Tres pronósticos de desarrollo de la situación de la deuda en EE. UU.
Pese a que la secretaria de Estado de EE. UU., Hillary Clinton, asegura que el tope de la deuda se conseguirá aumentar, la situación no parece tan optimista y los expertos no descartan los escenarios más negativos para el futuro.
La administración del presidente Barack Obama se encuentra ahora en intensas negociaciones con representantes del Partido Republicano en el Congreso, tratando de persuadir a los legisladores para que eleven el techo de la deuda. De lo contrario, EE. UU. ya no podrá cumplir con sus obligaciones en este concepto.
A este respecto la agencia Standard & Poor's emitió un informe en el que examina los tres escenarios de la evolución de le situación en un futuro próximo.
Escenario número 1: La Casa Blanca y el Congreso se pondrán de acuerdo para aumentar el tope de la deuda y colaborarán en la realización de un plan a largo plazo para la ejecución de la consolidación fiscal.
En este caso, es probable que Standard & Poor's, que amenazó con reconsiderar a la baja la calificación de solvencia crediticia de EE. UU., retire la revisión, pero el pronóstico puede seguir siendo negativo.
Incluso si Washington realmente consigue evitar un impago, la confianza de los inversionistas en el dólar, los bonos del Tesoro de EE. UU. y las instituciones puede verse socavada a largo plazo. La desaceleración significativa en el gasto público tendrá consecuencias negativas para la economía en general, especialmente para las organizaciones empresariales y gubernamentales que son más dependientes de la asignación federal.
El impacto de este resultado sobre las instituciones financieras será insignificante.
Escenario número 2: La Casa Blanca y el Congreso acuerdan elevar el techo de la deuda para evitar una posible suspensión de pagos, pero no serán capaces de formular lo que puede considerarse un plan realista y creíble de consolidación fiscal.
En este caso, Standard & Poor's puede rebajar el ranking de EE. UU. a 'AA+/A1+' con perspectiva negativa durante tres meses y es posible que eso suceda ya a principios de agosto.
La agencia espera ver un crecimiento moderado de las tasas de interés a largo plazo (25-50 puntos básicos), debido a la reducción de la confianza del mercado, así como una desaceleración del crecimiento económico en medio de una creciente cautela de los consumidores y las empresas.
Escenario número 3: La Casa Blanca y el Congreso no lograrán llegar a un acuerdo para elevar el techo de deuda hasta el 2 de agosto y el Departamento del Tesoro disminuirá drásticamente el gasto para economizar recursos y atender sus créditos sin superar el límite máximo de la deuda.
Si esta situación persiste durante mucho tiempo, EE. UU. podría perder la capacidad de responder a su deuda. Esto dará lugar a efectos negativos a gran escala en los mercados financieros mundiales y, muy probablemente, a una nueva recesión en la primera economía del mundo.
En el caso de que se diera este escenario, la Reserva Federal (FED) comenzará una tercera ronda de flexibilización cuantitativa.
La incapacidad para cancelar deudas o para pagar los intereses se convertirá en un incumplimiento selectivo, lo que rebajará la calificación de EE. UU hasta SD (“incumplimiento selectivo”).
Incluso si los bancos centrales inyectan liquidez al sistema financiero, se producirá una fuerte caída en los mercados bursátiles y un aumento de las tasas de interés sobre los créditos y los préstamos interbancarios.
Los consumidores y las empresas dejarán de gastar dinero en todo, a excepción de productos de primera necesidad y el dólar se depreciará en un 10% o más con respecto a otras monedas importantes.
Los inversores se dirigirán a los mercados de activos reales, lo que puede aumentar el precio del petróleo y otras materias primas.
Aunque tras el impago se incremente el tope de deuda y EE. UU. comience a emitir los bonos del Tesoro, lo realizará a tasas mucho más altas, y la economía mundial puede enfrentarse a una nueva recesión.
¿Quién es el dueño de la deuda de EE. UU.?
Muchos expertos y políticos afirman que China y Japón poseen la mayor parte de la deuda pública de EE. UU., que alcanza unos 14,3 billones de dólares.
Pero no es cierto. Mientras que China, Japón u otros países tienen cantidades sustanciales, es realmente EE. UU. el que posee la mayor parte de su propia deuda.
La repartición de la deuda, según el Departamento del Tesoro de EE. UU., es así:
Rusia: 115.200 millones de dólares.
Hong Kong: 121.900 millones de dólares.
Entidades bancarias del Caribe: 148.300 millones de dólares.
Taiwán: 153.400 millones de dólares.
Brasil: 211.400 millones de dólares.
Países exportadores de petróleo: 229.800 millones de dólares.
Fondos de inversión: 300.500 millones de dólares.
Bancos comerciales: 301.800 millones de dólares.
Fondos de pensiones estatales, locales y federales: 320.900 millones de dólares.
Fondos de inversión del mercado financiero: 337.700 millones de dólares.
Reino Unido: 346.500 millones de dólares.
Fondos de pensiones privados: 504.700 millones de dólares.
Gobiernos estatales y locales: 506.100 millones de dólares.
Japón: 912.400 millones de dólares.
Hogares de EE. UU.: 959.400 millones de dólares.
China: 1,16 billones de dólares.
Departamento del Tesoro de EE. UU: 1.63 billones de dólares.
Fondo de Seguridad Social de Fondos Fiduciarios de EE. UU. (Social Security Trust Fund): 2,67 billones.
De este modo, Estados Unidos le debe a extranjeros cerca de 4,5 billones de dólares, mientras que a sí mismo o a sus diferentes entidades les adeuda un total de 9,8 billones.
Ahora la espada de Damocles pende sobre la primera economía mundial. El presidente estadounidense, Barack Obama, advirtió que el país se arriesga a entrar en una profunda crisis económica si los congresistas no logran un acuerdo para aumentar el techo de la deuda antes del 2 de agosto.
El Ibex vive su peor día del año (-3,24%)
El Ibex vive su peor día del año (-3,24%)
Los mercados se preparan para uno de los escenarios más temidos: otra recesión económica. El dato del ISM manufacturero de EEUU ha eclipsado por completo el alivio por el acuerdo sobre la deuda. La aversión al riesgo desata otra desbandada de la deuda periférica. El riesgo país de España roza récords y el Ibex sufrió su peor día del año, arrastrado por bancos y constructoras.
El rebrote de optimismo con el que comenzó la jornada, la semana y el mes no hacía augurar los nervios que fueron aflorando con el paso de la sesión. La tensión se recrudeció, y las bolsas de España e Italia se llevaron, de largo, la peor parte en Europa.
El acuerdo suscrito esta madrugada entre Republicanos y Demócratas parecía poner freno a las alarmas latentes en las jornadas previas. Estados Unidos evita, si así lo confirman las votaciones previstas para esta noche, la suspensión de pagos. Pero no logra despejar los temores a una pérdida de la 'triple A', ni a la "falta de credibilidad" apuntada por los analistas en sus planes para poner bajo control el déficit.
El dato del ISM manufacturero fue la gota que colmó el vaso. Las dudas sobre el elevado endeudamiento de la primera economía mundial se reactivan en paralelo al debate sobre una posible recaída en la recesión. La actividad industrial en EEUU cayó a mínimos de dos años, y se quedó al borde de entrar en contracción. Los recortes incluidos en el acuerdo para elevar el techo de deuda tampoco ayudarían precisamente a reactivar la economía.
La amenaza de un escenario de recesión disparó la aversión al riesgo de los inversores. El euro se desinfló desde los 1,44 hasta los 1,42 dólares. La deuda periférica revivió sus peores jornadas. Por encima incluso de los tres países rescatados, los mercados ponen su punto de mira en las dos grandes economías periféricas: España e Italia.
El riesgo país italiano se amplía hasta los 350 puntos. La deuda española, bajo la amenaza de una rebaja de ráting por parte de Moody's, sufrió una desbandada en el tramo final. Si por la mañana el interés del bono a diez años llegó a bajar del 6%, al cierre escaló hasta el 6,21%. La búsqueda de refugio enfrió la rentabilidad del bund alemán a sus mínimos del año, por debajo del 2,5%. Al final, la prima de riesgo repuntaba hasta los 371 puntos, al borde de los récords de julio, de 380 puntos.
La crisis de deuda, focalizada de nuevo en Europa, dio un vuelco a las bolsas europeas. Las subidas iniciales superiores al 1% dieron paso a un correctivo final del 2,3% en el Dax alemán, del 1,8% en el Cac francés, del 1,7% en el Ase griego, del 2% en el Psi portugués, y del 3,9%, el mayor del continente, en el Mib italiano.
Los dos principales bancos italianos, Unicredit (-4,3%) e Intesa (-7,8%), acabaron al frente de las pérdidas del índice Eurostoxx50, junto a BBVA. En el Ibex, Banco Popular fue el que lideró el correctivo a la banca. Los valores financieros sólo rivalizaron en las bajadas con constructoras y concesionarias, otro de los sectores más afectados por la máxima tensión en la deuda. Además, FCC sufrió la rebaja de valoración por parte de Credit Suisse, y S&P y Fitch situaron el ráting de Ferrovial un escalón por encima del 'bono basura'.
En contraste con el descalabro de la banca del Ibex, la nota positiva en el sector la puso Bankia. Sus acciones remontaron, a contracorriente, un 0,54%, hasta recuperar al cierre los 3,75 euros con los que saltó al mercado el pasado 20 de julio. Banca Cívica rebotó un 2%, hasta los 2,55 euros, cerca de los 2,7% fijados para su debut.
El Tesoro, las monedas estatales y el oro
En una reciente comparecencia del presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, ante el Comité de Servicios Financieros del Congreso de EEUU, la política de inyección masiva de liquidez de la Reserva Federal y el aumento del gasto del Gobierno federal en los últimos años fueron objeto de dura crítica por parte de uno de los miembros de este comité, el congresista republicano Ron Paul. Su crítica no es una excepción.
Son muchos los analistas que ponen en cuestión la efectividad de esta salida a la crisis y alertan sobre sus consecuencias a medio y largo plazo. En esta línea de crítica a la política del Tesoro estadounidense, y al apoyo ilimitado con que ha contado por parte de la Reserva Federal, el documental dirigido por M. Borgs (Overdose. The next financial crisis, 2010) incide en las desastrosas consecuencias a que nos puede llevar la gestión política de la crisis reciente en forma de más inestabilidad, magnitud y frecuencia de las crisis en el futuro.
El oro como moneda
En la misma sesión del citado comité, el congresista Ron Paul introdujo un elemento de análisis interesante y, además, ciertamente novedoso: preguntó al Sr. Bernanke si prestaba atención a la escalada del precio del oro. El presidente de la Reserva Federal confirmó que sí lo hacía, ya que era un indicador de la percepción de la gente del riesgo de inestabilidad en los mercados. En una sucesión ágil de respuestas y réplicas que, por cierto, para si quisiera el Parlamento Europeo en sus sesiones trimestrales del llamado “diálogo monetario con el BCE”, el congresista le preguntó si creía que el oro era dinero. Tras unos segundos de silencio y visiblemente sorprendido, Bernanke contestó un lacónico: “No”.
Y prosiguió: “Bueno, es un activo”. Ante la insistencia del congresista, que le preguntó por qué los bancos centrales lo habían atesorado desde siempre, su tímida respuesta fue: “Es una forma de reserva (…), una vieja tradición”. Profesor durante años de prestigio internacional de la Universidad de Princeton, Bernanke dio una respuesta tan vacía como incompleta.
Ya sabemos que el oro no es moneda de curso legal en EEUU y que sólo lo son los billetes de la Reserva Federal, además emitidos en régimen de monopolio. Pero ello no nos impide valorar su evolución como indicador del maltrecho estado de las monedas estatales, así como las propiedades del oro como dinero circulante y de reserva que fue durante muchos siglos.
Las cuestiones planteadas a Bernanke sobre las consecuencias de la política de aumento del gasto público y de la liquidez en EEUU por un lado, y la apreciación y funciones del oro por otro, parecen inconexas, pero sólo lo son en apariencia. El oro es un activo de reserva que históricamente se ha apreciado en los momentos de mayores y más profundas crisis. Así ocurrió durante las crisis del petróleo en los años 70, a principios de la década del 2000 y está ocurriendo igualmente ahora, tras la crisis financiera de 2007.
Dada su liquidez y capacidad para mantener su poder de compra, los inversores se refugian en él para evitar la pérdida de valor de su riqueza depositada en las monedas estatales, una vez que parecen haber dejado de confiar en la gestión de sus emisores. Y es que, como bien sabe el profesor Bernanke, el más preciado activo de un banquero central emisor de moneda enteramente fiduciaria, es decir, de billetes sin ningún valor intrínseco ni posibilidad de ser canjeados por un activo de valor conocido, es precisamente la confianza general en que sus gestores mantendrán su poder de compra.
Depreciación del dólar
Hemos de recordar que la última expansión del precio del oro se remonta a 2002, y este hecho guarda una estrecha relación con la evolución paralela del dólar de EEUU. Y es que la depreciación de éste en los últimos meses encuentra sus raíces en la desconfianza en una economía que registró sucesivos déficits fiscales (2002-07) durante los años de la última expansión, así como el crecimiento continuado de su deuda pública.
Al mismo tiempo, y nada casualmente, la política monetaria ha sido demasiado expansiva en los años de crecimiento de la economía: como el economista J. B. Taylor señaló en su libro Sin rumbo (2009), la Reserva Federal desarrolló una política de bajos tipos de interés entre 2002 y 2006, incompatible con el crecimiento estable de la economía.
Claro está que la desconfianza en el dólar ha crecido por la opción tomada por sucesivos gobiernos estadounidenses en favor de una política económica expansiva como vía para salir de la crisis reciente. Su política de aumento del gasto público en la forma de sucesivos “estímulos fiscales” ha agravado el endeudamiento del Tesoro americano y, dada su cercanía nada disimulada con la Reserva Federal, ha conducido al desarrollo de una política monetaria de asistencia al sistema financiero y a la economía real difícil de revertir en el futuro.
Todo ello está creando un esquema perverso de incentivos empresariales y una dependencia de la economía de la política estatal que se refleja inevitablemente en el valor de su moneda. En definitiva, es la desconfianza en la gestión política del dólar lo que le hace perder su posición, antes indiscutida, como moneda de reserva internacional, provoca su depreciación y dispara el precio del oro.
Por tanto, sí que hay relación entre la opción de política económica desarrollada en un país y la demanda y cotización de su moneda a lo largo del tiempo. Lo que ocurre es que la recurrencia de políticas inflacionistas ha venido erosionando tanto el poder de compra de las monedas estatales que casi hemos olvidado que el dinero fue durante mucho tiempo también demandado como depósito de valor; al menos eso es lo que enseñamos en los textos de Economía. El oro está ahí para recordárnoslo.
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