viernes, mayo 20, 2011

El Casero Ausente

El Casero Ausente

Un día cualquiera a la mañana decidís salir de tu casa para ir a comprar el pan. El pan que comprás todos los días para que tu familia se alimente. Llegás a la panadería y ves una fila muy larga de gente en la puerta.

Preguntás qué pasa y entre chismes y cuchicheos te dicen que no hay más pan, que se acabó, que el dueño de la panadería tuvo un problema con las maquinarias, otros te dicen que tuvo problemas con los ingredientes, otros, iluminados ellos, ya están hablando de los efectos de la escasez sobre el coste del pan a futuro. Luego de perder el tiempo vagando entre la gente que espera, inútilmente, que salga el pan decidís dar media vuelta e ir a otra panadería a comprar el pan que necesitás y es en ese preciso momento en que la realidad te choca como un tren descarriado. Esa es la única panadería que existe, es la única porque el Estado decidió que esa, su panadería, era la única que podía vender el pan. O comprás de allí o no comés pan. O formás fila y esperas o te quedás con las ganas.

Esta pequeña analogía se puede aplicar perfectamente a la realidad que vive la industria de la construcción paraguaya en este momento. Su pan es el cemento, elemento primordial para la construcción, y la panadería estatal es el INC. Desde hace años y con cierta regularidad el INC ha caído en sucesivos paros, fallos y retrasos que afectan de manera contundente a la cadena de producción de la industria de la construcción. En los últimos meses el problema se ha ido agravando al punto de que el desabastecimiento de cemento es una realidad palpable en uno de los sectores de mayor crecimiento del último lustro. Una gran parte de ese tan mentado 14.5% de crecimiento económico que nos coloca hoy día como los reyes de Latinoamérica a nivel proyecciones se debe a una industria de la construcción que supo apostar e invertir capitalizando en ladrillos una enorme cantidad de proyectos. El oficio de albañil de nuevo estaba valorizado y encontrar contratistas libres era una tarea casi imposible, esto es fácilmente comprobable con algún amigo ingeniero o arquitecto.

El Estado, ese casero ausente que solamente aparece cuando quiere cobrar la renta, hace todo lo posible para ahorcar a sus gallinas de los huevos de oro. No solamente sostiene de manera criminal el monopolio sobre la producción de cemento sino que además ahora está detrás de gravar fuertemente nuestros principales elementos de exportación como son la carne y la soja, pero ese tema lo dejo para otro post. El casero ausente, el gran hermano inútil, el Estado, sostiene un aberrante monopolio sobre el cemento y lo hace con fines estratégicos, ya que generando escasez puede controlar el ritmo de las construcciones y sostener del cuello a una industria que amenaza en volverse poderosa. Al Estado no le interesa el crecimiento del sector privado, el Estado necesita mantener el control y por ello prohíbe que iniciativas privadas produzcan o importen cemento para su libre comercialización, el mismo escenario se aplica a los combustibles ya que todo debe pasar por Petropar primero. El fin es el mismo, controlar, controlar, controlar. Parado sobre las ruinas de su propia inutilidad el Estado paraguayo se muestra en épocas de crisis como lo que en realidad es. Un ente fagocitante que devora toda posibilidad de crecimiento sostenido. La iniciativa privada crece no gracias a las políticas de estado sino a pesar de ellas. Esto es algo que vale la pena tener en mente cuando se analiza la situación.

Al ostentar el poder de generar las leyes que se le antoje y al tener los medios para forzar a cumplirlas (para esto están las fuerzas de orden ¿No?) el Estado se coloca como juez y parte, como referí y jugador en un partido injusto y desbalanceado en el que enfrenta a la voluntad privada. Está más que demostrado que el Estado es un pésimo administrador, un inversor horrible y un productor incapaz. ¿Cuál es el motivo para que siga sosteniendo entre sus sucias garras la capacidad de generar o importar un bien o un servicio? Sus motivos son claros, mantener bajo la suela de su bota a quien busca crecer por fuera del “sistema”. Un sistema vencido, vetusto y condenado a la extinción como es el estatista.

Es hora de que el Estado se retire de la producción y comercialización del cemento y que deje que la industria de la construcción crezca libremente según lo dicta el mercado.

A decir verdad es hora de que el casero ausente se jubile. Mucho bien nos hará con ello.

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