Melissa Sanchez y Antonio Maria Delgado
Comayagua,Honduras --
Las autoridades hondureñas iniciaron el miércoles la penosa tarea
de remover los cuerpos de al menos 350 reos que murieron quemados o
asfixiados en una de las peores tragedias penitenciarias de la historia,
mientras surgían versiones de que los guardias del centro de reclusión
ignoraron los desgarradores gritos de prisioneros que pedían ayuda para
escapar de las llamas.
Algunos de los sobrevivientes relataron que los guardias más bien dispararon contra quienes trataron de salir de sus celdas, pensando en un inicio que se trataba de un intento de fuga, al tiempo que otros testigos declararon que el cuerpo de bomberos pasó 30 minutos en el portón del penal esperando que las autoridades le permitieran ingresar.
“Cuando empezó el fuego, les gritamos a los que tenían las llaves que abrieran pero no quisieron, más bien nos hicieron disparos”, declaró Rubén García, uno de los reos, en declaraciones publicadas por el diario La Prensa, Tegucigalpa.
“Nos estábamos quemando, sentíamos pánico y más cuando no nos abrían las celdas”, afirmó en el Hospital Escuela, donde estaba siendo atendido, un preso identificado por el mismo diario como Tiberio.
“No nos abrían los portones, hasta que llegó un enfermero y por fin logramos salir”, relató Tiberio al expresar el pánico que sintió al pensar que moriría calcinado como muchos de sus compañeros.
Francisco Martínez, otro de los sobrevivientes, declaró a El Nuevo Herald que se encontraba durmiendo cuando comenzó el incendio.
“Cuando me desperté, lo primero que vi fueron los vecinos del modulo de enfrente quemándose vivos”, comentó.
Martínez escapó luego que él y sus compañeros de celda se montaron sobre sus literas y lograron abrir un boquete en el techo.
El número total de muertos podría superar los 350 detenidos, afirmó el ministro de Seguridad, Pompeyo Bonilla, desde las afueras de la prisión, mientras los cuerpos eran colocados dentro de contenedores.
Bonilla indicó que las autoridades tenían conocimiento de que 475 reos habían sobrevivido el peor incendio penitenciario en décadas, que con el conteo de la tarde superó el incendio del Centro Penitenciario de Columbus, Ohio, de 1931, en el que perecieron 322 prisioneros.
“Pero hasta que terminemos de colocar los cadáveres en el furgón no vamos a saber la cantidad”, comentó Bonilla ya de noche, bajo la mirada de soldados que custodiaban el lugar.
Los comentarios fueron emitidos cuando las autoridades se encontraban colocando los cuerpos dentro del segundo contenedor. En el primero, yacían los cadáveres de 115 prisioneros.
En las afueras de la Granja Penal de Comayagua se encontraban cientos de familiares esperando ansiosamente noticias para saber si sus parientes habían sobrevivido la tragedia.
Horas antes, una marejada de gente había roto la reja de entrada para tratar de ingresar, creando momentos de gran tensión. Tuvieron que ser sacados a la fuerza, y al comenzar la noche seguían aguardando en medio de la angustia y la impotencia.
El rescate de los cuerpos también es el paso previo para investigar lo que sucedió.
El presidente Porfirio Lobo anunció que había ordenado la suspensión temporal de las autoridades penitenciarías para garantizar la ejecución de una eficaz investigación.
“Haremos toda la investigación para determinar qué provocó esta lamentable e inaceptable tragedia, para sentar responsabilidades”, aseguró Lobo, en cadena de radio y televisión
Entre las hipótesis que manejaban las autoridades el miércoles se encontraba la posibilidad de que el incendio había sido originado por un corto circuito, producto del sobreuso de artefactos eléctricos en las instalaciones del penal.
El portavoz de la Secretaría de Seguridad, Héctor Iván Mejía, declaró que por la información preliminar que se ha recibido, “al parecer un cortocircuito” habría sido la causa del siniestro en uno de los dos módulos del presidio, a unos 80 kilómetros de la capital hondureña.
Las autoridades también evaluaban la posibilidad de que haya sido provocado deliberadamente por uno de los reos, versión que fue respaldada por la gobernadora de Comayagua, Paola Castro, quien en una rueda de prensa relató que recibió una llamada minutos antes del siniestro de uno de los internos que le dijo: “Le voy a meter fuego a esto y vamos a morir todos”.
Castro afirmó que el reo no se identificó, ni tampoco dio más explicaciones.
Esa versión fue respaldada el miércoles por el Director Nacional del Sistema Penitenciario, Danilo Orellana.
“Un reo habría causado el incendio al quemar su colchón. Algunos de sus compañeros de celda dijeron que él gritó: ‘Aquí nos moriremos todos’ y en cinco minutos todo ardió”, declaró Orellana.
Pero independientemente del origen, las autoridades también deberán evaluar las acusaciones de que los guardias optaron por dejar que los reos se quemaran vivos, en vez de abrir los portones.
La Fiscalía Nacional confirmó que sólo había 12 guardias adscritos al penal para una población de más de 800 reclusos.
Andrés Pavón, presidente del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras, declaró que esto es algo que debe investigarse.
“Vemos que hubo negligencia de abrir los portones. Se debe hacer una investigación exhaustiva, no aparecían las llaves”, comentó Pavón, tras recibir testimonios de reclusos y familiares de las víctimas.
Leonel Casco, encargado de análisis del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, señaló que supo de un oficial que, en vez de abrir los portones, “tiró las llaves y salió corriendo”.
“Cuando ingresamos, el incendio ya estaba desarrollado. Se tenía que seguir el protocolo, y si ellos [los guardianes] no abrían los portones, no podíamos ingresar”, explicó Jaime Silva, comandante de bomberos.
Otro de los factores que pudo haber entrado en juego es la superpoblación del penal, el cual tiene una capacidad para solo 500 reclusos.
“Había 800 y hasta más”, comentó Bonilla. “Como en todas partes de América Latina, somos países pobres y tenemos problemas de crimen organizado transnacional y tenemos una gran índice de criminalidad”.
El siniestro conmocionó a la opinión pública dentro del país, así como a la comunidad hondureña en el sur de Florida.
Jorge Trejo, dueño del restaurante hondureño La Casa de Las Baleadas, en el 100 de la 17 avenida del suroeste, confesó sentirse entristecido por las pérdidas de tantos compatriotas.
“Sentimos muchísimo pesar por lo ocurrido. La sangre duele y eran de nuestra patria”, comentó Trejo. “Aunque hayan cometido algún delito, esta tragedia genera grandísimo pesar”.
Algunos de los sobrevivientes relataron que los guardias más bien dispararon contra quienes trataron de salir de sus celdas, pensando en un inicio que se trataba de un intento de fuga, al tiempo que otros testigos declararon que el cuerpo de bomberos pasó 30 minutos en el portón del penal esperando que las autoridades le permitieran ingresar.
“Cuando empezó el fuego, les gritamos a los que tenían las llaves que abrieran pero no quisieron, más bien nos hicieron disparos”, declaró Rubén García, uno de los reos, en declaraciones publicadas por el diario La Prensa, Tegucigalpa.
“Nos estábamos quemando, sentíamos pánico y más cuando no nos abrían las celdas”, afirmó en el Hospital Escuela, donde estaba siendo atendido, un preso identificado por el mismo diario como Tiberio.
“No nos abrían los portones, hasta que llegó un enfermero y por fin logramos salir”, relató Tiberio al expresar el pánico que sintió al pensar que moriría calcinado como muchos de sus compañeros.
Francisco Martínez, otro de los sobrevivientes, declaró a El Nuevo Herald que se encontraba durmiendo cuando comenzó el incendio.
“Cuando me desperté, lo primero que vi fueron los vecinos del modulo de enfrente quemándose vivos”, comentó.
Martínez escapó luego que él y sus compañeros de celda se montaron sobre sus literas y lograron abrir un boquete en el techo.
El número total de muertos podría superar los 350 detenidos, afirmó el ministro de Seguridad, Pompeyo Bonilla, desde las afueras de la prisión, mientras los cuerpos eran colocados dentro de contenedores.
Bonilla indicó que las autoridades tenían conocimiento de que 475 reos habían sobrevivido el peor incendio penitenciario en décadas, que con el conteo de la tarde superó el incendio del Centro Penitenciario de Columbus, Ohio, de 1931, en el que perecieron 322 prisioneros.
“Pero hasta que terminemos de colocar los cadáveres en el furgón no vamos a saber la cantidad”, comentó Bonilla ya de noche, bajo la mirada de soldados que custodiaban el lugar.
Los comentarios fueron emitidos cuando las autoridades se encontraban colocando los cuerpos dentro del segundo contenedor. En el primero, yacían los cadáveres de 115 prisioneros.
En las afueras de la Granja Penal de Comayagua se encontraban cientos de familiares esperando ansiosamente noticias para saber si sus parientes habían sobrevivido la tragedia.
Horas antes, una marejada de gente había roto la reja de entrada para tratar de ingresar, creando momentos de gran tensión. Tuvieron que ser sacados a la fuerza, y al comenzar la noche seguían aguardando en medio de la angustia y la impotencia.
El rescate de los cuerpos también es el paso previo para investigar lo que sucedió.
El presidente Porfirio Lobo anunció que había ordenado la suspensión temporal de las autoridades penitenciarías para garantizar la ejecución de una eficaz investigación.
“Haremos toda la investigación para determinar qué provocó esta lamentable e inaceptable tragedia, para sentar responsabilidades”, aseguró Lobo, en cadena de radio y televisión
Entre las hipótesis que manejaban las autoridades el miércoles se encontraba la posibilidad de que el incendio había sido originado por un corto circuito, producto del sobreuso de artefactos eléctricos en las instalaciones del penal.
El portavoz de la Secretaría de Seguridad, Héctor Iván Mejía, declaró que por la información preliminar que se ha recibido, “al parecer un cortocircuito” habría sido la causa del siniestro en uno de los dos módulos del presidio, a unos 80 kilómetros de la capital hondureña.
Las autoridades también evaluaban la posibilidad de que haya sido provocado deliberadamente por uno de los reos, versión que fue respaldada por la gobernadora de Comayagua, Paola Castro, quien en una rueda de prensa relató que recibió una llamada minutos antes del siniestro de uno de los internos que le dijo: “Le voy a meter fuego a esto y vamos a morir todos”.
Castro afirmó que el reo no se identificó, ni tampoco dio más explicaciones.
Esa versión fue respaldada el miércoles por el Director Nacional del Sistema Penitenciario, Danilo Orellana.
“Un reo habría causado el incendio al quemar su colchón. Algunos de sus compañeros de celda dijeron que él gritó: ‘Aquí nos moriremos todos’ y en cinco minutos todo ardió”, declaró Orellana.
Pero independientemente del origen, las autoridades también deberán evaluar las acusaciones de que los guardias optaron por dejar que los reos se quemaran vivos, en vez de abrir los portones.
La Fiscalía Nacional confirmó que sólo había 12 guardias adscritos al penal para una población de más de 800 reclusos.
Andrés Pavón, presidente del Comité para la Defensa de los Derechos Humanos en Honduras, declaró que esto es algo que debe investigarse.
“Vemos que hubo negligencia de abrir los portones. Se debe hacer una investigación exhaustiva, no aparecían las llaves”, comentó Pavón, tras recibir testimonios de reclusos y familiares de las víctimas.
Leonel Casco, encargado de análisis del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, señaló que supo de un oficial que, en vez de abrir los portones, “tiró las llaves y salió corriendo”.
“Cuando ingresamos, el incendio ya estaba desarrollado. Se tenía que seguir el protocolo, y si ellos [los guardianes] no abrían los portones, no podíamos ingresar”, explicó Jaime Silva, comandante de bomberos.
Otro de los factores que pudo haber entrado en juego es la superpoblación del penal, el cual tiene una capacidad para solo 500 reclusos.
“Había 800 y hasta más”, comentó Bonilla. “Como en todas partes de América Latina, somos países pobres y tenemos problemas de crimen organizado transnacional y tenemos una gran índice de criminalidad”.
El siniestro conmocionó a la opinión pública dentro del país, así como a la comunidad hondureña en el sur de Florida.
Jorge Trejo, dueño del restaurante hondureño La Casa de Las Baleadas, en el 100 de la 17 avenida del suroeste, confesó sentirse entristecido por las pérdidas de tantos compatriotas.
“Sentimos muchísimo pesar por lo ocurrido. La sangre duele y eran de nuestra patria”, comentó Trejo. “Aunque hayan cometido algún delito, esta tragedia genera grandísimo pesar”.
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