viernes, mayo 20, 2011

Por qué se debe despenalizar el racismo

Por qué se debe despenalizar el racismo

Con este post espero poder demostrar de manera lógica y racional que las leyes que convierten al racismo en un delito en realidad son contraproducentes y que lejos de ser una solución no hacen más que agravar la situación.

Se entiende por racismo a: “una forma de discriminación de las personas recurriendo a motivos raciales, tono de piel u otras características físicas de las personas, de tal modo que unas se consideran superiores a otras.” Si bien la xenofobia estuvo presente en toda la historia de la humanidad el concepto de “racismo” es relativamente nuevo en comparación. Se puede ubicar su origen en el siglo XIV con las llamadas “doctrinas de limpieza de sangre” en España. Esta doctrina muy común en la España y Portugal de la Edad Media que daba mayor valor al descendiente del “cristiano viejo”. Una segmentación estrictamente imaginaria adoptada por los etnicistas y religiosos de la época para sacar ventajas de la monarquía pre-nacionalista. Esta misma doctrina fue la que se aplicó en el “Nuevo Mundo” por parte de los conquistadores. Podríamos hablar del racismo en la Biblia o del que se presentó en el colonialismo europeo pero sería terminar hablando de lo mismo. Desde siempre hubo un grupo de gente que sea por color de piel u origen sanguíneo se creyó superior al resto y no tuvo tapujos en demostrar esa presunta superioridad discriminando negativamente, cuando menos.

Eso fue así hasta que llegamos a un par de décadas atrás de nuestra actualidad. En 1950 la UNESCO sugirió en su “La cuestión racial” que se dejara de hablar en términos de “raza” y se comenzara a hablar de “grupos étnicos”. El tratado condenaba al racismo científico (sobre el cual se ejecutó gran parte del Holocausto Judío). En el 2001 la Unión Europea incluye como un delito al racismo en su Carta Fundacional. En síntesis y para no alargar esta sección. Hoy día en gran parte del mundo el racismo y la discriminación negativa basada en el racismo están tipificadas como delito. Ahora veamos los problemas que esto genera.

Antes que nada las leyes que condenan al racismo violan la libertad principal de todo ser humano que es la libertad de expresión. Nadie puede, bajo ninguna excusa, obligar a otra persona a que calle lo que piensa. Todos somos libres de expresar lo que pensamos sin ser coaccionados con penas carcelarias por ello. Podemos estar o no de acuerdo con lo que la otra persona tiene para decir pero nadie tiene el derecho a silenciar a otra persona. Ni siquiera el Estado quien arbitrariamente decidió centralizar la ejecución de la libertad de las personas sometiéndola a su particular y retorcido criterio. La sensibilidad de las personas por su origen étnico o su color de piel no puede estar por encima de la libertad primigenia de expresar el pensamiento de cada uno. Que haya leyes que prohíban y limiten la voz del ser humano es una muestra más de lo inmoral de la existencia del Estado. Nuestra libertad para expresar lo que sea que pensemos no puede estar supeditada a la subjetiva emocionalidad de un grupo de personas que basamentan su valor en cuestiones como su color de piel.

El valor de cada persona no se debe determinar por su color de piel, su origen étnico o por cualquiera de los rasgos físicos que nos puedan diferenciar a unos de otros. Para eliminar de manera definitiva la cuestión del racismo lo primero que se debe hacer es dejar de ser víctima. Es decir, dejar de sentirse como tal ante epítetos descalificadores que hagan énfasis en cuestiones de piel u origen étnico. Esta susceptibilidad es la principal causa de que todavía existan personas que deciden agruparse según estas distinciones fisonómicas. Lo siguen haciendo porque FUNCIONA. Consiguen su objetivo de hacer mella en el espíritu ajeno con sus palabras. Una vez que esto deje de funcionar la principal demostración de racismo hoy día, el insulto racial, va a dejar de existir por simple lógica.

Sin embargo los Estados siguen manteniendo políticas que condenan la libre expresión de una filosofía racista. Estoy total y completamente a favor de la despenalización del racismo. Es decir, que si una persona decide salir a la calle a repartir todo tipo de insultos descalificadores en base a cuestiones de color de piel u origen étnico esta no sea procesada penalmente por ello. Toda ley, por definición, es mala. Trastorna el orden natural de las cosas. Las leyes que condenan al racismo no escapan a esta definición. Y además son total, completa y absolutamente ridículas. ¿Cómo cree el Estado que puede cambiar la forma de pensar de las personas simplemente silenciándolas? Habrase visto algo más ridículo. Esto es simplemente intentar ser “políticamente correcto” ya que las leyes contra el racismo no hacen ningún bien y solo generan, como cualquier prohibición, una excusa para la marginalidad. Y aquí surge el principal problema con las leyes que atentan contra la libre expresión del racismo.

Si los racistas no pueden ser libres para expresar públicamente lo que piensan lo que van a hacer es reunirse en la clandestinidad. De día serán miembros ejemplares de la comunidad y por las noches se reunirán en el sótano de alguna casa a repartirse panfletos y a recitar sus cánticos. A la mañana siguiente volverán a saludar con una sonrisa falsa a sus vecinos afroamericanos o judíos. No se Ud. señor o señora. Pero si yo soy de una minoría étnica me gustaría saber si mi vecino o compañero de trabajo es de ideología racista. Pero eso solo puede ser posible si dicha persona puede expresar libremente lo que piensa sin el miedo a ser privado de su libertad por ello. La identificación positiva de los partidarios de ideologías extremistas de índole racista permite a la comunidad ejercer una justicia efectiva, una justicia social (no en la connotación marxista del término). Por ejemplo si yo soy el carnicero puedo dejar de vender carne al Sr. Racista porque no estoy de acuerdo con su ideología, el panadero y el lechero lo mismo. La misma comunidad va a excluir de su seno al racista. Ese es el tipo de justicia que verdaderamente funciona. La que no viola la libertad de expresión. La que deja en manos de los individuos la resolución del conflicto de manera privada.

Pero para eso necesitamos sacarnos las caretas hipócritas de las leyes que condenan la libre expresión de las ideas racistas. Cuanto antes, mejor.

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