes: estancados y paralizados
Las recientes y dramáticas caídas en las bolsas de todo el mundo responden a la interacción de dos factores: los fundamentos económicos y las respuestas políticas -o mejor dicho, la falta de respuestas políticas-.
Examinemos primero cúales son los fundamentales. Las tasas de crecimiento económico en Estados Unidos y Europa resultan bastante bajas -están incluso muy por debajo de las expectativas recientes-. El lento crecimiento ha golpeado duramente a todas las valoraciones de los títulos bursátiles y ambas economías corren ahora el riesgo de una importante contracción.
Una desaceleración en cualquiera de las dos economías avanzadas producirá una ralentización en la otra -y también en los emergentes de mayor tamaño que, hasta ahora, habían logrado mantener un crecimiento muy rápido frente a las aletargadas economías más desarrolladas-. La capacidad de recuperación de los países emergentes no será posible si asistimos a unas recaídas de Estados Unidos y Europa: los emergentes no serán capaces de contrarrestar por sí mismos las abruptas disminuciones de la demanda de los países avanzados, no importa cuán saludable sean las cuentas públicas de estas naciones en desarrollo.
La caída de la demanda interna estadounidense refleja aumentos en el ahorro, daños en la situación financiera de los hogares, desempleo y dificultades fiscales. Como resultado, el gran sector de los productos no exportables y la porción correspondiente a la demanda interna del sector de los bienes exportables no son capaces de impulsar el crecimiento y el empleo. Eso deja a las exportaciones -los bienes y servicios que se venden a las regiones en crecimiento de la economía mundial (en su mayoría emergentes)- a cargo del problema. Y el refuerzo que precisa el sector exportador de Estados Unidos requiere superar varias barreras estructurales y competitivas harto significativas.
El mundo asiste a una desaceleración correlacionada del crecimiento en los países avanzados (con unas pocas excepciones) y en todas las partes sistémicamente importantes de la economía global -incluso, posiblemente, las emergentes-. Y la actual caída del valor de las acciones para reflejar de manera más realista los fundamentos económicos debilitará aún más la demanda agregada y el crecimiento. De ahí el riesgo en aumento de una recaída importante -y los mayores problemas fiscales-. Esos factores combinados deberían producir una corrección en los precios de los activos que los alinee con las expectativas revisadas a medio plazo para la economía global.
Pero la situación trae aparejada además el presentimiento de algo más que una corrección importante. Incluso a medida que se ajusten las expectativas, habrá una creciente pérdida de confianza entre los inversores sobre si resultan adecuadas las respuestas políticas en Europa y Estados Unidos (y, en menor medida, en las emergentes). Ahora queda claro que los impedimentos al crecimiento, tanto estructurales como financieros, han sido continuamente subestimados. Lo que no está tan claro es si los dirigentes tienen la capacidad para identificar los asuntos más críticos y la voluntad política para ocuparse de ellos.
En Europa, los diferenciales de riesgo están aumentando para la deuda soberana italiana y española. Los rendimientos han llegado a rondar el 6 por ciento (una zona que habitualmente se considera como de peligro) en ambos países. Junto con unas perspectivas de crecimiento bajas y en disminución, el peso de la deuda se está tornando lo suficientemente oneroso como para que despierte algunas dudas sobre su capacidad para estabilizar la situación y recuperar el crecimiento por sí mismos.
Italia y España exponen con toda claridad la vulnerabilidad europea. Como a Grecia, Irlanda y Portugal, su participación en el euro les niega la posibilidad de utilizar la devaluación y la inflación como instrumentos de política económica. Pero la caída en el valor de su deuda soberana -y el tamaño de esa deuda en relación a la de los países europeos más pequeños en dificultades- implica una erosión mucho mayor de la base de capital de los bancos, lo que a su vez aumenta el riesgo adicional de los problemas de liquidez y de mayores daños económicos.
El foco de la política interna en Europa ha sido el de reducir los déficits, con poca atención a las reformas o las inversiones que buscan impulsar el crecimiento a medio plazo. En la Unión Europea aún no hay una respuesta política complementaria diseñada para que se detenga el círculo vicioso del aumento de los tipos de la deuda y las trabas al crecimiento al que en estos momentos se enfrentan tanto Italia como España.
Son necesarias políticas nacionales y europeas creíbles para estabilizar la situación. Sin embargo, ninguna de esas políticas se percibe como algo próximo. La reciente volatilidad de los mercados ha sido, en parte, una respuesta al aparente aumento del riesgo de unos resultados peores a los previstos debido a la parálisis o a la pura negación política.
Del lado de Estados Unidos, la integridad de la deuda soberana se cuestionó durante demasiado tiempo. A lo largo de esos meses de indecisión política, los bonos del tesoro estadounideses se han convertido en un activo más arriesgado. Una vez que desapareció el riesgo inmediato de la suspensión de pagos, el dinero huyó de los activos con más riesgo a los bonos del Tesoro a la espera de que se pasen todas las malas noticias económicas: principalmente un crecimiento débil y decreciente, un estancamiento del empleo y la caída de precios de los activos.
En los debates sobre la política interna estadounidense son pocos los indicios de una estrategia de crecimiento factible y orientada hacia el empleo. Para ser justos, algunos creen que recortar el presupuesto es una estrategia de crecimiento suficiente, pero ésa no es ni la visión de la mayoría ni, desde luego, la reflejada por los mercados.
Se han ignorado en gran medida las trabas estructurales y competitivas al crecimiento. Existe muy poco reconocimiento del hecho de que la demanda interna agregada no podrá recuperarse hasta sus niveles previos a la crisis excepto a través del crecimiento. De hecho, la tasa de ahorro de los hogares sigue aumentando.
Los detalles pueden escapar a los votantes y algunos inversores, pero la política no se está centrando en restaurar el crecimiento y el empleo en el medio y largo plazo. Ciertamente, existe una profunda incertidumbre sobre si estos imperativos ocuparán el centro de la agenda y sobre cuándo lo harán.
En las economías emergentes, por el contrario, la inflación es un desafío, pero el mayor riesgo para el crecimiento proviene de los problemas de los países avanzados. Además, allí también son necesarias reformas y cambios estructurales importantes para sostener el crecimiento. Cambios que podrían posponerse o sufrir retrasos en una economía mundial en desaceleración.
La realineación del valor de los activos con unas perspectivas más realistas del crecimiento probablemente no sea un mal resultado, aunque impulsará la caída de la demanda en el corto plazo. Pero la incertidumbre, la falta de confianza y la parálisis o los puntos muertos en la política pueden causar fácilmente excesos en la destrucción de valor, infligiendo daños extensos a todas las partes de la economía global.
Esta imagen relativamente sombría puede cambiar, aunque probablemente no en el corto plazo. Es posible que retorne la estabilidad, pero no lo hará hasta que la política interna en los países avanzados, junto con una coordinación de las políticas internacionales, introduzca cambios creíbles para restaurar un patrón de crecimiento inclusivo, implementando la estabilización fiscal en forma tal que apoye al crecimiento y el empleo.
En resumen, nos enfrentamos a dos problemas que interactúan: una economía global que está perdiendo la batalla para restablecer el crecimiento y la ausencia de respuestas creíbles en el ámbito político. Demasiados países parecen centrarse más en los juegos políticos que en el desempeño económico. Los mercados simplemente están reflejando estas fallas y riesgos.
(Michael Spence es Premio Nobel de Economía y profesor de Economía de la Stern School of Business, Universidad de Nueva York)
No es la deuda de Europa ni de Estados Unidos... es algo peor
¿Cuáles son las causas de la última crisis del mercado financiero y sus implicaciones? Como es habitual en economía, hay muchas respuestas, pero las dos que aparecen más en los titulares (la crisis de la eurozona y la pérdida de la calificación triple A de EEUU) son casi seguro erróneas.
La decisión de S&P de rebajar la nota a EEUU a AA+ podría suponer una pesadilla para Obama, el primer presidente que ha sufrido la humillación de semejante recorte en la historia americana, aunque tal vez los votantes culpen a la mayoría republicana en el Congreso.
Tras la reciente confrontación sobre la deuda estatal, el porcentaje de votantes a favor del Tea Party cayó de un máximo de casi el 40 por ciento en 2010 al 18 por ciento, prácticamente igual que el 24 por ciento de republicanos y 14 por ciento de todos los votantes que responde en las encuestas que Obama "podría ser el anticristo".
Implicaciones políticas aparte, para los inversores profesionales la rebaja crediticia no ha sido más que un chiste malo. Las susodichas agencias (que no son más que empresas comerciales en realidad) ya se desacreditaron ellas solas con los conflictos de intereses manifestados durante la crisis de las hipotecas basuras, al cobrar cientos de millones de dólares por adjudicar calificaciones de triple A a títulos que poco después se hundieron.
Por esa razón, sus afirmaciones ya no ejercen una influencia real en los mercados. Quedó confirmado cuando el tesoro americano disfrutó de una rebaja en los tipos de intereses que debe abonar sobre sus deuda justo después de la degradación. Esta conducta, aparentemente perversa, no sorprendió a los inversores más sofisticados, que desde hace tiempo ganan dinero haciendo lo contrario de lo que aconsejan las agencias, por ejemplo, prestando dinero a tipos bajos a Japón cada vez que S&P le rebaja el estatus.
En resumen, cualquiera que sea la causa del pánico en el mercado no tiene nada que ver con el desasosiego por la calificación crediticia de Washington. ¿Y la crisis en la eurozona y su propagación desde Grecia, Irlanda y Portugal hasta Italia y España?
La ruptura del euro supondría un trastorno espantoso para la economía mundial, pero la decisión del Banco Central Europeo de comprar bonos de los Estados italiano y español ha conseguido un indulto al menos hasta septiembre. Después, los políticos europeos deberán enfrentarse al inevitable dilema que llevan posponiendo desde el inicio de la crisis: desmantelar el euro o crear una federación fiscal en toda regla. Por el momento, los mercados de bonos en Italia y España respondieron positivamente a la iniciativa del BCE.
Si eliminamos esas causas, ¿sólo nos queda un comportamiento gregario irracional? Por mucho que nos gustara tachar el caos de esta semana de pánico, existen al menos tres razones graves del repentino brote de pesimismo.
La más importante es la tremenda revisión a la baja de la estadística económica americana que pudo observarse a finales de julio. Hasta entonces, reinaba la creencia generalizada de que la economía de Estados Unidos había disfrutado de un repunte considerable tras la crisis de Lehman y sólo el empleo iba a la zaga de otras recuperaciones. Sin embargo, con la información más detallada disponible hasta 2003, está claro que la economía estadounidense ha sido mucho más débil durante la última década y la recesión post-Lehman mucho más profunda de lo que se pensaba.
Ahora resulta que la economía de Washington no ha recuperado todavía el terreno perdido en la recesión y, lo que es peor aún, la recuperación durante la primera mitad del año se ha diluido en una tasa anualizada de sólo el 0,8 por ciento. El resultado es que el país ha tenido muy poco impulso de cara al tercer y cuarto trimestres. De repente, el crecimiento autosostenible que esperaban casi todos los negocios e inversores americanos, la junta de la Reserva Federal y muchos analistas (incluido yo) se ha puesto en duda.
Es mucho más probable ahora que hace varios días que EEUU sufra una doble recesión o un largo periodo de estancamiento a lo japonés. Por otro lado, es un destino muy similar el que le espera a Gran Bretaña, como confirman las nefastas estadísticas de producción industrial y vivienda publicadas en Reino Unido, sin mencionar los trastornos económicos y la desesperación causada por los disturbios de esta semana.
La posibilidad, si no probabilidad todavía, de que EEUU vuelva a hundirse en una recesión apunta a un segundo motivo de auténtica alarma: la sensación de que los Gobiernos y bancos centrales de todo el mundo han agotado las medidas de revitalizar el crecimiento. El Ejecutivo norteamericano y la Reserva Federal no parecen tener opciones plausibles. Un estímulo fiscal adicional queda descartado debido a los déficits históricos y el punto muerto político, mientras que por lo visto de momento los esfuerzos de la Fed para estimular la economía imprimiendo dinero han fracasado.
La impresión de más dinero es lo que exigieron inmediatamente muchos inversores con pérdidas en Wall Street, pero otra dosis de expansión cuantitativa podría resultar peligrosamente contraproducente, si empuja los precios del petróleo y alimentos y debilita el dólar, como ocurrió tras la ronda anterior de QE en otoño.
En teoría, el Gobierno de Estados Unidos podría probar con numerosas medidas (por ejemplo, una inversión en infraestructuras financiada con ventas de activos o la financiación de la Fed para evitar que los embargos de viviendas socaven aún más los precios inmobiliarios), pero en la práctica una intervención tan manifiesta parece imposible dado el tono político de hoy en Washington.
La parálisis en EEUU deja otra posibilidad para icentivar la recuperación: más medidas de fomento del crecimiento en Europa, Japón y otras grandes economías. Por desgracia, esa perspectiva sufrió un duro revés la semana pasada.
El BCE no ha conseguido revertir los aumentos prematuros del tipo de interés anunciados en marzo, que ya han comenzado a dañar el crecimiento. Gran Bretaña está atrapada en un limbo económico y China se pasó toda la semana denunciando la irresponsabilidad de las medidas estadounidenses y europeas, en lugar de proponer cualquier cosa constructiva.
Sólo Japón y Suiza intentaron hacer algo la semana pasada para estabilizar los mercados financieros, actuando para debilitar sus monedas y apoyar al dólar. Sin embargo, para que eso funcione haría falta cierto grado de cooperación global que brilla por su ausencia.
Sin esa cooperación internacional, al mundo sólo le queda esperar que la confianza de empresas y consumidores resucite por voluntad propia. Tarde o temprano, el sector privado se recuperará y generará cierto grado de revitalización económica, pero será una espera larga y dolorosa si los Gobiernos y bancos centrales de todo el mundo no son capaces de colaborar para evitar otra recesión.
(Anatole Keletxky es Director adjunto y jefe de Economía del diario The Times)
El Banco Mundial alerta de que la economía está en una "nueva y peligrosa fase"
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La economía mundial ha entrado en una "nueva y peligrosa fase", ha dicho este sábado el presidente del Banco Mundial, Robert Zoellick. En una entrevista para el semanario australiano "Weekend Australian", cree que lo más peligroso para la economía es la crisis de la deuda de los países europeos e insta a que reaccionen rápidamente.
A pesar de la caída de la calificación de la deuda de Estados Unidos, que causó el pánico de los mercados, Zoellick cree que la crisis de la deuda de los países europeos es por el momento la más preocupante.
Con Grecia y Portugal acosadas por la deuda y otros países amenazados, no es sólo la economía de la zona euro la que está amenazada, sino también la propia existencia de la moneda, expresó Zoellick.
¿Cuánto tiempo?
Los inversores, ha subrayado, comienzan a preguntarse durante cuánto tiempo Alemania y Francia van a poder continuar ayudando a los países amenazados sin ponerse ellos mismos en peligro.
"Estamos en el comienzo de una nueva tormenta, diferente a la crisis de 2008. En las últimas dos semanas, hemos pasado de una difícil recuperación a una fase nueva y más peligrosa", ha explicado. "La lección de 2008 es que mientras más esperamos, más severas han de ser las medidas".
Cambios de poder
Más allá de las consecuencias financieras inmediatas, Zoellick estima que esta crisis provocaría cambios en el equilibrio de poderes en el mundo. Para él, esta crisis significa pasar el poder económico de Occidente a China
Para el presidente de la institución financiera, una devaluación del yuan ayudaría a moderar la inflación, aunque a la vez se volverían más baratos los productos chinos en el extranjero. Por otra parte, según Zoellick China quiere mejorar la protección social de su población, pero sin acercarse al modelo europeo, ha matizado. "Me dicen... que es demasiado caro".
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