martes, febrero 14, 2012

Despenalizar la droga

Primero con Centroamérica, México y Colombia, después, el mundo.
Martín Rodríguez Pellecer
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Como buen conservador guatemalteco, al presidente Otto Pérez Molina le interesan poco las relaciones internacionales. En su discurso de toma de posesión, solo mencionó a Centroamérica en una ocasión, para hablar (obviamente, como buen conservador) del tema de seguridad, del combate a nivel regional del crimen organizado.


Nada qué decir sobre integración centroamericana (a pesar de ser presidente de Guatemala) o de mencionar al menos una vez a América Latina. Es más, solo se dirigió a la comunidad internacional para “agradecerle” (o pedirle) el respeto a la voluntad expresada en las urnas. Esto porque, perogrullada, no les gusta volver a ver a un exmilitar en la Presidencia de Guatemala. Colocó a un (ex) pastor neopentecostal como canciller y no fue sino hasta su cuarta semana, en las vísperas de recibir a su colega Mauricio Funes, de El Salvador, que se refirió a una iniciativa centroamericana y latinoamericana.

La semana pasada, el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, dijo en un foro público que él estaba de acuerdo con despenalizar las drogas, pero que tendría que ser un consenso mundial. Y el miércoles pasado, un reportero le preguntó a Pérez Molina qué opinaba sobre lo dicho por Santos. Respondió que debía ser una cuestión regional y que debía analizarse. Pero dos días después lanzó la propuesta de presentarlo al resto de mandatarios centroamericanos.

Todavía me lo creo poco, pero está en lo correcto. América Latina, y en especial Mesoamérica (México, Centroamérica y Colombia), tiene que cambiar el fracasado enfoque antinarcótico que impuso Estados Unidos hace cuarenta años. Y Otto Pérez Molina no es el primero que lo dice. Lo han pedido –dando un primer paso por la despenalización de la marihuana–, los expresidentes Cardoso (Brasil), Gaviria (Colombia) y Zedillo (México), y personajes latinoamericanos como Mockus, Vargas Llosa, Sergio Ramírez… tantos lúcidos.

Mientras tanto, el MP y Gobernación deben seguir encarcelando y enjuiciando a los criminales organizados. Pero bien puede hacerse una política a dos bandas y avanzar en la discusión de la despenalización, una despenalización sensata, ordenada, gradual, en la que no queden crímenes en la impunidad. Y que tenga en cuenta que debe perseguirse con muchísima fuerza a los delitos conexos al narcotráfico como el turismo sexual, el tráfico de menores y mujeres. O a las adicciones a las drogas.

Habrá que ver si el presidente Otto Pérez Molina hace el anuncio de que promoverá la despenalización en serio, o si lo hace solo para darse una bocanada de aire fresco de cara a los progres en la comunidad internacional y adentro del país.

Si es lo segundo, mala estrategia. Si es lo primero, podrá aportar para salvar muchas vidas en América Latina.

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