sábado, septiembre 17, 2011

Los Nazis de Los Andes

JOSE BRECHNER

Ollanta Humala se reunió a puertas cerradas con su gemelo ideológico y cultural Evo Morales durante su visita a La Paz, asegurándole que más allá del discurso moderado que adoptó circunstancialmente, su lucha es la misma y sigue siendo un fiel aliado de Hugo Chávez.

Los dos talentos, precursores del nacionalsocialismo latinoamericano autóctono, comparten el bruto deseo de crear un nuevo Tahuantinsuyo más grande que el de antaño; un Imperio Incaico que llegue por el norte hasta Ciudad Juárez y por el sur a Ushuaia.

Para ser partícipe de la corriente propulsada por este par de insignes pensadores, hay que ser indígena, de lo contrario se es un ausländer, como decía Hitler de aquellos que no eran de la raza superior; en este caso el apelativo es para los descendientes de los europeos.

Los nazis de los Andes son los nativos y los blancos son los ausländers, incluidos el Nobel Mario Vargas y su retoño Álvaro que siguiendo a su progenitor le dio su apoyo a Humala, influyendo importantemente en el voto.

El preferido de papi dijo que repatriaría sus ahorros si Humala era elegido. Pues esperamos con ansiedad por ese momento para saber dónde hay que invertir.

El pequeñín está seguro de hacer mucho dinero, ya sea porque: 1) Confía en la capacidad administrativa del presidente. 2) Calcula que la economía se va a desmoronar y puede comprar a precio bajo cuando llegue el cataclismo. 3) Hizo un arreglo con el cacique para beneficiarse con su gobierno.

Mientras los Vargas hacen planes financieros, el Inca Humala, más que en la economía, está pensando en la hegemonía.

El iluminado ario-quechua dijo que soñó toda su vida con la unión de Perú y Bolivia. ¿Por qué será que ese sueño se asemeja al de Adolf Hitler y la unión de Austria y Alemania? ¿Extraña coincidencia, verdad? Tan extraña como su hábito de vestir camisa parda, hacer el saludo nazi e imputar a los judíos de ser los dueños del mundo.

Humala de ahora en adelante pasa a ser el Inca Jefe de los Andes: el Mallku. El boliviano pasa a un plano inferior, pues sigue siendo el menos apto.

Si resucita la Confederación Perú-Boliviana, a la que no le fue nada bien en el pasado (1836-1839), el brutus bolivianensis, por default sería el segundo en mando pues no pueden coexistir dos caciques al mismo tiempo.

La historia enseña que dos reyes de un mismo territorio no son un buen augurio. A Evo le gusta ser el Number One y ese puesto no se lo quita nadie, por más que se lo pida su amo, si retorna vivo a Caracas después de los ultra modernos tratamientos médicos recibidos en Cuba.

Don Hugo Chávez, autor intelectual y financista en desgracia de los épicos acontecimientos que alumbran la diáfana mirada de los descerebrados progres latinoamericanos, espera retomar prontamente las riendas del juego y ordenar las fichas.

Humala será su sátrapa en el Suroeste, a Morales le confiará el Centro, Cristina se encargará del Este y él mismo del Norte, ocupando a su vez el cargo de Chairman of the Board. Una versión a ritmo de cumbia, huayño, lamento boliviano y tango, del Eje hitleriano.

¿Por qué los periodos de oscurantismo son repetitivos? ¿Cómo es posible que los Chavez, Morales, Humalas y Cristinas sean elegidos democráticamente?

La única explicación que nos dan los sabios es, que la mayoría de la gente se especializa en ser pasmosamente estúpida.

Aprovechando de esa condición, algunos intelectos privilegiados como los Vargas, ya sea por afinidad, resentimiento o lucro, ayudan a confundir más a los ingenuos y finalmente todos, inclusive quienes lo sustentaron, terminan siendo esclavos de un rencoroso y desvariado dictadorzuelo

El fin del Ché Guevara árabe

JOSE BRECHNER

La caída de Moammar Gadafi es un evento mucho más interesante que la caída de Mubarak. Es más difícil derrocar a una dictadura izquierdista que a una derechista.

La razón es simple; las dictaduras izquierdistas apelan al populismo, a un falso humanismo, para preservarse. Pero detrás de todo movimiento humanista, siempre subyace el totalitarismo.

Los derechistas son menos hipócritas por lo tanto no obtienen el respaldo de la revoltosa masa populachera.

Prácticamente todos los gobiernos dictatoriales derechistas del pasado, dejaron el poder sin violencia y convocaron a elecciones democráticas. Los izquierdistas actuaron opuestamente.

El futuro de Libia es incierto. ¿Quiénes van a tomar el poder? Las derechas y los demócratas no existen. En los países árabes hasta los reyes se disfrazan de socialistas.

Lo más probable es que a la larga el Islam radical se haga cargo del gobierno pues son los únicos organizados. Gadafi nunca permitió los partidos u organizaciones políticas.

El Islam es la antítesis de la democracia, consecuentemente, sería ilusorio pensar que puede haber un cambio hacia la moderación.

Hasta el momento los movimientos rebeldes parecen carecer de liderazgo, pero esa situación no puede mantenerse indefinidamente.

La OTAN no está calificada para poner un presidente pues no puede intervenir políticamente, aunque esta vez se salió del guión, pues Libia no atacó a ningún país del Tratado.

La caída de Gadafi tiene con los pelos de punta a Bashar al Assad en Siria, cuyos días también están contados.

Otro dictador que está con los pantalones mojados es Hugo Chávez quien fue el primero en criticar la intervención de la OTAN.

Aunque el Teniente Coronel no tiene el poder de vencer militarmente a nadie más que a sus adversarios políticos venezolanos, mantiene la convicción de que con Irán de su lado él es toda una potencia.

Sin la menor duda, su homólogo libio no hubiese sido vencido por los mal armados y desorganizados rebeldes, de no ser por la intervención militar extranjera que tiró más de 7.500 bombas en el camino a Trípoli y proveyó de fusiles a los milicianos.

Esas armas nunca serán devueltas y es impredecible lo que harán con ellas en el futuro sus flamantes dueños.

Chávez basó gran parte de su ideología en el Libro Verde de Gadafi, en la que el libio en su curioso modo de pensar, decía que la democracia es una dictadura, porque donde domina la mitad más uno los demás están sometidos a una tiranía. Su sistema guevarista obviamente resuelve ese inconveniente. Manda uno y nadie más.

Gadafi era también uno de los favoritos de Cristina Kirchner y los otros socialistas latinoamericanos, que con esta violenta derrota política a su red internacional, están dándose cuenta de que no les conviene intentar amarrarse al trono.

Las ironías de esta “Primavera Árabe”, son múltiples, la mejor es que al izquierdista Barack Obama se le desbocó el caballo. Inicialmente vitoreó el movimiento en Egipto, porque los militares en el gobierno eran derechistas, pero no calculó que el efecto dominó haría caer a sus análogos ideológicos.

Los sudamericanos tiritan de miedo pues se alejaron de los Estados Unidos como nunca antes y, que la OTAN se dedique a derrocar gobiernos no estaba en su agenda. Sus únicos aliados son los musulmanes radicales y estos no son adversarios para los europeos ni los norteamericanos.

Sus tortuosas alternativas de amistad están con Rusia, China y Corea del Norte. Los rusos y los chinos tienen intereses económicos con los Estados Unidos que no les conviene poner en juego por el momento y, aliarse con Corea del Norte sería el beso de la muerte.

Si el Ché Guevara árabe fue abatido después de 42 años de flagelar a sus congéneres, Latinoamérica también va a sucumbir al populismo empobrecedor. En cualquier momento surgirán los movimientos rebeldes como en el Oriente Medio y volverán las sangrientas batallas que tanto les gustan a las izquierdas.

LA VERDADERA HISTORIA DE EVO MORALES

JOSE BRECHNER

Como sin­di­ca­lista que diri­gía al grupo más revol­toso, acau­da­lado y nume­roso de cam­pe­si­nos, en cons­tante obser­van­cia por el gobierno y las fuer­zas del orden, debido a su con­tro­ver­tida acti­vi­dad que lin­daba con lo delin­cuen­cial. Evo empieza a ganar popularidad.

Enton­ces es ele­gido dipu­tado nacio­nal. Cargo que apro­ve­chó para come­ter incon­ta­bles actos de van­da­lismo y sedi­ción, jac­tán­dose de su inmu­ni­dad par­la­men­ta­ria. Nadie se atre­vió a des­afo­rarlo y enjuiciarlo.

Durante ese tra­jín, afianzó su aso­cia­ción con Hugo Chá­vez, quien le llenó los bol­si­llos con cien­tos de millo­nes de dóla­res para ini­ciar una acción polí­tica mejor organizada.

Con su ili­mi­tado poder eco­nó­mico, incita a la vio­len­cia, blo­quea cami­nos, fomenta paros y pro­tes­tas, y finan­cia todo acto de pro­vo­ca­ción al gobierno, des­tru­yendo la tran­qui­li­dad interior.

El pro­ceso de agi­ta­ción duró apro­xi­ma­da­mente seis años, en que los ciu­da­da­nos no podían cir­cu­lar, tra­ba­jar, via­jar; y los niños no podían ir a las escue­las. El caos era per­ma­nente. Rara­mente pasó un mes entero sin dis­tur­bios entre 1998 y 2005.

Esas ner­vio­sas cir­cuns­tan­cias, mane­ja­das con su abun­dante dinero que le per­mi­tía con­tra­tar cen­te­na­res de camio­nes y movi­li­zar a miles de cam­pe­si­nos a cual­quier punto del país, a quie­nes cos­teaba su ali­men­ta­ción durante los días de con­mo­ción, hicie­ron que explo­tara la violencia.

El gobierno repri­mió con dureza, la situa­ción se agravó, y Gon­zalo Sán­chez de Lozada deci­dió dejar pre­ma­tu­ra­mente la pre­si­den­cia en 2003, for­zado por la trai­ción de su vice­pre­si­dente, Car­los Mesa, que se puso de lado de Mora­les y los pique­te­ros. Mesa fue la bisa­gra que per­mi­tió a Evo acce­der al poder.

La efí­mera admi­nis­tra­ción de Mesa fue la peor de la his­to­ria demo­crá­tica moderna, y des­ta­cará como la cau­sante de que Mora­les, a quien le regaló varios minis­te­rios y secre­ta­rías de su gobierno, adqui­riese ver­da­dera fuerza.

Para enton­ces comen­za­ron a lle­gar a Boli­via, estra­te­gas polí­ti­cos cuba­nos, vene­zo­la­nos y espa­ño­les, que ase­so­ra­ban a Mora­les. Pos­te­rior­mente ope­ra­rían su cam­paña presidencial.

Para 2004 la pobla­ción estaba decep­cio­nada por la inca­pa­ci­dad de Mesa. Muchos comen­za­ron a pen­sar que si Evo lle­gaba a gober­nar, ya no habría quien arme líos. (Tenían razón). Tam­bién pen­sa­ron que no dura­ría como pre­si­dente. (Grave equivocación).

Final­mente, el 18 de Diciem­bre de 2005, Evo Mora­les gana las elec­cio­nes con 53, 7 por ciento de los votos. Una vic­to­ria sin pre­ce­den­tes en 20 años de democracia.

En el ínte­rin, se inventa la his­to­ria del indi­ge­nismo, que se con­vir­tió en el emblema del pre­si­dente boli­viano y la pro­gre­sía. Esa es una manu­fac­tura polí­tica falsa, creada con odio, inte­li­gen­cia, y nin­guna decencia.

Desde 1952, todos los gobier­nos: civi­les y mili­ta­res, demo­crá­ti­cos y dic­ta­to­ria­les, izquier­dis­tas y dere­chis­tas, tra­ta­ron de inte­grar a los indí­ge­nas a la socie­dad gene­ral. Acción que se logró admirablemente.

Con la moder­ni­za­ción que trajo la demo­cra­cia libe­ral desde 1985 en ade­lante, Boli­via entró en la mejor etapa de su vida. Sur­gió una clase media mes­tiza, pujante y exi­tosa. Hasta que ascen­dió Mora­les con sus rencores.

Hoy el país es un estado fuera de la ley, donde el nar­co­trá­fico cam­pea. Se está con­vir­tiendo en nido de malean­tes, gue­rri­lle­ros y terro­ris­tas. Nunca hubo tan­tos muer­tos por repre­sión polí­tica en los últi­mos 40 años, ni durante las peo­res dictaduras.

Pulu­lan sinuo­sos cuba­nos, vene­zo­la­nos e ira­níes, alia­dos de Mora­les, que nada bueno traen entre manos.

Evo desea que­darse en el poder para siem­pre, impo­niendo un gobierno comu­nista, tota­li­ta­rista, dis­cri­mi­na­to­rio, donde los indí­ge­nas ten­gan pri­vi­le­gios por encima de los demás. Para­le­la­mente, el jefe de Mora­les y ver­da­dero dueño de Boli­via es Hugo Chávez.

La prensa pro­gre ha ter­gi­ver­sado la ver­dad sobre Evo Mora­les, este gro­tesco e infan­til per­so­naje que es capaz de salirse de una reunión cum­bre para ir a jugar fút­bol. Insulta a dig­na­ta­rios. Pro­voca y ame­naza a pre­si­den­tes. Inti­mida y per­si­gue a perio­dis­tas. Urde com­plots y ase­si­na­tos. Comenta necia­mente sobre cual­quier tema. Gobierna de forma auto­ri­ta­ria, into­le­rante, agre­siva e inci­vi­li­zada. Sin embargo con­si­gue que ins­ti­tu­cio­nes apa­ren­te­mente de pres­ti­gio, pero caren­tes de dig­ni­dad, lo invi­ten a dar char­las en uni­ver­si­da­des y hasta piden que se lo pos­tule al pre­mio Nobel.

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