jueves, julio 21, 2011

Holgazanes con fuero

Holgazanes con fuero

En no pocas encuestas, el diputado —federal y/o local— aparece debajo de la aceptación social de, por ejemplo, un policía judicial.

Ricardo Alemán

Para nadie es novedad que el “trabajo” de diputado es uno de los más desprestigiados de la burocracia de todo el país. Según una mayoría de ciudadanos, el diputado —en tanto “representante popular”— es calificado en el rango más bajo de de la escala de confianza, credibilidad, eficiencia y aceptación.

En no pocas encuestas, el diputado —federal y/o local— aparece debajo de la aceptación social de, por ejemplo, un policía judicial. De ese tamaño es el descrédito que arrastran unos dizque representantes populares que —en los hechos— representan sólo sus propios intereses y los de quienes los promovieron al cargo, sea el jefe del partido al que pertenecen, sea el gobernador al que deben todo.

Sin embargo —y a pesar de que son poco apreciados por la sociedad en general—, las y los diputados juegan un papel fundamental en la compleja maquinaria del Estado mexicano. Entre muchas otras, tienen atribuciones formidables, como la elaboración y aprobación de leyes; elegir a integrantes de órganos autónomos, como el IFE; llamar a comparecer —generalmente a insultar y ofender— a miembros del gabinete presidencial, y la extraordinaria facultad de mover y aprobar el Presupuesto anual del Estado mexicano.

Pero no es todo. Además, los diputados pueden convertirse en candidatos a alcaldes de grandes capitales y/o gobernadores de su respectiva entidad, como el caso de César Duarte, que presidió la Cámara de Diputados entre 2008 y 2009, para luego convertirse en candidato y después en gobernador de Chihuahua, en donde su papel ha sido más que vergonzoso. O el no menos penoso caso del diputado Jorge Carlos Ramírez Marín, actual presidente de la Cámara, y que ya se ve como candidato del PRI al gobierno de Yucatán.

Lo curioso del caso es que, a pesar de la elevada responsabilidad de representar a los ciudadanos y de velar por sus intereses en el Congreso —por eso se les conoce como representantes populares—, la gran mayoría de diputados federales —de todos los partidos— no son más que vulgares vividores de la política: “levantadedos” y “calientacurules”, a los que poco o nada importa la sociedad a la que dicen representar. Y lo peor del caso es que han convertido sus cargos en mero instrumento personal y de grupo.

Y viene a cuento el tema porque es vergonzoso, para el Estado todo, que los titulares de la Sedena y la Marina casi deban suplicar para que los señores diputados aprueben la Ley de Seguridad Nacional, que les permita a soldados y marinos desempeñar con un respaldo jurídico la labor que realizan para combatir al crimen y al narcotráfico. Es vergonzoso que por intereses mediocres y mezquinos, los diputados no hayan elegido a tres consejeros del IFE, lo que coloca a los diputados y al árbitro electoral en falta constitucional.

Es vergonzoso que los señores diputados hayan congelado reformas fundamentales para el desarrollo del país, como la laboral, la fiscal y la político-electoral, que en la elección federal de 2012 le daría a los ciudadanos instrumentos fundamentales como la reelección, candidaturas independientes, la revocación de mandato, iniciativa ciudadana y muchas otras facultades de beneficio directo a los ciudadanos. Es vergonzoso que los diputados trabajen menos de un tercio del año…

Es vergonzoso que Javier Sicilia deba suplicar para ser escuchado por los señores legisladores; esos que insultan, ofenden y acusan a todas las instituciones del Estado, pero son incapaces de rendir cuentas acerca de sus abultados salarios, la grosera burocracia que gasta y gasta y no transparenta nada, y sobre su poca eficacia. ¿Por qué la Cámara de Diputados es un frigorífico de iniciativas y leyes? Sí, porque muchos de los legisladores son vividores de la política, verdaderos holgazanes con fuero.

Y va una perla para los que tengan dudas. El líder de los diputados, el priista Jorge Carlos Ramírez Marín, gusta de ser entrevistado en medios fundamentales, como Playboy, en donde revela joyas como ésta.

Playboy: “Dígame, ¿por qué colecciona casas de muñecas?”

Ramírez Marín: “Bueno, quizá porque no tuve demasiados juguetes cuando era niño. O a lo mejor es mi parte femenina. Me gustan, sobre todo las artesanales, las antiguas. Me parece curioso que alguien se haya tomado tantos cuidados y tantas molestias para que pudieran disfrutar meter muebles y personitas. Me parece fantástico. Casas de muñecas y soldaditos de plomo; esas son las cosas que colecciono”.

¿Qué tal? ¿Será que cada quien tiene al diputado que se merece?

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