Cero empleos nuevos en la América de Obama
|
|
Estados Unidos celebra el lunes el Día del Trabajo y el presidente Obama tiene un serio problema. A todos los efectos, la economía parece estar estancada en punto muerto con noticias hoy de que la economía americana creó un total de cero empleos en agosto. Esto llega después de dos meses de casi cero crecimiento. No es sorprendente que el índice de desempleo en agosto siga en el 9.1%, prácticamente sin cambios desde abril. De hecho, no ha cambiado en nada y, por primera vez, desde 1945 no se crearon nuevos empleos — cero.
Estados Unidos tiene ahora el mercado laboral más débil en una generación y el pueblo americano lo sabe. En una nueva encuesta de CNN/ORC publicada esta semana, el 65% de los ciudadanos dicen que desaprueban cómo maneja el presidente Obama la economía. E incluso la Casa Blanca ha rebajado sus expectativas para el futuro económico de Estados Unidos, como informa The Hill:
Cuando se tiene en cuenta la “sustancial turbulencia” económica de los dos últimos meses, la administración espera que la economía crezca tan poco como un 1.7% en 2011, comparado con el año pasado. Esto es inferior a una proyección de crecimiento más optimista del 2.7%, hecha en febrero.
En verdad, como está la situación, incluso una tasa de crecimiento del 1.7% sería notable, dado que la economía creció en la primera mitad del año a una tasa anualizada de cerca del 0.7% y desde entonces se ha ralentizado. Un índice de crecimiento del 1.7% sugiere una sobresaliente aceleración que comenzó inmediatamente. Más que sobresaliente es increíble.
Pero nada de esto debería ser noticias sorprendentes. Este mes, la valoración de mitad de año que hizo la Oficina de Presupuesto del Congreso sobre el presupuesto y la situación económica, tomando como base los datos hasta junio y por tanto sin saber de la reciente ralentización adicional, predijo que el índice de desempleo caería solo hasta el 8.9% a finales de este año pero que se quedaría por encima del 8% hasta 2014.
Si los americanos quieren volver al pleno empleo, lo que significa que el desempleo debería estar alrededor del 5%, entonces tendrán que esperar hasta 2018 si se consigue infundir confianza a los empleadores y estos empiezan a contratar al mismo nivel promedio que durante la expansión de 2003–2007 (+176,000 empleos mensuales). Pero 176,000 empleos por mes distan mucho de los cero empleos de hoy.
Y aunque la economía americana no está creando nuevos empleos netos, el presidente Obama no ofrece ideas nuevas para arreglar el problema. En un discurso que dará el próximo jueves ante una sesión conjunta del Congreso, se espera que el presidente vuelva a insistir en las mismas políticas caras e ineficaces que ha probado desde que empezó su presidencia. Y es una filosofía económica que el país ha llegado a conocer demasiado bien. El presidente espera que, a fuerza de puro gasto de los dólares del contribuyente, él logre darle la vuelta a la economía. No está funcionando — y tampoco logran encontrar trabajo casi catorce millones de americanos.
Un claro ejemplo: la iniciativa verde del presidente Obama — su propuesta de botar los dólares del contribuyente en proyectos de energías alternativas con el objetivo de crear empleos verdes. Ha fracasado sin lugar a dudas. Incluso el New York Times informaba de que la promesa del presidente de crear cinco millones de empleos verdes en diez años ha demostrado ser nada más que castillos en el aire. Esta semana, el fabricante californiano de paneles solares Solyndra se declaró en bancarrota a pesar de haber recibido $535 millones de avales financiados por el contribuyente a través del Departamento de Energía. ¿Resultado final? Unas 1,100 personas sin empleo. Pero durante su gira por el Medio Oeste, el presidente siguió hablando de la promesa de la economía verde.
Luego han estado haciendo circular una vieja idea — el gasto en infraestructura. ¿Recuerdan el estímulo de $780,000 millones del presidente que incluía gastos de infraestructura en “proyectos de rápida implementación” por todo el país? A pesar de que el gobierno insufló liquidez en la economía, no se crearon empleos en agosto. Como el presidente dijo, bromeando: “De rápida implementación…. no han sido tan… eh… rápidos como esperábamos”.
Sin embargo, el “banco para infraestructuras” que se rumorea que estará dotado con hasta $30,000 millones, parece ser un componente central del plan de empleos que el presidente presentará la semana que viene y un incremento del gasto en construcción de carreteras y puentes es también uno de sus asuntos político-sindicales favoritos. El presidente de la AFL-CIO Richard Trumka, hizo un llamamiento esta semana para que Estados Unidos gaste $400,000 millones por año durante diez años en proyectos de obras públicas — y ese dinero, convenientemente, beneficiaría directamente a los miembros de su sindicato a expensas de la economía de Estados Unidos. Si necesitamos más gastos gubernamentales en infraestructura es un debate por sí mismo. Lo que está claro es que $30,000 millones gastados durante varios años en una economía que es 500 veces más grande no marcaría una gran diferencia.
El experimento keynesiano de dos años y medio de inundar la economía con dólares del contribuyente ha fracasado, pero el presidente y sus aliados sindicales continúan difundiendo el mito de que la única forma de salvar la economía es gastando más. Hay otra forma de hacer las cosas: liberando a los pequeños negocios de Estados Unidos de las cadenas que día a día les impone la actual sobrerregulación, liberar a familias y emprendedores de la amenaza de mayores impuestos y recortar los gastos para eliminar el miedo atenazador de la crisis de deuda de la nación. El crecimiento cero del empleo no tiene por qué ser la realidad en Estados Unidos, pero cambiar el rumbo significará enterrar el sueño de que más gasto gubernamental solucionará el problema¿Necesitaron del gobierno los hermanos Wright para que el hombre volara?
|
|
Olvídese de empresarios, magnates de la industria, inventores y científicos. Según Steven Chu, secretario de Energía de Obama, tenemos que agradecerle al gobierno de Estados Unidos por todas las maravillas de la tecnología.
En un discurso hace unos días en la Cumbre de la Energía Limpia Nacional del senador Harry Reid, a Chu se le cayó la careta mostrando su verdadera inclinación filosófica –y la del Departamento de Energía bajo la administración Obama– al pronunciar un discurso alabando la participación del gobierno en el desarrollo de tecnologías (incluso a ayudar a que los aviones puedan despegar). En palabras de Chu:
Por tanto, el gobierno jugó un papel increíblemente estrecho en [el desarrollo de] todas las tecnologías que llevaron a la prosperidad a los Estados Unidos y no debemos perder de vista ese hecho.
Chu bosquejó una historia de la participación del gobierno en la creación de mercados para los aviones (en su opinión, los hermanos Wright no hubieran sido nada sin el gobierno de Estados Unidos y el servicio postal), la industria americana del semiconductor, Internet y la productividad de la agricultura americana. Victor Joecks escribe en el blog del Nevada Policy Research Institute sobre la opinión de la historia que tiene Chu:
Por supuesto, los hermanos Wright inventaron [el vuelo a motor], dice Chu, pero si no fuera por el gasto militar o por permitir que empresas privadas entreguen el correo de Estados Unidos (increíble que Chu considere la desregulación como participación “estrecha” del gobierno, pero me estoy yendo por las ramas), no cabe duda de que los aviones habrían desaparecido.
Hay un curioso hecho de la historia que Chu deja fuera. Harry P. Wolfe y John Semmens explican que antes del famoso vuelo de los hermanos Wright (que ellos financiaron sin ayuda del gobierno), el Dr. Samuel Langley del Smithsonian Institute usó una subvención del gobierno de Estados Unidos por 70,000 dólares para crear un avión. ¿Qué pasó? Se estrelló en el río Potomac, los hermanos Wright tuvieron éxito en su vuelo nueve días más tarde y Langley le echó gran parte de la culpa de su fracaso a “insuficientes” fondos federales. Valiente papel “estrecho” del gobierno en materia de tecnología….
Esa historia no se contó en la conferencia de Chu – y por buenas razones. Chu está abogando por mayor gasto público en energía alternativa, un programa de la “Iniciativa SunShot“, la respuesta moderna de la administración Obama al Programa Moonshot de Kennedy. El plan de Obama está diseñado para estimular el crecimiento de las energías alternativas mientras crea puestos de trabajo. El problema es que ninguno se están cumpliendo.
El Nevada Journal informa que, de acuerdo con el Departamento de Estado de Energía, $47. millones en subvenciones federales a través del programa de estímulo sólo han creado o salvado 35,6 empleos en el estado. Y a nivel nacional, el mito verde también es un engaño. El New York Times publicó una dura evaluación de la situación de la economía “verde”, incluyendo la conclusión de que la promesa del presidente de crear cinco millones de empleos verdes en 10 años ha demostrado ser nada más que más castillos en el aire. Y hoy, un fabricante de paneles solares con sede en California, que recibió $535 millones en dinero de los contribuyentes provenientes del Departamento de Energía y US $1.1 mil millones en fondos privados de capital riesgo cerró, dejando a 1,100 personas sin trabajo. ¿La razón? No podía competir en el mercado.
Hay algunas cosas que el gobierno puede hacer y hay algunas cosas que no puede. Cuando se trata de inventar nuevas tecnologías y llevarlas al mercado, ultimadamente, los que tienen éxito son los los que se convierten en comercialmente viables. No importa lo que Chu pueda pensar sobre el poder del gobierno federal, hay algunas cosas que el gobierno simplemente no puede hacer.
El gráfico de la semana: Déficits sin precedentes
|
|
“En vez de seguir peleando las mismas viejas batallas que han dominado Washington durante décadas, es hora de probar algo nuevo. Vamos a invertir en nuestra gente sin dejarles una montaña de deuda”.
Increíble, pero esto lo dijo el presidente Barack Obama. Y, sin embargo, eso es justamente lo que está legando a las generaciones futuras, una inmensa montaña de deuda. Porque el presidente sabe decir muchas, muchas palabras bonitas, pero son palabras que se lleva el viento porque la realidad no es tan bonita como su fina y elocuente retórica.
El gráfico de esta semana muestra que el gasto los déficits presupuestarios del presidente Obama plantean graves riesgos económicos para la nación y su futuro. Ya lo que apuntó en su blog el corresponsal de la Casa Blanca de CBS News, Mark Knoller: “La deuda era de $10.626 billones el día que Obama asumió el cargo. El cálculo más reciente del Departamento del Tesoro muestra que la deuda ha alcanzado los $14.639 billones. Es el aumento más rápido de la deuda que presidente alguno de Estados Unidos haya hecho”. Y es que el presidente “espera que, a fuerza de puro gasto de los dólares del contribuyente, él logre darle la vuelta a la economía”. Parece que ni el presidente ni sus grandes asesores saben de que después del estímulo viene la recaída.
Y en esas estamos. Después de saberse que la economía americana ha creado cero empleos este mes, se espera con gran expectativa el discurso que el presidente pronunciará este jueves, pero sospechamos que solo ofrecerá trilladas y fracasadas ideas como, por ejemplo, nuevos programas de gasto público en infraestructura, o sea más de la vieja receta keynesiana que nos ha mandado… al caos en el que estamos en estos momentos. La esperanza de salvación está en el Congreso, a ver si alguien detiene el tren del gasto público.
El gráfico que ilustra ese artículo es parte del Libro de Tablas Presupuestarias 2011: El Presupuesto Federal en Gráficos de la Fundación Heritage que incluye gráficos de los gastos federales, ingresos, deuda y déficit y programas de derechos a beneficiColombia: La izquierda justifica su mamertismo –
La idiosincrasia política de quienes fungen de izquierdistas es radicalmente plana, y eso no les permite razonar sobre la realidad de la globalización en que se desenvuelven los acontecimientos del mundo contemporáneo.
Pareciera que ser de izquierda equivale a encasillarse en un raciocinio limitado a la fantasía de defender ideas sin causa, y por lo tanto sin identidad política definida. No se aportan argumentos de responsabilidad política seria para construir democracia; pero sin embargo, se habla de democracia. Esto significa entonces que ser de izquierda es simplemente una contradicción de ideas que conducen a la insensatez política, y la insensatez política consiste en la negación de las elementales condiciones de hacer patria representativa del bienestar común, es decir, hacer democracia progresista.
La mentalidad de ser de izquierda se limita a la función de oponerse en forma recalcitrante y ofensiva a los representantes de otras corrientes políticas, especialmente a quienes gobiernan en nombre del pueblo que los ha elegido democráticamente en las urnas. Ah, pero es que siendo de izquierda, el papel es criticar a quienes gobiernan, porque estos dizque son de derecha. Claro, en esta instancia les aplicaría muy bien lo dicho por José Ortega y Gasset: “Hablar de izquierda o de derecha es la manera propicia de ser imbéciles”.
Para la izquierda nada es bueno, optan por la crítica desprovista de reflexión patriótica, acusaciones de toda índole que pretenden entorpecer la marcha del gobierno, apoyos soterrados a grupos ilegales, no hay apoyo a los programas de desarrollo económico, y hablan de la teoría demagógica e irresponsable de un Estado benefactor.
Este perfil apocado en ideas de valor, y que raya en la tontería política, es el que da a los izquierdistas el calificativo de “mamertos”.
Papel de la izquierda en Colombia
Respecto a la izquierda colombiana, nada menos de lo dicho anteriormente le corresponde a su talante. Los representantes de esta línea política son expertos en camuflarse tras las trincheras del oprobio para lanzar infamias a quienes consideran sus enemigos políticos. Lo grave de esta práctica es que se valen del juego sucio para conseguir testigos falsos y acomodar testimonios igualmente falsos en contra de quienes eligen como víctimas de su resentimiento y mala intención.
El ejemplo práctico está a la vista respecto a los torcidos (éstos sí falsos positivos) que se inventan personajes oscuros que acusan a Uribe y a su gobierno. Es una gavilla temeraria que encuentra eco en organizaciones que les acolitan sus perversidades. Bien se podría afirmar que la bronca con el ex presidente Uribe es por la seguridad que él le proporcionó al país como resultado de la guerra que libró con las FARC y las resonantes derrotas que les ocasionó. Parece que dentro de este escenario el terrorismo tuviera defensores de oficio.
Suficiente es mencionar un solo caso, el de la oprobiosa declaración de Piedad Córdoba expresada en México el día 11 de marzo de 2007, en la cual dijo: “El presidente Uribe es mafioso, paramilitar y asesino. Los gobiernos progresistas de América Latina deben romper relaciones diplomáticas con Colombia”. Es duro decir una frase, por lo fuerte, pero hay que decirla: Esta señora “vomita el fuego de sus injurias”. Solo se requiere tener una muy baja condición del don de gentes para ir a otro país a denigrar de esta forma de su propia patria y de la Institución Presidencial. Y saber que después de esta funesta actitud, ella pudo regresar tranquilamente a Colombia; es decir, que el país estaba gobernado por un demócrata que garantizaba las libertades individuales…
Palos en la rueda del desarrollo
La capacidad de la izquierda para entender los polos del desarrollo es demasiado ineficaz. El mejor argumento para sustentar esta tesis es la campaña siniestra que montaron en contra del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos. Desde el 27 de febrero de 2006 dicho tratado fue firmado por los gobiernos de Colombia y Estados Unidos, y luego requería la aprobación de los respectivos Congresos. El Senado de Colombia lo aprobó el 14 de Junio de 2007. Quedaba pendiente la aprobación del Congreso de Estados Unidos. Pues los amigos de la miopía política, para desprestigiar el contenido del TLC, pusieron en práctica una campaña basada en la ignorancia conceptual de lo que significa desarrollo, hasta el punto de involucrarlo con ridículos comentarios de derechos humanos (para desprestigiar al gobierno). Viajaban a USA expresamente a reunirse con miembros del Congreso y con sindicalistas de ese país para denigrar de Colombia y pedir que dicho tratado no fuera aprobado, y gracias a ellos llevamos cinco años luchando por dicha aprobación.
Lo que estos enemigos del desarrollo de Colombia no saben es que el TLC con el país más importante del mundo, con un potencial de consumo de trescientos millones de habitantes, nos dará acceso a la tecnología, inversión en grandes proyectos industriales, creación de nuevas empresas, generación de empleo masivo, potenciación del comercio internacional, en conclusión, desarrollo económico sostenido que jalona el progreso. O si lo saben, lo hacen adrede para tener el pretexto demagógico en su discurso populista de oponerse por oponerse, y con el cual tratan de engañar a la gente.
El crecimiento económico es directamente proporcional al talante de la política aplicada. Está claro entonces por qué los gobiernos llamados de izquierda fracasan y terminan distribuyendo miseria.
Book Review: “Desaparecidos, el negocio del dolor” del Cnel. Luis Alfonso Plazas Vega –
Nadie entenderá este libro sin ubicarse en los hechos sorprendentes y trágicos que le dieron vida.
Corría el año de 1.985 y Colombia libraba una de las más duras guerras que ha tenido que afrontar en su muy guerrera Historia. Esta era contra el narcotráfico, complejo ejército disciplinado en la mejor de las disciplinas, que es la del dinero. Los narcotraficantes no le temían al enjuto Estado que los enfrentaba, poroso por todas sus caras, pero estaban aterrorizados con la única arma eficaz de que disponía, su extradición a los Estados Unidos. Para combatir esa posibilidad desplegaron sus tropas, que empezaron por mostrar una fuerte avanzada, conformada por los mejores, o cuando menos los más costosos abogados, muchos de ellos ex magistrados de las Cortes de Justicia, para combatir el tratado que se había suscrito con los Estados Unidos para tan poco piadoso efecto. El grueso de la milicia, como siempre, estaba integrada por sus implacables mercenarios, a todo dispuestos y capaces de todo. En la poderosa retaguardia, su majestuosa capacidad económica, que llegó a ser tanta como para ofrecer, como en efecto ofrecieron, hacerse cargo de toda la deuda pública externa de la Nación, como contraprestación a los beneficios judiciales que esperaban.
La vía judicial no les era favorable. Corría a voces el secreto de que la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia tenía lista la ponencia para declarar válida la extradición, que contaba con el respaldo unánime del resto de la Corporación. Las amenazas continuas y crueles contra los jueces no habían surtido efecto. Los centenares de pliegos escritos por sus bien aceitados leguleyos, tampoco. El Tratado iba a aprobarse.
Quedaba la violencia. La cuestión era descubrir su fórmula de aplicación. Y fue entonces cuando se produjo la más espantable conjura que se recuerde contra un Estado Democrático en América. Porque la mafia encontró en el camino una guerrilla de mafioso estilo, sin ninguna restricción moral y ávida de algún golpe magistral que la sacara de su postración. Era el M19, grupo de origen comunista, como que sus miembros eran en buena parte militantes antiguos de las FARC, y que no habían logrado impresionar con sus crímenes teatrales, ni con sus aspavientos seudo intelectuales. Y se juntaron esas dos criaturas funestas, para producir el mayor cataclismo político que pueda recordarse.
Eran dos golpes de Estado, reunidos en una sola operación. Por el primero, se asesinaría parte de la Corte y se conservaría el resto como rehén para conseguir la rendición del Gobierno y la promesa formal de que no haría extradición de colombianos. Por el segundo, el Presidente tendría que abandonar su Palacio para sentarse en una mesa de negociación, abierta nada menos que en el Palacio de Justicia, para resolver los problemas del país a la luz de esa extraña doctrina, mezcla de Marx con discursos extravagantes sobre Justicia Social, sin que faltara un poco de agua bendita, la de la Teología de la Liberación, por supuesto, que el M19 se empeñaba en imponer con sus grotescos métodos.
La sola enunciación de esos propósitos descubre su naturaleza demencial. Solo a unos locos ignorantes y feroces, como a Pablo Escobar y a la cúpula del M19, se les podía ocurrir semejante barbaridad. Pero se les ocurrió. Cuando se quiere pasar a la Historia y cuando se entiende que con el dinero se consigue todo, puede abrirse paso cualquier absurdo. Y fue como se selló la alianza, para que uno pusiera armas, dinero y cuanto resultara menester, y los otros el atrevimiento para desafiar con las armas y en semejantes condiciones a la más antigua y estable democracia de América Latina.
Los colombianos no podíamos creer lo que pasaba. Era demasiado horrendo, hasta para nuestras sensibilidades embotadas en los más extremos excesos. Pero estaba pasando. Y pasó. Ante la curiosa ausencia de la Policía de custodia, nunca explicada, los asaltantes penetraron al Palacio de Justicia, previo el asesinato de sus casi inermes guardianes. Rápidamente se apoderaron de todas las instalaciones, hicieron trincheras de los sitios estratégicos, prendieron el fuego que les interesaba, asesinaron a sangre fría unos cuantos magistrados y se dispusieron a esperar la llegada del Presidente de la República.
En su lugar llegaron los soldados, que hicieron cara a los armamentos ultramodernos y a los sitios previamente definidos como los mejores por la turba asesina. Pero nada los arredró. Un puñado de héroes salvó la República y a centenares de inocentes que iban a ser masacrados. Y les dieron libertad, a costa de los mayores sacrificios, la vida de soldados y policías incluida en la inmensa cuota de dolor que debieron pagar en el altar de la Patria.
Cuando todo terminó, muchas horas después. Cuando del Palacio en cenizas solo quedaron los últimos rescoldos, los colombianos nos sentimos a salvo. Porque estuvimos a punto de perderlo todo. Y Por eso saludamos con pañuelos blancos el paso de nuestros héroes camino de sus batallones, comandados también en la victoria por quien luchó con ellos, padeció con ellos, apuró con ellos todos los dolores y aceptó con ellos todos los peligros, casualmente y por fortuna para la verdad, el autor de este libro. Fueron horas de emoción indescriptible. Lacerado el corazón por el dolor de las pérdidas, sentíamos a salvo lo que más amábamos: la libertad, la fe en los destinos de Colombia, y su honor sin mancilla.
Han pasado 26 años. Y del fondo de la caverna se ha vuelto a escuchar el rugido de los leones hambrientos. Y han vuelto por lo mismo. Por la dignidad de la República. Por su gloria. Por su libertad. Solo que ahora las armas son distintas, mucho más sofisticadas, mucho más mortíferas, mucho mejor calibradas. Los que no pudieron dar un golpe de Estado, ahora lo intentan por otros caminos. Los que querían nuestra rendición, la consiguen sin fusiles ni bombas. Les basta el artificio matrero de una justicia indigna. Les basta la infamia de los testigos falsos, y pásmese lector, hasta de los testigos inexistentes. Les basta la ingenuidad y la cobardía de una sociedad que no sabe defenderse. Les basta agazaparse detrás de una toga y un birrete para ametrallar nuestro honor y despedazar nuestros sentimientos, nuestros valores, nuestras aspiraciones.
Y este libro es esa historia. La que lo asombrará, lector querido, lo indignará, lo sorprenderá. La historia en la que un hombre, el Coronel Luis Alfonso Plazas Vega, ha sido escogido como mártir propiciatorio de la mayor indecencia, la mayor audacia y la mayor injusticia que se hayan visto en Colombia. Todo vale. Cuando están de por medio las mismas torcidas ambiciones de aquellas macabras jornadas del 6 y 7 de noviembre de 1.985, aumentadas con la expectativa del vellocino de oro, nada queda demasiado lejos. Porque le anticipo a quien repase estas líneas, que ni siquiera las lágrimas de ahora son auténticas, condición para que fueran respetables. Cuando al dolor se le pone precio, se convierte en una mueca indigna. Los muertos del Palacio de Justicia, que están donde el autor demuestra que están, quieren ser canjeados por sus herederos por un puñado de dólares concedidos por algún tribunal de justicia. Para lo que se requiere, claro está, que Plazas Vega sea condenado por un delito que nadie ha cometido.
Los supuestos desaparecidos, este libro lo prueba mil veces, no desaparecieron. Fueron cruelmente sacrificados por los compañeros de guerrilla de uno de los demandantes, un tal René Guarín. ¿Le extraña? Es mejor que entre a estas páginas dispuesto a no dejarse extrañar por nada.
El drama va a comenzar. El telón se levanta. La tragedia abre sus alas de espanto. La seguiremos con la unción con que los griegos presenciaron las que salían de las plumas de sus tres genios dramáticos, Esquilo, Sófocles y Eurípides. Que fueron más grandes, cuando como en este caso contaron historias verdaderas.
* Extracto del prologo del libro, escrito por Fernando Londoño Hoyos.
Fuente: Restauracion Nacional (Colombia)
Argentina: Todos me defraudan – por Malú Kikuchi
Argentina: Todos me defraudan – por Malú Kikuchi
Perdón, sigo referencial, pero no me repongo de los resultados de la gran encuesta nacional. Que Cristina ganaba, no estaba en duda. El tema está en los números, el 50,7% de la presidente, ¡es mucho! Demasiado. Los 12,17% y 12,16% de Alfonsín y de Duhalde, respectivamente, son muy poco. Demasiado poco.
El primer pensamiento, al salir a medias del estupor, es que el gobierno hizo fraude. Palabra horrorosa, desgraciadamente muy ligada a la historia argentina. La palabra es horrible, el hecho es peor.
El fraude (DRAE), es una acción contraria a la verdad y a la realidad, que perjudica a la persona contra quien se comete. Si se comete “contra” una persona, es siempre “a favor” de otra. Pensar que se hizo fraude a favor del gobierno que cuadruplicó las cifras del segundo y del tercer candidato, es una forma de explicar los resultados.
Entonces, con un poco más de tranquilidad, porque lo inexplicable desorienta mucho, una empieza a calcular. ¿Qué porcentaje de fraude tiene verosimilitud? ¿Dos, tres, cinco puntos? Más que eso, parece poco factible. En ese caso ganó con el 45% de los votos. Mucho.
Los amigos de siempre, los que más o menos piensan como una, hacen cuentas más exquisitas, si el padrón es de casi 29 millones y votó el 70,82%, entonces Cristina sacó un 35,92% real y no más. Suena lindo. ¿Será cierto?
Una rebobina y se dice, enfrentemos la realidad, que aunque no nos gusta es la única verdad (Perón dixit), y trata de digerir el sapo que tiene delante. Y de pronto, cuando una ya empieza a acomodarse a los números impensados e impensables hasta hace 2 semanas, la oposición salta al grito de ¡FRAUDE! Y volvemos a empezar.
Lo grita la CC, lo corrobora Unión Popular, se le suma la UCR, el juez electoral Manuel Blanco habla de errores enormes, los medios que no están al servicio del gobierno baten el parche de ¡fraude! a toda hora. Una siente cosquillas en la boca del estómago, y espera.
Sigo esperando. No sé si el gobierno nacional o los provinciales o algunos municipales hicieron o no fraude. Lo más probable es que si lo hayan hecho. Lamentable, una estafa a los votantes. Los han defraudado en su buena fe. Han deshonrado la democracia. No creo que nada de eso les importe demasiado: establecieron el ”Cristina ya ganó”, eso les importa.
Pero si realmente el fraude existió, fue tan alevoso y visible, ¿qué esperan los opositores para denunciarlo ante el poder judicial y no sólo ante los medios? No le sirve a la oposición, no le sirve a los votantes, pero si le sirve al gobierno que tiene en este caso todo el derecho de acusar a los opositores de difamarlos sin pruebas. Aunque el que mienta sea el gobierno y los que dicen la verdad, una verdad que así no sirve, sea la oposición.
Y acá estoy, defraudada por los unos y por los otros. Unos me mienten descaradamente, los otros no saben encontrar la forma eficiente de defender mi voto. Me siento privada de mi derecho, frustrada, trampeada, decepcionada, desilusionada, estafada en mi buena fe, burlada, timada, engañada. Defraudada.
Todos me defraudan. El gobierno porque en poca o mucha medida ha cometido fraude en estas curiosas elecciones que no son tales, pero hacen como que lo son y abonan el terreno para el 23 de octubre. Y los opositores, a algunos de los cuales voté, porque cacarean, hacen ruido, pero no hacen lo que deben: denunciar el fraude ante quien corresponde. Los unos abusan, los otros no saben o no pueden defender sus derechos, ni los míos.
Del gobierno no espero ni más ni menos que lo que he visto, oído, sabido, sentido y sufrido en estos larguísimos 8 años (que parece que serán 12), sólo defraudaciones; pero enfrente de este gobierno, ¿qué? Egos, divisiones, límites, un prolijo cuidado de la quintita propia, y algunos pocos proyectos, que por supuesto nunca llegan a buen término. Porque si son realmente buenos, la presidente se los apropia y los saca por decretos de necesidad y urgencia. ¡Por favor, alguien con imaginación, con ideas, con patriotismo, con visión de futuro, con políticas de estado! ¿Dónde están esos políticos? Si hay que importarlos, porque acá no hay, Moreno lo va a prohibir. Y así seguiremos por los siglos de los siglos, amén.
Ahora, de apuro, sin tener demasiadas chances, diputados de la oposición, CC, UP, UCR, trabajan contra reloj para poder sacar una ley de boleta única, controlada por la comisión nacional electoral. Sólo habría que cambiar el artículo 62 del código nacional electoral, y entonces todo el país, además de Córdoba y Santa Fe, se manejarían con la misma boleta, mucho más difícil de manipular. Por lo menos no podrían hacer trampa escondiendo las boletas de otros partidos, ya que todos formarían parte de la misma.
Usted se preguntará por qué a último momento y no antes, ya no importa, ojalá lo consigan. No porque la boleta única vaya a cambiar sustancialmente el resultado de las próximas elecciones, sino para alejar el fantasma del fraude y tener la certeza de la verosimilitud de los resultados.
Daniel Coleman, en su extraordinario libro “La inteligencia emocional”, sostiene que el optimismo, al igual que la esperanza, significa tener la expectativa que en general, las cosas saldrán bien a pesar de los contratiempos y las frustraciones. Quiero, necesito creer que Coleman tiene razón. Y que la premisa es válida aún en la Argentina K. Los milagros existen. Pero son escasos y hay que merecerlos.
Nada es para siempre (exceptuando a Fidel), y si alguna vez fuimos, volveremos a ser. De nosotros depende, aunque por el momento pareciera que es poco lo que podemos hacer y que no hay demasiadas ganas, ni empuje suficiente, como para hacerlo. No veo la salida, pero debe existir en su más profundo significado: salida, del latín “exitus”. Éxito. ¿Cuándo?
Mientras, sigo defraudada por todos. Me cuestiono si lo que hago le sirve a alguien para algo, o sólo me dirijo a los que piensan como yo. Preguntárselo, ya es una frustración. Hasta yo me defraudo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario