EEUU creció un 1% en el primer trimestre: la recesión se aleja pero la inflación acecha
Estados Unidos registró un crecimiento anualizado del 1% en el primer trimestre, según las cifras definitivas publicadas por el Departamento de Comercio, cumpliendo con las expectativas del mercado. A pesar de ello, el mal dato de PCE, que fue revisado al alza y quedó por encima de las previsiones, ha afectado a los mercados, que ya venían tocados. Las cifras coinciden con el diagnóstico de la Fed.
Este dato supone una revisión al alza con respecto a la anterior estimación del dato, que indicaba un crecimiento del 0,9%. La previsión indicaba un crecimiento del 1,0%. Sin embargo, los expertos están más pendientes del crecimiento en el actual trimestre, cuando EEUU está creciendo aproximadamente a un ritmo del 0,8%, por lo que la recesión todavía no habría llegado en el primer trimestre.
Por su parte el índice subyacente de precios de gasto personal (PCE, por sus siglas en inglés), la medida de inflación preferida por la Reserva Federal, se revisó al alza del 2,1% al 2,3% en el primer trimestre, por encima de la zona de confort del banco central del 2,0% y por encima de las expectativas de los analistas, que esperaban que se mantuviera sin cambios en el 2,1%.
Al igual que en los cálculos previos hechos por el gobierno, el crecimiento del PIB entre enero y marzo estuvo impulsado por los niveles más altos de exportaciones, el gasto relacionado con la guerra y las compras de los consumidores. El gasto de los consumidores, que supone aproximadamente el 70% de la economía estadounidense, se revisó ligeramente al alza del 1,0% inicial al 1,1%.
Las importaciones cayeron en el primer trimestre un 0,7% frente al dato provisional de una caída del 2,6%, mientras que las exportaciones crecieron un 5,4%, frente a la estimación provisional del 2,8%. Por su parte el gasto en vivienda residencial cayó un 24,6% en el primer trimestre, frente a la cifra provisional de -25,5%.
España: La peor sesión desde el crash de principios de año: el Ibex 35 se desploma un 2,96%
El selectivo cerró en 12.077,7 puntos y marcó nuevos mínimos anuales de cierre. La caída de hoy es la mayor desde que el 5 de febrero perdiera un 5,19% en lo que fue el último coletazo del crac del 21 de enero, cuando el índice cayó un brutal 7,54% en la peor jornada de su historia. La caída ha superado a la del día que se anunció la quiebra de Bear Setarns, cuendo el Ibex 35 se dejó un 2,81%. De todos modos, el mínimo intradía del año se encuentra aún más abajo: el 22 de enero se tocaron los 11.937,20 puntos."La desconfianza en la bolsa y en el sistema financiero es absoluta en estos momentos y el sector bancario ha sufrido hoy las mayores caídas", dijo a Reuters Nicolás López, director de análisis de MG Valores.
Y es que Goldman Sachs publicó un informe en el que disparaba contra los bancos de inversión estadounidenses, sobre todo contra Citi, al que le augura depreciaciones de activos adicionales de 8.900 millones de dólares. Según Goldman, que lógicamente no se autovalora en el informe pero que también es banco de inversión, el ritmo de deterioro de la industria "parece ser bastante peor" que lo que originalmente habían previsto.
Por si fuera poco, Fortis Bank se derrumbó un 19,37% en la bolsa belga tras anunciar que eliminará su diviendo y que ampliará capital como parte de un paquete de medidas de 8.000 millones de euros para mejoras en la solvencia.
"Al cierre, espectacular vela negra en el Eurostoxx 50 que, pese a ello, no ha roto los mínimos de la vela de onda alta desplegada el martes", comentaba Bolságora en el flash del intradía de Ecotrader.
"Los bajistas han recuperado la iniciativa para presionar el soporte y quedarse a las puertas de anular el recuento de onda de Elliott potencialmente alcista que les adjuntábamos esta mañana y que sería inválido con un tick bajo el mínimo previo, pero no antes. Con todo, los precios han sido rechazados con facilidad por los osos y sólo batiendo el Eurostoxx 50 los máximos de ayer tendríamos un auténtico intento de vuelta alcista tras un contraataque bajista que ha burlado la posibilidad de una vuelta en v por completo", concluían.
Colombia: ¿Que les queda a las FARC? - Semana.com
Cualquier análisis es aproximado debido a la naturaleza clandestina de esta organización. Con el fin de hacer un balance aproximado de sus condiciones reales, Semana.com y el Observatorio del Conflicto de la Corporación Nuevo Arco Iris –que durante más de cinco años ha venido haciendo un detallado seguimiento a la evolución del conflicto armado en Colombia – han construido el mapa actual de las Farc, sus estructuras (frentes, columnas, compañías), sus jefes, en contraste con la evolución de los cultivos ilícitos y el secuestro, dos de sus principales fuentes de financiación. Hemos cruzando diversas fuentes oficiales (en particular del Ministerio de Defensa) académicas, de ONGs , diplomáticas y de los mismos reportes públicos de la guerrilla, que permiten proyectar algunas cifras aproximadas, de su situación militar.
En 2002 antes de que llegara al poder Alvaro Uribe, se les calculaban a las Farc entre 18 y 20 mil hombres en armas. Hoy esa fuerza se ha reducido a unos 11 mil. Pero no sólo han disminuido sus tropas, por los muertos que les ha causado el Ejército y por las deserciones, sino que también se han mermado sus estructuras básicas de combate: de 72 frentes activos (un frente es un cuerpo que permanece relativamente estable en un territorio y cuenta con unos 150 hombres) que tenían en 2002, cinco fueron totalmente desmantelados por operaciones militares y 33 han sido diezmados, es decir tienen muchos menos hombres armados que los 150 regulares. Les quedan 34 frentes activos que bien, o no han sido golpeados considerablemente o que se han recuperado con rapidez, algunos de éstos muy numerosos, con más de 200 hombres.
Además de estas células más estáticas, las Farc tienen unas estructuras móviles, de andar constante, golpeando y retrocediendo, que según su tamaño, se dividen en columnas (más grandes) y compañías (más chicas). Éstas están adscritas a alguna de las 7 grandes divisiones de las Farc, conocidas como Bloques o Comandos Conjuntos. Las columnas móviles siguen siendo más o menos unas 15 a 16. Perdieron unas, pero formaron otras nuevas. Y antes tenían unas 20 compañías y ahora tienen unas 13.
Con la flexibilidad y adaptabilidad, que las ha caracterizado en sus 44 años de existencia, la Farc también han desarrollado otras estructuras móviles y descentralizadas para resistir la larga y costosa ofensiva militar con que el gobierno de Uribe lleva enfrentándolas en los últimos seis años. Han creado un Bloque móvil y desarrollado la posibilidad de formar “comandos conjuntos de área” o “interfrentes”, unas estructuras que se arman en caliente con frentes y columnas móviles para desarrollar una operación o enfrentar una ofensiva de las Fuerzas Armadas.
Los expertos no sólo miden la fortaleza militar por número de combatientes y estructuras, esta también se refleja en la permanencia de los jefes. En este sentido, este año, las Farc han recibido los dos golpes más contundentes de su historia. De sus 7 miembros principales del Secretariado perdieron a dos, Raúl Reyes e Iván Ríos, por acción de la Fuerza Pública. Además murió Manuel Marulanda, su jefe fundador, al parecer de infarto, el pasado 26 de marzo.
Reyes era ficha clave en las negociaciones internacionales de la organización, desde el apoyo para lograr un posible canje de guerrilleros por secuestrados, hasta el contrabando de armas. El otro, Ríos, comandaba el Comando Conjunto Central en una zona geográficamente muy quebrada, y por ello, es un mando difícil de reemplazar. Pocos con nivel de mando dominan esa zona del país. De los 31 miembros que se sabe tenía su Estado Mayor Central, algo así como su junta directiva ampliada, que incluye a los del Secretariado, han salido de sus filas por muerte, captura o desmolización, ocho.
Un número récord de mandos medios han salido de la guerrilla. Sólo en los primeros cuatro meses de 2008 se desmovilizaron 129 de ellos. Han sido bajas costosas para las Farc, pero no por ello han dejado a la organización sin liderazgo. Que se sepa de los que eran miembros del Estado Mayor Central en 2002, aún les quedan allí sentados, 19.
No obstante, como han perdido varios jefes medios, su estructura de mando se ha visto debilitada. Según los análisis del Ministerio de Defensa, el promedio de edad, y por tanto, de experiencia de sus cuadros de mando ha ido bajando. Y a menor experiencia del jefe, más vulnerabilidad militar, y mayor deslealtad e indisciplina. Prueba de ello es que en 2007, un número récord de combatientes de las Farc de 2.480 hombres y mujeres, abandonaron las filas. Esto es un incremento de 58 por ciento, en comparación con los desmovilizados en 2006, que fueron 1.565. Así mismo están desertando miembros más antiguos: si en 2006, de los que salieron de las Farc y el Eln, el 12 por ciento llevaban entre 5 y 10 años combatiendo, en 2007, este porcentaje subió a 27 por ciento.
Otra medida del pulso militar tiene que ver con su capacidad ofensiva. El número de acciones bélicas, sumando combates, emboscadas y hostigamientos de las Farc, contra la Fuerza Pública, fue en 2007 de 660, un número menor que en 2002. Sin embargo, al comparar sus acciones militares entre 2006 y 2007, éstas crecieron, pues sumando combates, emboscadas y hostigamientos, éstas pasaron de 484 a las 660 del último año. Claro está que son acciones de menor envergadura.
Los ataques a la infraestructura productiva del país también han bajado. En 2001, la guerrilla se tomó 39 pueblos, y en 2007 no se tomaron ninguno. De 483 voladuras de torres de energía en 2002, se pasó a 122 en 2007 y, con un resultado más modesto, de 86 voladuras a los oleoductos se bajó a 57.
Las Farc también han cambiado su estructura financiera. En 2002 los pagos por secuestro representaban una buena proporción de sus finanzas, pues cometieron en total 973 secuestros. Pero en 2007, sólo secuestraron a 120 personas, casi la décima parte, y es de suponer que los ingresos que les representaba este cruel negocio bajaron sustancialmente.
Los tiempos en que eran capaces de enfrentar embates de la Fuerza Pública de cuerpo a cuerpo, con grandes contingentes de guerrilleros, y ganar, han pasado definitivamente a la historia. Ahora están de vuelta a la clásica guerra de guerrillas, de pequeños grupos que “hostigan y esperan”, como llaman a la nueva táctica. Las principales armas de esta guerra silenciosa son las más crueles: las granadas de mano, a veces fabricadas por la misma guerrilla y las minas antipersonales que se activan o bien al pisarlas (y por eso caen tantos civiles) o por acción a control remoto.
Esa guerrilla más ágil y pequeña, si bien más difícil de combatir tiene también su lado flaco: está más móvil, menos arraigada en el territorio y eso la expone más. Con mejor inteligencia el Estado ha logrado interceptarles más comunicaciones y detectar mejor sus movidas.
La geografía también dice mucho de la situación de las Farc. Perdieron zonas estratégicas para financiación y logística, como algunos barrios de grandes ciudades como, Medellín y Cali. Y del área rural alrededor de Bogotá fueron expulsados definitivamente por la acción del Estado. Incluso han tenido que salir de territorios donde llevaban años de dominio como en el norte de Boyacá y sur de Santander. Los ha sacado el Ejército de lugares que nunca imaginaron conceder, como La Julia en Meta, a donde antes se paseaban como de veraneo, el Mono Jojoy y John 40, el más caracterizado representante de la más reciente generación de las Farc asociada con el narcotráfico.
En pocas zonas han crecido durante los gobiernos de Uribe. Básicamente sólo allí a donde los cultivos de coca están en expansión o donde fluyen los tránsitos clandestinos y las ganancias del negocio ilegal aumentan. Eso es, en el suroccidente colombiano, en Nariño y Cauca, a donde fueron a dar los cultivos ilícitos, han ampliado sus estructuras móviles; en el Catatumbo (nororiente) donde han vuelto a ocupar territorios de antiguos paramilitares; y en el extremo oriente, Vaupés, Vichada, a donde han llevado a sus propias huestes a sembrar la coca.
Argentina: Al maestro con cariño (Bernardo Neustadt In Memoriam) - por Nicolas Marquez *
Hace algo más de tres semanas, estuve desayunando a solas con él. Muy preocupado (a la vez que ocupado) por la realidad argentina, aunque sereno, Bernardo Neustadt había decidido viajar a Mar del Plata unos días para serenarse tras abortársele la presentación de su nuevo libro en El Ateneo por una amenaza de bomba.
Estaba ciertamente amargado por el episodio, se estaba recuperando de una descomposición, había dormido mal. Me comentó que desde toda su vida, cuando se “hacia mala sangre” por algún motivo cualquiera fuere, el costo del estrés lo pagaba su estómago.
Con esa mezcla de originalidad, entusiasmo y sabiduría, Neustadt, a modo de consejo a quien pudiera ser (por cuestiones generacionales) casi un nieto, me comentó cuáles fueron los libros y las películas que mas lo habían marcado para siempre.
Mientras conversaba con él, yo tomaba nota y apuntes de sus comentarios y anécdotas. El malestar estomacal no le impidió levantarse varias veces para servirse fruta mientras saboreaba un café con leche. La gente del hotel lo saludaba con afecto, casi con ternura. Y razones sobraban para tales demostraciones de cariño. Neustadt marcó a muchas generaciones del derecho y del revés (tanto a quienes pensaban como él, como para con los que disentían).
Lo encontré bien, sencillo, irónico, saltando de un tema a otro con su habitual catarata de frases que dejan pensando al interlocutor.
Bernardo eligió el día de su muerte (privilegio que Dios solo concede a los espíritus grandes): el día del periodista. Y eligió bien. “Neustadt” y “periodismo” son dos palabras que durante gran parte del Siglo XX fueron sinónimas.
Si a veces acertó, fue por jugarse. Si a veces se equivocó, fue por jugarse.
De seguro, en el plazo inmediato, no será él quien quede en el olimpo de los próceres de la información y la opinión, sino aquellos que eligieron el camino fácil, del discurso lavado, del progresismo doméstico, mutable, o lo que es mucho peor, el de aquellos “periodistas” que escogieron el camino del terrorismo y el crimen organizado (verbigracia el enaltecido Rodolfo Walsh).
Pero los espíritus nobles no se manejan con plazos cortos ni ansiedades de consorcio. Saben, que el largo plazo juega en su favor.
Desde el cielo, Bernardo, espera paciente y sin apuro alguno, que se coloque su nombre en el lugar que por hechos y por derecho le corresponde. Esto es, ser reconocido como lo que fue: probablemente el alma mater del periodismo político argentino.
* Nicolas Marquez es periodista, abogado, escritor. Próximo libro del autor “El Vietnam Argentino – la guerrilla marxista en Tucumán” (aparición prevista para el mes de julio en todas las librerías de Argentina).
Momentos destacados de su programa Tiempo Nuevo:
Album de fotos de Bernardo Neustadt en Flickr.
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Miami (EE.UU.).- El escritor y periodista cubano exiliado Carlos Alberto Montaner denunció hoy el intento del régimen castrista de desacreditarle y asustarle "a base de calumnias e infundios" para silenciar su voz. Montaner denuncia intento de La Habana de intimidarle y silenciar su voz
En un artículo de opinión enviado a varios medios de comunicación, Montaner arremetió contra Lázaro Barredo, diputado y director del diario oficial Granma, por "pedir que se castigue con mayor rigor a los demócratas de la oposición" en la isla y que él sea extraditado a Cuba.
Barredo propuso en días pasados en una reunión parlamentaria que la Fiscalía revise la legislación vigente para castigar a los disidentes que reciban dinero de "una potencia extranjera".
"Supongo que (Barredo) quiere que los golpeen con más saña, que las condenas sean más elevadas y que a las Damas de Blanco las ultrajen con mayor energía", dijo el periodista.
Montaner señaló que a Barredo "le sobra vocación para maltratar a sus semejantes". Se trata de una persona, dijo, a la que "ex compañeros suyos" describen como "un organizador de turbas y actos de repudio".
En cuanto a la petición del director del Granma de que Montaner sea extraditado por ser un prófugo de la justicia cubana, el escritor manifestó que lo dicho por el diputado cubano constituye una "media verdad".
"Hace casi medio siglo, en mayo de 1961, cuando tenía 17 años, me escapé de la cárcel (...), pero yo no huía de la justicia cubana sino de la injusticia de un juicio absolutamente ilegal con pruebas y testigos falsos", resaltó.
Tras preguntarse sobre el sentido en este "show ridículo montado por la policía política castrista", Montaner avanzó dos razones: primero, para tratar de desacreditarle y asustarle, cosa que, señaló, "jamás han podido lograr con todas sus campañas sucias durante décadas de calumnias e infundios".
Después, prosiguió, para intentar "destruir" a Yoani Sánchez, la bloguera cubana premiada el mes pasado con el Ortega y Gasset de Periodismo Digital en España.
Sánchez, licenciada en filología hispánica, abrió en abril de 2007 el "blog" "Generación Y", en el que puso su fotografía, su nombre y su apellido, y en el que critica cosas de su país que, según dice, no le gustan.
Sánchez es "una persona a quien admiro mucho, pero a quien no conozco ni directa ni indirectamente, pese a que tratan de asociarla conmigo", apuntó Montaner, considerado uno de los columnistas y pensadores más influyentes en América Latina. EFE
“Si de mi hubiese dependido nacer, indudablemente no habría aceptado la existencia en condiciones tan irrisorias” F. Dostoievsky, El Idiota
Como lo expresara el filósofo Pascal Bruckner, nada hay más conformista en nuestra época que pretender ser un rebelde, un inconformista, ese agitador que se alza contra el orden establecido. Estamos presenciando, pues, un escenario de conformidades donde lo irrisorio aventaja al dramatismo de las circunstancias. Enarbolados como héroes mitológicos de una Argentina arcaica, surgen en el cielo diáfano un gran toro inflado bautizado como “Alfredito”, a él se enfrenta como Teseo al Minotauro, un pingüino de similar tamaño al que llaman “Néstor”. Antiguamente se canonizaba a los héroes, el sistema moderno prefiere vulgarizarlos. Ambos están en una suerte de nebulosa observando desde arriba una plaza atiborrada de identidades perdidas en búsqueda de respuestas para preguntas incompletas. Y es que hasta los que son incapaces de aprender se han puesto a enseñar. En estos días todos los hombres con un poco de fama tienen sus discípulos pero no hay que olvidar que después será Judas el que escriba la biografía. Lo cierto es que tanto barullo se asemeja al silencio: nada se escucha, apenas si se oyen ciertas voces tratando de esgrimir una idea pero la Argentina es el refugio de las ideas perdidas y las causas acabadas.
Cualquier que camine por allí podría encontrarse con Gabriel Syme, aquel poeta del orden que supo ser Jueves en la pluma de G. K. Chesterton, o con Gregory, el anarquista que termino representando al Domingo. Compararía el cuadro con aquel otro donde una supuesta conspiración anárquica quería imponerse con fuerza sin advertir que aquella sólo era la otra cara de la monedad de las libertades individuales. La responsabilidad de ser libres es una carga pesada que a veces, es mejor apelar a oscuros sistemas, invocar a complots y terminar imponiendo la ideología victimista, mientras un toro y un pingüino definen una batalla pírrica.
Las oligarquías ganan algunas partidas: no hubo fútbol ni un picadito como suele haber en las zonas más marginadas, por el contrario una pelota ovalada dio pie a un partido de Rugby y entre scrown, mauls y tackles se definió el espacio donde cada quien es cada cual, así se encuentra la dignidad y la pertenencia en esta geografía. Mientras, dentro del recinto una escena dantesca: voces a los gritos que se superponen creyendo tal vez que la más gruesa es la que vence la contienda. Al observar tamaño espectáculo, donde el sudor es protagonista y las palabras muestran su faz gratuita, cualquier espectador más o menos desprevenido, puede sentir un devenir similar al de Gregorio Samsa, esa cucaracha kafkiana que trata de entender lo que no puede asimilar la naturaleza humana.
Se buscan acuerdos con enfrentamientos, se apela al respeto con el insulto, se impone compulsivamente el consenso. Todo es tan burdo que no puede esperarse un resultado concreto capaz de contener tantos intereses librados a su suerte.
La voz de la conciencia tiene pañuelo blanco ¿de esperanza?, la voz de la razón, poncho y barba. Todos son víctimas ¿cómo pueden enfrentarse? Luchan por idénticos derechos amparados en un librito casi insignificante que reparten en las esquinas como si fueran biblias evangelistas. Se trata de la Constitución Nacional tan clara, tan simple y sin embargo, librada a interpretaciones tan disímiles… Si Alberdi viviese no dudaría en transcribirla pero en una lengua universal para que no haya más confusión y barbarie en esta tierra. Quizás se halle ya de lleno en esa tarea y en breve, los ciudadanos, podamos comprar un ejemplar de la nueva Constitución de los argentinos en el ciberespacio donde debe quedar el único resabio de cultura y dignidad nacional.
Qué el resto lo resuelvan los próceres del siglo XXI que supimos conseguir: el toro Alfredito y el pingüino Néstor. Y ¡oh, juremos con gloria morir…!
GABRIELA POUSA
Un comercio más libre podría llenar el plato de arroz del mundo
por Tyler Cowen
Tyler Cowen es profesor de economía en George Mason University y académico asociado del Cato Institute.
El aumento en los precios de los alimentos significa inestabilidad política y hambre para millones, como ya se ha visto en Haití, Egipto y Costa de Marfil. Es cierto, la energía más cara y el mal clima tienen algo de culpa, pero la verdadera interrogante es porqué el ajuste no ha sido más fácil.
El daño causado por las restricciones comerciales es probablemente más evidente en el caso del arroz. Aunque el arroz es el alimento principal para alrededor de la mitad del mundo, es altamente protegido y regulado. Solo entre 5 y 7 por ciento de la producción mundial del arroz es comercializada a través de las fronteras. Esto es inusualmente bajo para un producto agrícola.
Es así que cuando el precio sube—de hecho, los precios de muchas variedades de arroz se han duplicado desde el 2007—este mercado altamente segmentado significa que el comercio arrocero no fluye a los lugares donde más se demanda este producto.
Las malas cosechas de arroz no son el principal problema. La Organización de Alimentos y Agricultura de las Naciones Unidas estima que la producción mundial de arroz aumentó un 1 por ciento el año pasado y dice que se espera que aumente 1,8 por ciento este año. No es una tasa impresionante, pero tampoco debería causar hambrunas. La cifra más reveladora es que a lo largo del próximo año se espera que el comercio arrocero caiga más de un 3 por ciento, cuando más bien debería estar expandiéndose. Este declive se debe solamente a las recientes restricciones sobre las exportaciones de países productores de arroz como India, Indonesia, Vietnam, China, Cambodia y Egipto.
A primera vista, esto parece ser comprensible, porque puede que un país no desee enviar alimentos valiosos al extranjero en tiempos de necesidad. Sin embargo, los incentivos a largo plazo son contraproducentes. Las restricciones sobre las exportaciones les dicen a los agricultores que sus cosechas son menos lucrativas cuando son más necesitadas. Hay poco incentivo para sembrar, cosechar o almacenar suficiente arroz—o cualquier otro cultivo en su lugar—como un seguro para los malos tiempos.
La tendencia de distorsionar la oferta y la demanda también la vemos en las Filipinas, donde el gobierno está buscando y arrestando a los almacenadores de arroz, quienes, por supuesto, están simplemente almacenando el arroz por la posibilidad de que se avecinen tiempos aún más difíciles.
En los mercados de materias primas, es común que la alta demanda cause aumentos severos en los precios. Muchas veces es difícil equilibrar de manera expedita la nueva demanda con más oferta. La pregunta es si la oferta, y el comercio, pueden crecer para superar la rigidez del mercado.
Las restricciones al comercio del arroz podrían lograr que la escasez y los precios altos sean permanentes. Las restricciones sobre las exportaciones ven al comercio y a la producción del arroz como un juego de suma cero—o negativa—en el que la ganancia de un país se vuelve la pérdida del otro. Difícilmente esta sea la manera de avanzar en una economía mundial que crece rápidamente.
Esta falta de apoyo al comercio refleja una tendencia más amplia y preocupante. Un porcentaje creciente de la producción mundial, incluyendo la agrícola, viene de países pobres. En general esto es bueno para los países ricos, los cuales pueden concentrarse en crear otros bienes y servicios, y para los países pobres, los cuales están produciendo más riqueza. Pero podría reducir la velocidad de ajuste a las cambiantes condiciones globales.
Por ejemplo, si la demanda de arroz aumenta, los agricultores de Vietnam—quienes permanecen encadenados por las antiguas regulaciones del comunismo—no están siempre en capacidad de responder rápidamente. Ellos ni siquiera tienen la libertad completa para enviar y comerciar el arroz dentro de su propio país. Los países más pobres también tienden a ser más proteccionistas. Para empeorar las cosas, cerca de la mitad del comercio mundial de arroz es llevado a cabo por las politizadas juntas de comercialización estatales.
La realidad es que gran parte de la escasez actual de materias primas, incluyendo la del petróleo, ocurren porque la producción y el comercio se dan cada vez más en países relativamente ineficientes e inflexibles. Estamos acostumbrados a los tiempos de respuesta de Silicon Valley, pero cuando se trata de la producción de las materias primas, muchas de las instituciones relevantes en el extranjero solo tienen un pie en la era moderna. En otras palabras, las materias primas del mundo están muy lejos de estar globalizadas.
Muchos países pobres, incluso algunos de África, podrían estar produciendo mucho más arroz del que están produciendo ahora. Los grandes culpables son la corrupción dentro de la cadena de oferta del arroz, los sistemas de irrigación mal concebidos, las carreteras terribles o que no existen, derechos de propiedad inseguros, reformas tributarias mal concebidas, y los controles de precio sobre el arroz. La habilidad de un país de cultivar arroz depende no solo de su clima, sino también de sus instituciones. Burma, ahora Myanmar, fue alguna vez el principal exportador de arroz en el mundo, pero ahora es un desastre económico y muchos de sus habitantes se mueren de hambre.
Por supuesto, los países ricos tienen parte de la culpa también. Japón, Corea del Sur y Taiwán todos protegen a sus arroceros; usted incluso verá arroz siendo cultivado en España e Italia, ayudados por los subsidios y el proteccionismo de la Unión Europea. EE.UU. gasta miles de millones subsidiando a los productores domésticos de arroz. En el corto plazo estos productores domésticos significan menos presión de demanda en el mercado mundial, lo cual podría parecer algo bueno. Pero, nuevamente, los efectos a largo plazo son perniciosos.
La producción de bajo costo de arroz en países como Tailandia no está preparada para toparse con una demanda extranjera más alta, como sí lo estaría en un mercado más libre. Cuando se necesita más arroz, la capacidad es limitada y los granos se demoran en llegar. Y el arroz protegido de los países ricos es simplemente demasiado caro para aliviar el hambre en los países más pobres.
Últimamente se ha puesto de moda aseverar que, en estos tiempos de turbulencia financiera, las enseñanzas pro-mercado de Milton Friedman pertenecen más al pasado que al futuro. La verdad más triste es que cuando se trata de la producción de los alimentos—posiblemente la más importante de todas las actividades humanas—las ideas de libre comercio de Friedman todavía no han comenzado a ser escuchadas.
por Daniel T. Griswold y Juan Carlos Hidalgo
Daniel T. Griswold es Director del Centro de Estudios de Política Comercial del Cato Institute.
Juan Carlos Hidalgo es Coordinador de Proyectos para América Latina del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute.
Introducción
Probablemente, el voto más importante y controvertido del año en el Congreso, en lo que respecta al comercio internacional, sea el tratado de libre comercio (TLC) que firmó Estados Unidos con su vecino y aliado sudamericano, Colombia. En su informe del 28 de enero de 2008, el presidente Bush exhortó al Congreso a aprobar el tratado este año. El Presidente describió a Colombia como “un amigo de Estados Unidos que enfrenta la violencia y el terror, y lucha contra narcotraficantes”, y advirtió al Congreso que “si no aprobamos este tratado, fortaleceremos a los que propician el falso populismo en nuestro hemisferio. De modo que debemos unirnos, aprobar este tratado y demostrarles a nuestros vecinos de la región que la democracia lleva a una vida mejor”.1
El tratado, que firmaron ambos gobiernos en noviembre de 2006, eliminaría la mayor parte de los aranceles y barreras al comercio entre los dos países. El TLC entre Estados Unidos y Colombia es el último de una serie de tratados —negociados por la administración Bush y aprobados por el Congreso— con cinco países de América Central, la República Dominicana, Chile y Perú.
El actual congreso demócrata aprobó el TLC con Perú a fines de 2007, después de que se modificaron las secciones ambientales y laborales, pero los líderes demócratas aseguraron una y otra vez que el TLC con Colombia no será sometido a voto hasta que el país no logre un progreso aún no definido en el tratamiento de la violencia contra líderes sindicales. Las organizaciones de trabajadores de Estados Unidos, en especial la Federación Americana de Trabajo-Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por sus siglas en inglés) —un electorado clave del Partido Demócrata—, hicieron del fracaso del tratado con Colombia una de sus metas políticas principales.
Rechazar un tratado de libre comercio con Colombia debido a la persistente violencia que padece ese país sería un error irresponsable del Congreso. Implicaría sacrificar nuestro interés nacional en un hemisferio estable, pacífico y próspero en pos de intereses ideológicos y partidistas faltos de perspectiva. Más allá de sus beneficios económicos, un TLC con Colombia recompensaría e institucionalizaría el espectacular progreso logrado por el gobierno del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, en los últimos cinco años y medio.
Por qué los representantes demócratas se oponen a un tratado comercial con Colombia
En una declaración realizada el 29 de junio de 2007, la presidenta de la cámara baja Nancy Pelosi y otros líderes del partido demócrata anunciaron su oposición al TLC con Colombia. Manifestaron que “existe una preocupación generalizada en el Congreso por el nivel de violencia en Colombia, la impunidad, la falta de investigaciones y juicios, y el papel de los paramilitares”. “Consideramos que, primero, debe contarse con pruebas concretas de resultados sostenidos en Colombia, y los miembros del Congreso continuarán trabajando con todas las partes interesadas para lograr este objetivo antes de considerar cualquier TLC. En consecuencia, no podemos apoyar el TLC con Colombia en este momento”.2
La violencia es un problema real para los sindicalistas colombianos. Desde 1991, más de 2.200 sindicalistas fueron asesinados, la mayoría por paramilitares de derecha. Según señala una reciente publicación de la AFL-CIO, Colombia es el país más peligroso para ser miembro de un sindicato.3
Y, en la mayoría de los casos, el sistema judicial fracasa: por todos estos asesinatos, sólo hubo 37 condenas.4 Sin embargo, los líderes del partido demócrata y sus aliados sindicales no reconocen el espectacular progreso logrado por el gobierno colombiano, a pesar de las sombrías expectativas de hace apenas unos años.
La verdadera novedad en Colombia no es el nivel actual de violencia sino su drástica disminución en un período relativamente corto, y el crédito que merece el gobierno colombiano por esa mejora. La cantidad de asesinatos de sindicalistas en Colombia cayó abruptamente desde 2001, un año antes de que asumiera el presidente Álvaro Uribe. De aproximadamente 200 asesinatos por año en 2001 y 2002, la cifra cayó a la mitad en 2003 y, desde entonces, continúa bajando (véase el Gráfico 1). La AFL-CIO asegura que 38 sindicalistas fueron asesinados en 2007, mientras que el Ministerio de la Protección Social de Colombia contabiliza 25. Incluso si se acepta la cifra más alta de la AFL-CIO, esto marcaría una caída en picada de más del 80% en los asesinatos de sindicalistas durante el mandato del presidente Uribe; la caída sería de casi el 90% si se tomara la cifra del Ministerio de la Protección Social. Ambos porcentajes representan un progreso notable y meritorio durante el gobierno del presidente Uribe.
Las muertes de sindicalistas también deben considerarse en el contexto de una sociedad que fue, durante décadas, una de las más azotadas por la violencia en el mundo. Desde que se independizó de España en 1819, el país se vio sumido en conflictos civiles que costaron cientos de miles de vidas. En la década de 1960, dos grupos marxistas armados, las FARC y el ELN, iniciaron una guerra de guerrillas contra el gobierno de Colombia. Más tarde, en la década de 1980, poderosos carteles se batieron con las autoridades y entre sí en las calles de ciudades importantes como Medellín y Cali. Hasta hace unos años Medellín era la ciudad con más asesinatos por habitante del mundo. A principios de la década de 1990, se formaron grupos paramilitares de derecha, conformados por terratenientes, para combatir a las guerrillas de izquierda. Poco después, estos mismos grupos se convirtieron en fuerzas criminales autónomas.
A mediados de la década de 1990, una vez desmantelados los carteles, tanto las guerrillas como los grupos paramilitares pasaron al negocio de los narcóticos. La accidentada geografía de Colombia la vuelve un lugar ideal para la producción de cultivos ilegales como la marihuana y la coca. Se estima que el 90% de la cocaína en polvo que se consume en Estados Unidos proviene de Colombia.5 Esto representa un negocio multimillonario que las fuerzas armadas ilegales explotan desde hace más de una década.
En este contexto sórdido, la administración Uribe tomó medidas decisivas. El gobierno instauró un programa de protección para los grupos vulnerables de la sociedad. Actualmente, 1.504 sindicalistas están inscriptos en el programa, un número que supera a los de todos los otros grupos de la sociedad civil. En un trabajo conjunto con la Organización Internacional del Trabajo, Colombia creó una unidad especial, presidida por el Fiscal General, para investigar casos prioritarios de violencia contra militantes sindicales.6 Los asesinatos de sindicalistas siguen ocurriendo, pero representan menos de uno de cada diez asesinatos de civiles a manos de grupos armados ilegales.7 Otros grupos que son blanco de violencia son, por ejemplo, los maestros, los periodistas, los líderes empresarios y los políticos, la mayoría de los cuales son miembros del propio partido de Uribe.
La AFL-CIO siempre cita la cifra de los 2.245 sindicalistas asesinados en Colombia desde 1991 como el argumento central en contra de la aprobación del tratado de libre comercio. Pero la mayor parte de los asesinatos ocurrieron al comienzo del período considerado, dado que más de cuatro de cada cinco asesinatos ocurrieron antes de la asunción del presidente Uribe. En lugar de reconocer el mérito de Uribe en la drástica caída de los crímenes, la AFL-CIO insiste en sancionar al presidente actual, y a quienes lo eligieron, por los fracasos de gobiernos anteriores.
Por desgracia, algunos grupos colombianos de izquierda se confabularon con intereses sindicales en Estados Unidos para convencer al la cúpula demócrata del Congreso de que este TLC debe fracasar debido a razones humanitarias. Esta oposición al tratado se debe más a la ideología que una preocupación real por los sindicalistas de Colombia. Por ejemplo, Gustavo Triana, un funcionario de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la mayor federación de trabajadores de Colombia, sostiene que “El libre comercio nos mata tanto como las balas”.8 La equiparación del comercio pacífico y voluntario con balas asesinas es una comparación burda que revela los intereses ideológicos que yacen detrás de gran parte de la oposición al TLC.
Un país complicado, un presidente notable
El presidente Álvaro Uribe es una rareza en la política de América Latina. Después de cinco años en el gobierno, su popularidad sigue siendo muy alta, hoy en día es mayor al 80%. Fue reelegido en 2006 con un impresionante 62% de los votos. Los motivos de la popularidad de Uribe están claros para cualquiera que haya seguido los acontecimientos en Colombia a lo largo de la última década. Sus políticas generaron más seguridad y oportunidades económicas para los ciudadanos colombianos.
Desde que asumió el cargo, en 2002, el presidente Uribe avanzó notablemente en la erradicación de la violencia en su país, no sólo la violencia contra sindicalistas. Su gobierno incrementó la presencia policial en todas las principales ciudades y regiones del país. Más de 30.000 paramilitares retornaron a la vida civil.9 Gracias a una vigilancia policial y una acción militar más agresivas contra los insurgentes, el nivel de violencia cayó de manera drástica. Desde 2002, los homicidios cayeron un 40%, los secuestros, un 82%, y los ataques terroristas, un 77% (véase el Cuadro 1).10
Antes del mandato de Uribe, se consideraba que Colombia estaba al borde de convertirse en un “estado fallido”. Las guerrillas marxistas que habían librado una guerra contra el gobierno colombiano durante casi 40 años controlaban un área del tamaño de Suiza. Miles de secuestros y asesinatos hacían de Colombia uno de los países más violentos del mundo. Como señaló Otto Reich, ex subsecretario de estado para asuntos del hemisferio occidental, “Hace apenas cinco años, el gran debate del gobierno de Estados Unidos se centraba en cuánto tiempo podría sobrevivir el Gobierno de Colombia”.11
Las políticas de Uribe cambiaron a Colombia. El Presidente adoptó una política dura contra las guerrillas marxistas fortaleciendo la presencia del ejército en las zonas rurales y empujando a las FARC fuera de la Colombia central. Además, abogó por un controversial plan para persuadir a los grupos paramilitares de desarmarse a cambio de penas reducidas e incentivos para reincorporar ex paramilitares a la fuerza laboral. Este proceso fue objeto de críticas. Muchos aseguran que la desmovilización de paramilitares constituyó una amnistía a criminales confesos. Otros señalan que muchos paramilitares desmovilizados pasaron a ser criminales comunes. Sin embargo, los números indican claramente que durante el gobierno de Uribe el crimen cayó en picada. Hoy, Medellín tiene una tasa de homicidios per cápita más baja que Baltimore. Colombia sigue siendo un país muy violento, pero los críticos pierden la perspectiva cuando observan los datos del crimen sin tomar en cuenta las tendencias de los últimos cinco años.
Durante la presidencia de Uribe, no sólo mejoraron las cifras del crimen sino que también los indicadores económicos y sociales presentan un progreso notorio. Se estima que la economía, cuyo crecimiento se mantuvo en un promedio del 5% en los últimos cuatro años, creció casi un 7% en 2007. La inversión extranjera directa se incrementó de 2.100 millones de dólares en 2002 a 6.300 millones en 2006 (un aumento del 200%). La pobreza cayó 11,9 puntos porcentuales a 45% en el mismo período.12 La tasa de desempleo bajó del 15% al 11%13. Una combinación de políticas que propician el crecimiento y mayor seguridad redundó en mejores condiciones de vida para millones de colombianos.
Un amigo en una región de enemigos
La importancia de Colombia aumentó en los últimos años debido a la batalla ideológica que se libra en la región andina. Con la llegada al poder de presidentes populistas de izquierda en América del Sur, el presidente Uribe constituye el aliado más cercano a Estados Unidos en América Latina. Más aún, hoy Colombia está rodeada por dos presidentes antiestadounidenses que tienen lazos o simpatizan con las guerrillas marxistas: Hugo Chávez en Venezuela y Rafael Correa en Ecuador.
La situación es especialmente preocupante en el caso de Chávez. El presidente de Venezuela intentó una y otra vez exportar su revolución “bolivariana” (socialista) a otros países de América Latina, aprovechando una ganancia inesperada en los ingresos generados por petróleo de cerca de 300.000 millones de dólares desde que llegó al poder.14 El presidente Chávez apoyó abiertamente las campañas de los candidatos de izquierda en la región, como Evo Morales (Bolivia), Shafik Handal (El Salvador), Daniel Ortega (Nicaragua), Ollanta Humala (Perú) y Rafael Correa (Ecuador). Además, en los últimos cuatro años, Chávez gastó 4.000 millones de dólares en armamento.15
Los vínculos de Chávez con las guerrillas son bien conocidos. Venezuela se convirtió en un refugio para las FARC y otros grupos terroristas. El Informe sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos 2006 sostiene que “las organizaciones guerrilleras colombianas (…) se trasladan por Venezuela sin una interferencia significativa de las fuerzas de seguridad venezolanas”.16 Recientemente, Chávez declaró que las guerrillas eran “verdaderos ejércitos” cuyo proyecto político era respetado por el gobierno de Venezuela.
El hecho de que el aliado más cercano de Estados Unidos sea su vecino inmediato fue siempre un motivo de irritación para Chávez. La relación entre él y el presidente Uribe se malogró recientemente por un intento infructuoso de mediación del presidente venezolano para que las guerrillas colombianas liberaran a decenas de rehenes que esos grupos mantienen retenidos desde hace más de cinco años. Los líderes intercambiaron reproches, y Chávez sostuvo que Uribe es “un triste peón del imperio [estadounidense]”.17
Venezuela es el segundo mercado más grande para las exportaciones colombianas, y muchos temen que la crisis diplomática entre ambos países pueda derivar en un bloqueo venezolano —algo con lo que Chávez ya amenazó varias veces— que podría tener graves consecuencias para la economía de Colombia.
El TLC Estados Unidos-Colombia
El tratado comercial con Colombia propuesto surgió de las políticas de vinculación de Estados Unidos con Colombia desde principios de la década de 1990. En 1991, un congreso demócrata aprobó la Ley de Preferencia Comercial Andina. La ley, que contó con el apoyo de ambos partidos y deberá renovarse en 2008, permite que el 90% de las exportaciones colombianas ingresen en Estados Unidos libres de impuestos. Desde fines de la década de 1990, en una iniciativa promovida por el entonces presidente Bill Clinton, el Congreso destina más de 5.000 millones de dólares en asistencia al “Plan Colombia”, un programa del gobierno colombiano cuyo objetivo es combatir a los insurgentes violentos y erradicar la producción de drogas ilegales.
El tratado de libre comercio con Colombia se diseñó para fortalecer la sociedad civil de Colombia y, al mismo tiempo, generar oportunidades económicas para que los productores estadounidenses vendan sus productos a los 44 millones de consumidores colombianos, que gozan de una movilidad ascendente y ven con buenos ojos a Estados Unidos.
Al igual que otros tratados similares que Estados Unidos ya negoció en la región, éste derribaría barreras a las exportaciones estadounidenses. Más del 80% de las exportaciones de Estados Unidos a Colombia de productos dirigidos a la industria y a los consumidores se volverían libres de impuestos si se promulgara el tratado, y los aranceles restantes se eliminarían progresivamente a lo largo de los próximos diez años. Para los productores agrícolas de Estados Unidos, el TLC permitiría un acceso inmediato libre de impuestos para la carne vacuna de alta calidad, el algodón, el trigo, la harina de soja y las principales frutas y verduras (como las manzanas, las peras, los duraznos y las cerezas), y muchos alimentos procesados, como las papas fritas y galletas. El tratado mejoraría el ingreso de las exportaciones de carne de cerdo, carne vacuna, maíz, carne de ave, arroz y lácteos.18
Además, el TLC fortalecería la protección de las inversiones de las empresas estadounidenses que intentaran llegar a los consumidores colombianos mediante una presencia directa. El tratado garantizaría los derechos no discriminatorios a las empresas de Estados Unidos en su presentación en licitaciones para obtener contratos con una gran variedad de ministerios, organismos, y gobiernos regionales de Colombia, así como un mejor acceso para los proveedores estadounidenses de servicios de telecomunicaciones. Este TLC supera a otros tratados bilaterales con el propósito de satisfacer las siempre cambiantes exigencias de los críticos de los tratados comerciales en lo que respecta al cumplimiento de determinadas normas laborales y ambientales dentro de Colombia.19
El comercio bilateral entre Colombia y Estados Unidos ascendió a 15.900 millones de dólares en 2006 e iba camino a superar los 17.000 millones en 2007. Este valor es similar al del comercio bilateral con Chile, otro país con el que existe un TLC, y casi el doble de nuestro comercio con Perú, que se convirtió en socio comercial en 2007.20
Debido a que los aranceles de Estados Unidos ya son o bajos o nulos para la mayoría de las importaciones provenientes de Colombia, el tratado no debería generar la oposición de intereses especiales locales. El petróleo y el carbón representan más de la mitad de los 9.300 millones de dólares en importaciones de Estados Unidos provenientes de Colombia en 2006 . Otro sexto de nuestras importaciones de ese país corresponde a productos agrícolas, fundamentalmente granos de café y flores. La indumentaria y el calzado representan cerca del 6% de nuestras importaciones, menos de 500 millones de dólares.21
En 2006, las exportaciones más competitivas de Estados Unidos a Colombia, que comprenden más del 40% de los bienes estadounidenses vendidos allí, fueron productos manufacturados, entre ellos equipamiento para perforación y para yacimientos petrolíferos, maquinaria para excavación, computadoras y accesorios, equipos de telecomunicaciones y equipos médicos. Otras categorías importantes de exportaciones de Estados Unidos fueron los productos químicos y agrícolas, estos últimos liderados marcadamente por el maíz.22 A lo largo del tiempo, el tratado acabaría eliminando el 11,3% promedio de aranceles de Colombia sobre los productos agrícolas estadounidenses, en comparación con el arancel promedio de 0,1% de Estados Unidos, correspondiente los programas de preferencia vigentes.23 Un estudio realizado en diciembre de 2006 por la Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos estimó que el tratado incrementaría las exportaciones estadounidenses en 1.100 millones de dólares.24 Dado que los exportadores colombianos ya gozan de un acceso virtualmente libre de impuestos al mercado de Estados Unidos, un tratado de comercio permitiría la igualdad de condiciones que a los escépticos del comercio no dejan de exigir.
Las consecuencias de decir que no
Un tratado de comercio abarcador también beneficiaría a Colombia, además, con la apertura de su mercado a una mayor competencia de importaciones, lo que estimularía la inversión extranjera y fortalecería sus lazos con la mayor economía del mundo. Si el Congreso rechazara este tratado, ocasionaría un grave perjuicio a la economía y a los trabajadores colombianos. Un estudio reciente realizado por la Universidad de Antioquia demuestra que la no aprobación del TLC reduciría la inversión en Colombia un 4,5%. Más aún, de no aprobarse el tratado, el desempleo aumentaría un 1,8%, lo que representaría una pérdida neta de 460.000 empleos. El PIB caería un 4,5%, y el nivel de pobreza aumentaría 1,4 puntos porcentuales.25
A Estados Unidos no le conviene perjudicar de esta manera la economía de un aliado en la región andina. Como puede verse con claridad en los países vecinos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, la pobreza y la falta de oportunidades alimenta al populismo de izquierda. Las instituciones democráticas fuertes se sustentan en el desarrollo económico. Estados Unidos debe promoverlo. Eso está muy claro para los colombianos. En palabras de Sergio Fajardo, el popular alcalde de Medellín, “¿Para qué están los amigos? ¿Para empeorar los problemas? Nuestros amigos deberían ayudarnos a mejorar las cosas”.26
También debemos considerar la importancia política de rechazar el TLC, que ya fue aprobado por el Congreso de Colombia y que cuenta con el apoyo de una mayoría de sus ciudadanos. El presidente Uribe ya dejó en claro que la relación con Estados Unidos se vería afectada de rechazarse el TLC. Durante una reciente visita a Washington, dijo que su país no será parte de “una relación en la que Estados Unidos es el amo y Colombia es el siervo”.27 Es difícil interpretar el verdadero sentido de las palabras de Uribe, pero no hay duda de que, de rechazarse el TLC, el presidente de Colombia cooperará menos con Estados Unidos.
Un punto más que debería tomarse en cuenta es el de las consecuencias institucionales de una decisión así. Uno de los errores más graves de la política exterior estadounidense en los últimos 60 años fue reducir las relaciones bilaterales con países a relaciones personales con un líder determinado. Cuando ese líder ya no está, la relación diplomática con ese país vuelve a foja cero y, en algunos casos, incluso empeora. Existe un riesgo importante de que Estados Unidos esté cometiendo el mismo error en Colombia con el presidente Uribe. Cuando él se vaya, nadie sabe quién vendrá ni cuál será su actitud respecto de Washington. Por ello, es imperativo para Estados Unidos institucionalizar su relación con Colombia mediante un tratado de comercio bilateral que una a ambos países en un lazo económico permanente.
Conclusión
Desde hace algunos años, Colombia es un fuerte aliado de Estados Unidos. También es una nación desgarrada por conflictos civiles y una violencia despiadada. Sin embargo, bajo el liderazgo del presidente Álvaro Uribe, el país logró notables mejoras en la mayoría de los indicadores socioeconómicos.
El presidente Uribe invirtió mucho de su capital político en conseguir un Tratado de Libre Comercio con el aliado más cercano de Colombia. No obstante, acicateada por la oposición del sindicalismo de Estados Unidos, la mayoría demócrata del Congreso amenazó con frustrar la aprobación del tratado con el argumento de que Colombia es el país más peligroso del mundo para el movimiento sindical. Si bien esto es cierto, los demócratas no reconocen que Colombia es un país violento en general y que los asesinatos de sindicalistas se redujeron significativamente durante la administración del presidente Uribe.
Cegada por intereses estrechos de miras, la mayoría demócrata del Congreso tampoco entiende la importancia de Colombia en una región en la que los líderes de izquierda antiestadounidenses están accediendo al poder con programas populistas, como por ejemplo, Hugo Chávez en Venezuela. Según escribió Mary O’Grady en el Wall Street Journal, “O bien los demócratas tienen un criterio muy deficiente en lo que en lo que respecta a la política exterior o bien tienen simpatía por el diablo”.28 No obstante, no todos los demócratas caen en el mismo error de cálculo. Una carta abierta redactada por prominentes funcionarios de la administración Clinton y ex miembros demócratas del Congreso sostiene que “sería el colmo de la ironía hablar de ‘perder’ a América Latina mientras nos rehusamos a tomar medidas que apoyarían directamente relaciones e intereses fundamentales en la región”.29 Stephen Harper, Primer Ministro de Canadá, ofreció un cordial y sabio consejo cuando escribió que “Si Estados Unidos le da la espalda a Colombia, el revés que sufriríamos sería mayor de lo que ningún dictador latinoamericano podría aspirar conseguir”.30
En un estudio exhaustivo realizado el pasado noviembre, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington concluyó que el gobierno y el pueblo de Colombia, con el presidente Uribe, no sólo evitaron un desastre:
Replegaron la influencia de paramilitares e insurgentes, establecieron una presencia estatal en cada municipio del país por primera vez en la historia, revirtieron drásticamente los niveles de violencia y crimen, mejoraron la observancia de los derechos humanos, aumentaron la capacidad del estado de gobernar más democráticamente y pusieron la economía en marcha en una dirección muy positiva.31
Aprobar un tratado de libre comercio con Colombia es apoyar una democracia de mercado en una región en la que los valores liberales están en peligro. Es ser un socio confiable en tiempos turbulentos. Es, también, construir instituciones duraderas que contribuyan a la prosperidad económica y la democracia de millones de colombianos.
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