por Manuel Hinds
Manuel Hinds es ex Ministro de Finanzas de El Salvador y co-autor de Money, Markets and Sovereignty (Yale University Press, 2009).
En los últimos días la atención pública ha estado concentrada en los
eventos asociados con la reforma tributaria. Estos eventos han dejado
muchas consecuencias graves para la economía y la vida institucional del
país.
Pero mientras esto pasaba el FMLN ha estado
promoviendo una reforma que es mucho peor que la tributaria, por varios
órdenes de magnitud: la idea de establecer otra Sala de lo
Constitucional, separándola de la Corte Suprema de Justicia. Los
argumentos que presentan para hacerlo son absurdos: Uno es que así es en
otros países, como en Colombia. ¿Y? Es como proponer que manejemos a la
izquierda, justificándolo con que así se maneja en el Reino Unido, en
Japón y en la India.
Para cambiar algo es necesario demostrar tres cosas: que el sistema
actual no está funcionando, que no lo está haciendo por culpa de lo que
se quiere cambiar, y que el cambio propuesto va a resolver el problema.
El FMLN no está demostrando ninguna de estas tres cosas, y en realidad
está demostrando lo contrario con el otro argumento que presenta: que
esto volvería más independiente a la Sala de lo Constitucional.
La verdad es que la actual Sala de lo Constitucional es muy
independiente y es por eso que el FMLN la quiere demoler, siguiendo el
proceso que han seguido los países del Alba, para
destruir el orden jurídico de la democracia. El anzuelo que el FMLN ha
tirado a los otros partidos es que con sus sentencias independientes la
Sala de lo Constitucional está quitándoles el poder que ahora tienen las
jerarquías partidarias, que emana de su actual potestad de decidir en
qué posición corren los candidatos en las listas electorales, lo cual
determina cuáles son elegidos.
Mordiendo este anzuelo, todos los partidos políticos han cooperado
con el FMLN no sólo emitiendo el Decreto 743, sino también aprobando dos
versiones de la ley electoral que claramente violan la Constitución,
para ver si por cansancio, agotamiento y el argumento de que las
elecciones están ya cerca, se logra que las inconstitucionalidades se
mantengan. Ahora también están tratando de quitar al Presidente de la
Sala usando pretextos ridículos.
El problema no es que la Sala esté bajo influencias políticas sino
que el FMLN quiere someterla al control político de la Asamblea. Esto
sería un gran paso para convertirnos en una Venezuela o una Cuba, ya que
una Sala controlada políticamente puede —como ha pasado en otros países
del Alba— sentenciar que procesos electorales viciados son
constitucionales, asegurando el triunfo del FMLN aunque sea una pequeña
minoría, y dándole el total control sobre la justicia del país.
Tratar de hacer esto con la Sala actual se les volvió difícil por el
furor nacional que desencadenó el 743. Ahora buscan crear algo nuevo,
que les permita manipular el proceso de creación de una nueva
institución. El anzuelo que el FMLN está lanzando a los otros partidos
es otra vez la amenaza que la interpretación correcta de la Constitución
crea a las jerarquías de los partidos y a los diputados actuales, que
pueden perder sus puestos si nunca se han destacado en su servicio al
pueblo. Morder este anzuelo es vender la casa por un albañal.
Lo que nos estamos jugando es la existencia de una verdadera
democracia en el país, que debe tener ciertas instituciones que no
dependen de las mayorías políticas, sino de los derechos individuales.
En El Salvador no debe ser posible que la Asamblea o el Ejecutivo priven
a un ciudadano de sus derechos, aunque lo hagan con la mayoría de votos
en la Asamblea. Sin esos principios, que existen en todo el mundo
civilizado, lo que se crea es, primero, un caos de arbitrariedades, y
luego, una tiranía.
La sociedad debe oponerse a esta reforma y al antejuicio del Presidente de la Sala más vigorosamente que al 743.
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