jueves, junio 02, 2011

LIBERALES: ¡A LAS COSAS! (i)

LIBERALES: ¡A LAS COSAS! (i)


A los argentinos de 1939, enfermos como siempre de retórica, José Ortega y Gasset les dio un consejo muy sabio: “Argentinos: a las cosas”. Me permito parafrasearlo, para decir algo sobre las muchas cosas que tenemos que hacer los liberales clásicos, cristianos y no cristianos, en Argentina y en todos nuestros países latamericanos, en lugar de perder el tiempo con nuestros deportes favoritos.
I. LOS VACÍOS
Nos falta un proyecto y una oferta
A los liberales parece que nos gusta el deporte de la queja. Con nuestros más notorios portavoces a la cabeza —que todos conocemos— siempre andamos en tono lamentoso y plañidero contra el socialismo, y por lo muy ignorantes, necios, burros e “idiotas” socialistas. En la prensa escrita y en Internet describimos largamente, con admirable precisión en detalles técnicos a veces, los garrafales errores económicos y maldades estatistas, y sus nocivos efectos en todos los ámbitos. A diario.
Así lucimos mal. En estos tiempos se adora el pensamiento “positivo”, y nuestra actitud de sola crítica nos hace ver “negativos”. No soy amigo de darle siempre la razón a la gente; pero sí en este caso, porque la tiene: de toda corriente política, hay derecho a esperar no solamente una lluvia de críticas e improperios contra el adversario, sino también un proyecto, con una oferta positiva, que haga una alternativa para escoger.
Los liberales gastamos en la pura crítica toneladas de tinta y papel (o de bytes, por fortuna más económicos), y muchísimo tiempo. Sin logros hasta el momento. Porque el socialismo reina y campea rampante en todos nuestros países, solo o combinado con fuertes dosis de mercantilismo y de “política correcta” (PC). Es la realidad, nos guste o no. Y a mí no me gusta nada.
¿Qué pretende esa pedagogía meramente crítica? Parece que los liberales aspiran a que los socialistas “aprendan economía” y de ese modo se “conviertan” (objetivo algo inconsistente con epítetos tan fuertes como “idiotas”); pero lo lamento, tengo una mala noticia: esa conversión no va a ocurrir. Los socialistas no van a aprender nada ni a convertirse, por la simple razón de que viven muy bien así como están. No van a cambiar. Pasan una vida cómoda y regalada, a costa del contribuyente. No saldrán del poder cuando sean “convencidos” sino cuando sean desalojados, por una fuerza política de potencia similar aunque signo contrario; esto es casi como una ley física. No se van a ir; tenemos que sacarlos. Por las vías y medios electorales y partidistas, ya que vivimos en una democracia, nos guste o no. A mí no me gusta del todo; pero no hay otra que aceptarla.
Nos unimos al llanto de nuestra clase media porque los Presidentes abusan de su poder burlando la ley, ¿pero acaso las leyes se cumplen solas? Sólo las leyes de la ciencia lo hacen; las normas jurídicas requieren para cumplirse de un aparato estatal, que incluye un Congreso, para poner contención al Ejecutivo. Si esas instituciones están hoy secuestradas por indecentes e ignorantes, es sólo porque nosotros así lo permitimos, con nuestra inacción, o con la ineficacia de nuestras acciones. ¿Acaso hicimos un partido para poner presión eficaz en el Congreso?
Nos falta convocar a un proyecto político (no un Club de Debates) con una oferta política. Por “Oferta” entiendo un programa consistente e integral de propuestas concretas (pocas, decisivas y contundentes), una línea tras otra, puestas en blanco y negro, e inspiradas en nuestros principios del Liberalismo Clásico: Gobierno limitado, libre mercado, libertades individuales y propiedad privada. Por “Proyecto” entiendo campañas masivas de opinión a los sectores medios y populares con el mensaje “Hay otro camino: ¡y es éste Programa!”, con un periódico y vertebrando un movimiento, luego una corriente de opinión y un partido, para ganar elecciones parlamentarias, y derogar las leyes malas. Con su Hoja de Ruta: “Estamos en el punto A; y para llegar al punto deseado X, la vía pasa por tales y tales estaciones intermedias”. Lo intento desde hace años, y en varios de nuestros países, pero los círculos liberales lo ignoran. Están ocupados, en otros menesteres.
Los deportes liberales
Porque otro deporte favorito de los liberales es el interminable debate sobre ciertos puntos de doctrina, teoría y/o política económica, ¡de incalculable importancia por sus dramáticas consecuencias prácticas! Pero esas conexiones con la vida diaria de la gente no se le revelan ni se le muestran en el contexto de un plan factible, viable, creíble, y aplicable mediante el voto por candidatos identificados con la oferta. Esos puntos permanecen oscuros y abstrusos para el común; y si hay alguna propuesta, se pierde en la jerga académica, salvo mención en una pequeña nota bibliográfica. La opinión pública ni se entera de nuestras discusiones.
Otros dos temas de encendidos debates en “la interna” liberal son el anarquismo y el ateísmo, temas con las cuales pasa igual: a muy poca gente le interesan. Negativos desde la letra “A” —que significa negación— anarquismo y ateísmo repelen a muchas personas, sin necesidad. No son propios de una oferta política, ni caben en un proyecto político que deseamos plasmar en la realidad, en algún momento.
A veces nos dedicamos a otro deporte, igualmente desgastador: la competencia “yo soy más liberal que tú” (y que todos); el juego del “liberalómetro”. En sí mismo no es que sea malo este deporte, pues sirve para una tarea urgente y doble: deslindar el liberalismo clásico a la vez de la merca-social-democracia y del anarquismo. Pero el problema es que lo jugamos mal: como no hay proyecto liberal traducido en un Plan de Gobierno Liberal —o algo parecido— el juego del “liberalómetro” es en el vacío, sin referencia específica a medir; y por eso es infructuoso e inútil.
Pero basta de críticas ¡y a las cosas! Permítanme Uds. por favor un ratito de su valioso tiempo, para contarles de las 5 Reformas, del aporte judeocristiano al liberalismo clásico, y de un Plan de Acción en 5 Pasos. Estoy seguro que habrá acuerdos y desacuerdos, pero es lo que pienso. Espero que sirva al menos para la discusión informada.

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