TLC: Perú y Colombia por caminos diferentes
Por Rudolf Hommes
El Tiempo, Bogotá
Cuando comenzaron las negociaciones para el TLC con los Estados Unidos, Colombia parecía ser la contraparte más importante, a la que se le sumó Perú, país al que en ese momento le pararon menos bolas. Pero Perú nos salió general: logró un acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos, y esta semana obtuvo de Standard and Poor's la clasificación de grado de inversión para su deuda soberana. Tanto Toledo como Alan García y sus equipos económicos deben sentirse justamente orgullosos de haber recorrido exitosamente esos dos caminos, el del TLC y reducir el costo de capital para el gobierno y los empresarios del Perú. Son el fruto de políticas económicas sensatas, consistentes, impopulares en alguna medida, y de muy buena suerte.
Alan García culmina con esto un cambio de 180 grados en su visión y en su política económica, y Toledo recibe un reconocimiento tardío por políticas que, como él decía con mucha resignación, despertaban mucho entusiasmo en Wall Street y en los círculos económicos profesionales pero muy poco interés en Arequipa. Sus niveles de popularidad como presidente estuvieron mucho tiempo por debajo del 20 por ciento, y tal vez alcanzaron a ser de un dígito ocasionalmente, pero la economía de Perú salió adelante y con mucho vigor.
Mientras tanto, aquí en el trópico húmedo, a pesar de estar a 2.600 metros de altura, el principal diario de la capital destaca en primera página y a varias columnas que se va a dolarizar la economía por iniciativa de un senador antioqueño gobiernista, afiliado a un partido político conocido por razones que nada tienen que ver con la economía legal. El mismo artículo anuncia que si no logra que el Congreso nos dolarice, podría hacer instituir un régimen de cohabitación del peso con el dólar, idea que fracasó precisamente en Perú durante el primer gobierno de Alan García.
Llama la atención este despliegue cuando en este mismo diario, hace poco, la desaceleración de la economía, el pobre desempeño del sector industrial y las advertencias que hizo al respecto el presidente de la Andi no calificaron sino para una nota marginal en una página interior. No deja de ser sintomático de lo que pasa en el país y por qué el Perú tiene TLC y calificación de grado de inversión. Colombia perdió esta última en la segunda parte de los años 90 y dejó pasar la oportunidad de haber firmado un TLC con dignidad. Cuando Colombia obtuvo calificación de grado de inversión para su deuda soberana antes que México, Brasil o la Argentina de Menem I, la clase empresarial colombiana y los dirigentes políticos no entendieron que se trataba de un gran privilegio y de una ventaja comparativa en el continente, como sucedió con el TLC, y permitieran que predominaran las malas políticas que dieron lugar al derrumbe de la economía y a la caída vertiginosa del valor de sus activos. El contraste con Perú es evidente, pues los cacaos de allá sostuvieron a un presidente impopular, pero responsable para no perder lo que se había logrado en el frente económico.
La calificación de grado de inversión equivale a una certificación de buenas prácticas económicas y se otorga con base en indicadores del desempeño de la economía, de su grado de apertura y de su solvencia (Peter Rowland, Determinants of Spread, Credit Ratings and Creditworthiness for Emerging Market Sovereign Debt, Banco de la República, Colombia). Permite que inversionistas institucionales muy grandes inviertan en títulos de deuda del país, mientras les está vedado invertir en los que no poseen esa calificación. Esto hace que el mercado para los primeros sea mucho más líquido y que las opciones de financiación sean más diversificadas y mejores. Los empresarios de Perú van a tener mejores opciones de financiamiento externo que los colombianos, aunque las diferencias en los costos financieros para los gobiernos sean muy marginales (alrededor de medio punto porcentual), pero valen mucha plata.
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