Hay que dejar que se peleen
entre sí, dicen unos. Hay que permitir la confrontación para así
fomentar la competencia, dicen otros. Hay que permitir la creación del
monstruo Televisa-Iusacell para enfrentar al monstruo Telmex-Televisa.
Hay que otorgarle al Sr. Slim la posibilidad de que provea televisión
para que haya una tercera opción. Esos suelen ser los argumentos de
quienes defienden la alianza entre las dos televisoras en el ámbito de
la telefonía celular. Esos suelen ser los planteamientos de quienes
promueven la presencia del ingeniero en la pantalla. Esa incluso es la
posición de la prestigiada revista The Economist que titula su artículo
sobre el tema: "Dejen que los magnates se enfrenten."
Y hay razones urgentes para fomentar la competencia en sectores
cuasi-monopólicos. Telmex todavía controla 80 por ciento de la telefonía
fija y 75 por ciento de las conexiones de banda ancha. Telcel domina el
70 por ciento del mercado de la telefonía celular. Gracias a ello, los
márgenes de ganancia de las empresas del ingeniero se encuentran entre
los más altos del mundo. Mientras tanto, la penetración de la telefonía
celular en México se ubica entre las más bajas del continente. Según la
OCDE, las altas tarifas de los mercados de telecomunicaciones en México
le han costado al País alrededor de 26 mil millones de dólares.
Ante esta situación, el gobierno ha permanecido impávido, impasible,
impotente. Y no resulta difícil entender por qué: ciertos reguladores
simplemente han doblado las manos frente a uno de los hombres más
poderosos del País, mientras otros se enfrentan a los obstáculos legales
que erige en su contra. Entre 2005 y 2010 –según la OCDE– el sector de
las telecomunicaciones generó más de 260 amparos y revisiones
judiciales. Amparo mata intentos de regulación; amparo mata esfuerzos
para fomentar la competencia; amparo mata mejores tarifas para los
consumidores.
Quizás por ello tantos insistían en la alianza Televisa-Iusacell
pensando que proveería un contrapeso al poder de Telmex-Telcel. Que
inyectaría competencia a un mercado concentrado que lo necesita. Que
ningún otro grupo tendría la capacidad de confrontar a Carlos Slim sin
terminar arrollado por él. Pero el problema es que no debe combatirse un
mal con otro mal. Aunque la idea de inyectar capital en Iusacell podría
ser una medida pro-competitiva en telefonía móvil, habría acarreado
costos y muy altos. Como lo señaló la Comisión Federal de Competencia,
las alianza entre Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego podia dañar
la competencia en televisión abierta y restringida.
¿En realidad iban a aliarse en un terreno y pelearse en todos los demás?
¿Iban a ser amigos en el ámbito de la telefonía móvil y enemigos en la
televisión? ¿La alianza no hubiera creado nuevos y poderosos incentivos
económicos para la colusión en múltiples mercados compartidos? ¿Por qué
Iusacell no busca recursos de una fuente distinta a su principal
competidor en otros mercados? Dada la trayectoria de ambas empresas,
probablemente hubieran tendido a la colusión, encareciendo la
publicidad, incrementando el costo de los bienes que usan esa
publicidad. Y eso hubiera dañado a los consumidores.
Pero aún más grave. En televisión abierta, la alianza Televisa-Iusacell
generaba riesgos importantes para la competencia. Hubiera creado nuevos y
poderosos incentivos para la coordinación en lugar de la competencia;
para la conciliación en lugar de la confrontación. Hubiera entrañado el
surgimiento de un cordón umbilical entre dos empresas que representan el
95 por ciento de las concesiones totales de televisión abierta y el 100
por ciento de las cadenas nacionales. Además en un mercado con altas
barreras de entrada, como la denostación a Isaac Saba –por intentar
remontarlas– lo demostró. La decisión de la Comisión Federal de
Competencia al impedir la alianza busca prevenir estas formas de
disminución, daño u obstaculización de la competencia en el futuro. Como
bien argumenta: "Los beneficios en un mercado no pueden servir para
justificar los daños a la competencia en otros mercados".
Ahora bien, hay quienes sugieren que esta decisión fue tomada para
ayudar al Sr. Slim. Pero hace poco tiempo se criticaba a la Cofeco por
supuestamente beneficiar a Televisa con el intento de multa de Telcel
(empresa que por cierto ya se amparó). En México se ha vuelto práctica
común entre las empresas matar al mensajero, desacreditar al regulador,
vilipendiar al órgano encargado de imponer las reglas del juego y
asegurar que se cumplan. Los procesos regulatorios se vuelven largos,
complejos, tortuosos y políticamente candentes. Pero el resultado final
lamentablemente sigue siendo el mismo: telefonía demasiado cara y
televisoras demasiado poderosas.
La solución ante esta concentración en terrenos tan críticos no es
colocar a los oligarcas a competir entre sí. Una y otra vez han
demostrado que cuando sus intereses están en juego se tienden la mano en
lugar de propinarse un puntapié. Aunque algunos quieran subirlos al
ring, al final del día van a abrazarse en vez de noquearse allí. Por eso
la mejor manera de lidiar con un sector televisivo y de
telecomunicaciones tan disfuncional debe ser otra. Debe pasar por la
licitación de una tercera cadena de televisión, y por el cumplimiento de
la multa a Telcel, y regulación asimétrica para el Sr. Slim y sanciones
multimillonarias para quienes violen los términos de su concesión,
incluyendo la revocación. La respuesta no debe ser una batalla entre
colosos como sugiere The Economist, porque como escribe Lewis Mumford:
"la guerra es tanto el producto de una corrupción previa y a la vez
produce nuevas formas de corrupción." |
No hay comentarios.:
Publicar un comentario