Misión incumplida
Por Alvaro Vargas Llosa
El Instituto Independiente
Washington, DC—Durante años, los simpatizantes del mandatario venezolano Hugo Chávez han ensalzado sus programas de asistencia social o “misiones” como ejemplos de justicia social. Un reciente estudio del Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales pone al descubierto que todo es un mito.
Los autores, Yolanda D'Elia y Luis Francisco Cabezas, no son adversarios ideológicos encarnizados del gobierno. Ni siquiera cuestionan la necesidad de que el Estado cuente con programas asistenciales. Se limitan a trazar la historia de las misiones y comparar los resultados con los objetivos. La conclusión es demoledora.
Las misiones fueron creadas en 2003, a los cinco años de iniciado el gobierno de Chávez, con un fin político rotundo: ganar el referéndum revocatorio. En la Academia Militar de Venezuela, el Presidente explicó que en un momento de desesperación había pedido ayuda a Fidel Castro y que éste le ofreció 20 mil cubanos para relanzar sus programas sociales.
Desde el comienzo, los nuevos programas funcionaron fuera de los canales formales del Estado, constituyendo una estructura paralela que no respondía a nadie más que el Presidente en persona. La meta de la misión “Barrio Adentro” era colocar a un médico cubano por cada 250 familias pobres. Las misiones “Robinson”, “Sucre” y “Ribas” ofrecieron educación a todos los niveles, empezando por los analfabetos, mientras que “Mercal” se propuso hacer que la dieta básica fuera accessible al público. Etcétera.
Cuando Chávez ganó el controvertido referéndum revocatorio en 2004, anunció que las misiones serían la base de un orden revolucionario que suplantaría a la república. “No son otra cosa”, afirmó, “que el germen de la nueva institucionalidad”. Los fondos provenían del gigante petrolero estatal: “Gracias al control que ahora sí tenemos sobre PDVSA…tenemos recursos disponibles con planes extraordinarios”. El objetivo de corto plazo era ganar la reelección en 2006.
El de largo plazo, revelado inmediatamente después de conseguida la reelección, era montar un Estado socialista permanente. Cuando en diciembre de 2007 perdió el referéndum constitucional que le habría dado derecho a la reelección permanente, el comandante tuvo que desacelerar un tanto sus planes.
El gobierno inventa que “Barrio Adentro” y “Mercal”, las dos misiones principales, cubren a 70 por ciento de los pobres de Venezuela. El estudio muestra que aun en su mejor momento, en 2004, “Barrio Adentro” no llegó a más del 30 por ciento. Hoy en día sólo llega a uno de cada cinco pobres, mientras que seis de cada diez ciudadanos supuestamente alimentados por “Mercal” son ajenos al programa.
La culpa es de la incompetencia y la corrupción propias de la politización de la pobreza, no de la falta de dinero. PDVSA ha visto sus ingresos aumentar sistemáticamente gracias al precio del crudo. Se estima que el gigante petrolero venezolano genera más de 50 mil millones de dólares al año (las cifras exactas son esquivas porque los libros están fuera del ojo público desde hace años).
Hay una relación inversamente proporcional entre el aumento de los petrodólares y la caída –en cobertura y calidad— de los servicios que paga ese dinero. En la segunda parte de 2007, cuando el petróleo estaba a casi 90 dólares el barril, un 30 por ciento de las clínicas de “Barrio Adentro” cerraron sus puertas. La reducción del número de médicos cubanos a cargo de las clínicas es impresionante: el 60 por ciento se han ido. Todo indica que cuando viajaron a Venezuela para ayudar a Chávez a montar “Barrio Adentro” los cubanos estaban movidos por la fe migratoria antes que la altruista.
En el caso de “Mercal”, el 96 por ciento de los supermercados para los pobres son de propiedad privada: el colmo en un sistema socialista. Las fallas en el sistema de almacenamiento y distribución, y la incapacidad del Estado para impedir que sus propios empleados roben comida y la vendan bajo la mesa a precios mayores, han hecho que las ventas oficiales caigan a la mitad en los últimos dos años. A estos problemas se suma la escasez debida al control de precios y la inflación. El pollo, la carne, los huevos y la leche se han vuelto un lujo. Por ello, uno de cada cinco supermercados han sido cerrados en el último año. Hoy, 65 por ciento de los venezolanos pobres adquieren sus alimentos (si los encuentran) en puestos de venta que no participan en el programa “Mercal”.
Desde hace rato tengo para mí que Chávez perdió el referéndum no tanto porque las masas quisieran democracia como porque las misiones que apelaban a la mentalidad populista de tantos venezolanos resultaron un fiasco. Este estudio me lo confirma.
Alvaro Vargas Llosa es director del Centro Para la Prosperidad Global en el Independent Institute y editor de "Lessons from the Poor"
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